Ayer viernes, día 15,
saltaba a las páginas de algunos periódicos (no todos, porque este tema no
interesa tanto como otros, como es sabido) la noticia: “Cultura detiene la
fusión del Teatro Real con el Teatro de la Zarzuela” (diario ABC, Madrid), lo
cual provocaba la alegría de quienes consideran que tal proceso es una grave
equivocación que perjudicará sensiblemente a la zarzuela. Los más pesimistas
llegaron a pensar en perjuicios irreparables para nuestro género lírico
nacional.
Hoy, día 16, la noticia
es “matizada” (¿cuándo dejarán los políticos de generar informaciones
que enseguida tienen que “matizar”; esperen un par de días y quizá no den lugar
a que el público se forme ideas falsas o ilusorias esperanzas).
El propio diario ABC publica: “Guirao decidirá el
día 20 la suspensión o la derogación de la fusión del Teatro Real con el Teatro
de la Zarzuela”. Tal decisión se ha producido tras una reunión “de casi dos
horas” con los sindicatos, en la que el nuevo ministro de Cultura anunció sendas
reuniones con Gregorio Marañón y Daniel Bianco, responsables de ambos teatros.
Tras ellos el ministro decidirá.
La noticia obliga a la
cautela. Habrá que esperar y ver qué solución se decide: ¿revocar el decreto,
suspender su ejecución, seguir adelante con él? Parece que las dos primeras
alternativas plantean problemas, incluso serios, dada la situación de los
procesos administrativos y funcionales ya emprendidos. Lo que sea, sonará.
Mientras tanto, quizá
sería interesante saber qué es lo que se pretende hacer con la zarzuela (y no
sólo con el Teatro de la Zarzuela).
¿Se va a modificar el
estatus de los trabajadores del teatro?
¿Va a seguir
ofreciéndose una temporada similar a las últimas realizadas?
¿Qué otros espectáculos
va a albergar el teatro de Jovellanos?
¿Va a representarse
alguna zarzuela en el Real?
¿Van a editarse DVD de
las producciones zarzueleras?
¿Va a modificarse la
política de precios?
¿Cómo se plantea
“internacionalizar” la zarzuela?
Creo que el público
merece conocer las respuestas a estas y
a otras cuestiones, pero respuestas serias, alejadas de esas frases
grandilocuentes y vacías con las que nos bombardean políticos y comunicadores.
Y sobre todo, la gente, las personas, los votantes (tome cada uno la palabra
que desee) merecemos que antes de que los responsables “decidan”, se informen y
valoren el alcance de sus decisiones. Deberíamos desterrar de nuestro
vocabulario las matizaciones, el “yo no quise decir eso” y, lo que es peor, “no
se me ha entendido”.
José Prieto
Marugán
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