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miércoles, 5 de junio de 2019

Los libretos de zarzuela. Coloquio.


El pasado 24 de mayo, en el Teatro de la Zarzuela, se celebró un coloquio denominado Versiones de zarzuela. Un momento para la reflexión, tema que interesa y preocupa a un número importante de aficionados y de personas relacionadas con la zarzuela desde más o menos profesionales. El coloquio estuvo presentado y moderado por Daniel Bianco, director del Teatro, y en él participaron, digamos como “ponentes”,  el musicólogo Emilio Casares, el director de escena Emilio Sagi, el dramaturgo y director de escena Alfredo Sanzol y el periodista especializado Gonzalo Lahoz, codirector de la revista Platea Magazine. A la sesión asistió un importante número de personas, alguna de las cuales intervino en el coloquio verdaderamente dicho.

El coloquio duró algo más de dos horas en las que se habló básicamente del tema propuesto. No me es posible ofrecer un “diario detallado” de lo ocurrido, pero sí quiero dejar constancia de lo que me ha parecido más interesante y de aclarar algún detalle significativo. Tampoco voy a asignar frases o ideas a nadie en concreto; no quiero establecer polémica alguna y, mucho menos, correr el riesgo de adjudicar un pensamiento a quien no lo expresó. Tampoco me haré eco de las consabidas comparaciones entre ópera y zarzuela. Cada día me convenzo más de que es un “lugar común” que no lleva a ninguna parte. Modestamente, creo que son cosas distintas y no encuentro mucho sentido a estas comparaciones.

En primer lugar hay que dejar claro que el coloquio no se ha organizado como consecuencia de las protestas, algunas escandalosas, acaecidas en el Teatro durante las representaciones de Doña Francisquita, aunque estas protestas hayan dado una especial relevancia al tema y de ellas se haya ocupado una parte de la prensa que nunca presta atención a la zarzuela. El coloquio estaba previsto desde hace unos meses.

Iniciada la sesión, surgieron algunas de las razones por las que se hacen estos cambios en el libreto. En la música no se hacen cambios.

El libreto no tiene calidad. Es idea muy manejada y cierta en muchos casos, pero, una vez más, la tendencia a generalizar nos lleva a emitir opiniones no siempre acertadas. Hay que tener en cuenta
la enorme cantidad de libretos escritos a lo largo de la historia (no todos van a ser “buenos”); la variedad de tipos de obras que abarca lo que, genéricamente, llamamos “zarzuela” (no es lo mismo la revista de actualidad, que la zarzuela grande, el género chico, o la opereta); la forma y circunstancia en que muchos de ellos se han producido (no siempre el libretista trata de crear una “obra literaria”, su trabajo, en ocasiones, responde a simple –y comprensibles– circunstancias económicas). Además, cuando hablamos de un libreto “malo”, ¿con qué lo comparamos?

Hay que aligerar la zarzuela, argumentando, de paso que el público actual no está acostumbrado a la duración de los espectáculos de hace centuria y media. No lo creo: en la Francisquita pasada, espectáculo que dura 3 horas (incluidos 40 minutos de descanso) el público “aguantó” y no se movió, salvo algunas (no muchas) deserciones y producto del descontento por la versión ofrecida.

El público no entiende los libretos. Esta razón se aduce para llevar los argumentos y su desarrollo a los tiempos actuales, o relativamente recientes. La afirmación me parece grave; decir esto de la historia de la Francisquita o de alguna zarzuelita erótica, o bucólica, es absolutamente improcedente. Cuando esto se afirma, suele venir el “remedio”: como el público no lo entiende, yo (el adaptador o versionador) se la explicaré. Presuponer la ignorancia del público, me parece en ocasiones, una muestra de prepotencia, incluso de soberbia.

No se lleva, no se entiende el costumbrismo. Es otra aseveración gratuita, enarbolada por quienes piensan que hay que olvidar (¿y destruir?) todo lo antiguo, sobre todo si lo relacionan con cierta etapa de nuestra historia en la que la zarzuela estaba casi difunta y hacia la cual las autoridades no mostraban el mínimo interés.

Hubo muchas más ideas y opiniones. Hasta se llegó a clamar por la “libertad del arte” (del “arte” del que adapta, claro). Olvidando que la libertad de uno, en cualquier orden de cosas, termina donde empieza la libertad del otro.

 Aunque no era, como hemos dicho, el origen del coloquio, surgió el tema de la Francisquita. Hubo quien censuró, seriamente, la “adaptación” realizada, y hubo quien dijo que lo contemplado fue de su agrado. Estaba en su derecho, pero olvidaba algo fundamental: una cosa es el espectáculo contemplado, y otra, que ese espectáculo sea la obra propuesta. La prueba es evidente: la mayoría ha manifestado que los cantantes estuvieron magníficos, la orquesta excelente, el coro superior, los bailes estupendos y Lucro Tena inefable …. pero “eso” no era Doña Francisquita.

Conclusiones y esperanzas. Seguir ahondando en este tema no tiene demasiado sentido porque puede llevarnos a un callejón sin salida: ni los adaptadores van a renunciar a sus propuestas, ni los “rancios y atrasados”, a las suyas. Creo que el camino no está en el enfrentamiento sino en la reflexión. Espero, y deseo, que lo sucedido con la Francisquita y este coloquio sirvan para que unos y otros pensemos que la “verdad” no es de nuestra exclusiva propiedad. J.P.M.

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