Don
SEBASTIÁN. Buenas tarde,
Don Hilarión. ¿Qué tal? ¿Cómo lleva usted la situación epidemiológica por la
que atravesamos?
Don
HILARIÓN. ¡Pues …, con paciencia!. Y como todo el mundo,
procurando hacer caso a las recomendaciones de las autoridades.
SEB. ¡Estará uste haciendo un buen negocio! Y
perdone que se lo señale.
HIL. ¡Ni mucho menos Don Sebastián! Nada de eso.
En una botica los medicamentos no dejan mucho beneficio. Estos días no se venden más que guantes y
mascarillas, cuando los tenemos. En este negocio lo que interesa son los
productos de belleza y esas cosas “milagrosas” que no receta la Seguridad
Social, pero que la gente demanda con interés.
SEB. Bueno, bueno. Ya será menos.
HIL. Comprendo
que no esté de acuerdo. Yo tampoco creo otros comerciantes sean hermanitas de
la caridad, pero … en fin.
SEB. Sí,
sí. Dejémoslo estar. Yo he venido para preguntarle a usted por lo del
coronavirus. En mi familia y en el barrio, todo el mundo está preocupadísimo y
no nos fiamos de lo que nos cuentan. ¡Como los políticos nos engañan tanto!
HIL. ¿Y por qué recurre usted a mí?
SEB. ¡Toma! ¡Porque usted es del gremio! ¡Médicos, enfermeros y boticarios! … Primos
hermanos, digo yo.
HIL. No
lo crea, querido amigo. Yo sé lo que usted, lo que leo en los periódicos y lo
que me cuentan los parroquianos. Pero le
contaré alguna cosilla.
SEB. ¿Información de buena fuente?
HIL. ¡Pues claro! ¡De la zarzuela!
SEB. ¿Cómo? ¿Ha dicho usted “de la zarzuela”?
HIL. ¡Pues
claro! ¿No me ha oído usted decir, más de una vez y más de ciento, que la
zarzuela es como un retrato de la vida misma?
SEB. Sí,
sí, muchas veces. Ya sé que en la zarzuela cuentan sus problemas, los aguadores,
barrenderos, serenos, criadas, señoras, policías, militares, cesantes … y hasta
raterillos y timadores. Pero ¡el coronavirus!
HIL. Como
se lo digo. En la zarzuela está todo; todo lo que le ha ocurrido a la humanidad
en general y a los hombre y mujeres en particular. ¡Y hasta lo que puede
ocurrir! Lo que pasa es que a veces las
cosas aparecen como en metáfora, como en sentido figurado. Es como un libro
abierto … que hay que saber leer. ¿Se lo
va usted figurando?
SEB. Ya, ya, pero el bicho este …
HIL. Escúcheme
usted. El primero de febrero de 1866, en el Teatro de la Zarzuela se estrenó
una con letra de Eusebio Blasco y música de José Rogel titulada La corte del rey Reuma. Aprovechando el
encierro a que nos obligan, y como algo recordaba, he releído este libreto y he
encontrado cosas curiosas.
SEB. A mí ese título no me suena de nada. ¿De qué
va?
HIL. Escuche:
En el país del rey Reuma viven toda clase de enfermedades, pero están
descontentas porque no pueden contagiar a nadie. A presencia de Reuma llegan el
Médico, el Cirujano y otros profesionales que le piden que envíe al mundo
alguna enfermedad, para que ellos puedan ganarse la vida. Tras una serie de
reproches a Reuma, éste dejará el reino en manos del Cólera, que elaborará una
ley para arreglar el problema.
SEB. Es ingenioso, pero, aunque haya muchas
enfermedades … aquí hoy solo se habla del bicho ese. Y no creo que aparezca en
esa zarzuela que usted dice, porque es nuevo.
HIL. Claro,
lo sé. Verá usted, en las premoniciones hay que saber leer el texto y extraer
las enseñanzas. Por ejemplo, usted sabe que en el consejo de ministros ha
habido sus más y sus menos … más más que menos.
SEB. Sí, sí. Lo sabe todo el mundo.
HIL. Pues
mire, ya lo anunciaba esta zarzuela en 1866.
Enfermos
|
Y díganos, en la corte
del rey Reuma, ¿qué hay?
|
El Catarro
|
¡Mucho belén!
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Enfermos
|
No lo dudo.
¿Aún más que en España?
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El Catarro
|
Más.
|
Enfermos
|
Pues le digo a usted, amigo
que habrá cada atrocidad …
|
El Catarro
|
No hay quien deje de quejarse
por algo; y es natural
que sucedan tales cosas
donde hay tanta enfermedad.
|
SEB. ¡Qué curioso!
HIL. Y todo es porque a los políticos no les
interesa tanto el bienestar general como el suyo propio. Las consecuencias son
claras; bien lo dice la zarzuela. Escuche:
El Catarro
|
La calentura domina
en el rey de un modo tal,
que le está dejando en blanco,
y el, amante contumaz,
está perdido por ella
de una manera bestial.
El constipado entra y sale
y a dónde le llaman va,
abusando horriblemente
de la sensibilidad.
Si algún ciudadano alegre
quiere reír y cantar
el himno de las cosquillas,
que es un himno nacional,
o le aplican una angina
para que no cante más,
o llegan veinte mareos (soldados)
de los de la guardia real
y lo llevan a la cárcel,
es decir, al hospital.
Aquí no hay que hablar de patria
ni fueros, ni libertad.
La pulmonía y el vómito
no nos dejan respirar,
y hay cada ataque de nervios que tiembla
la caridad.
Me temo algún trueno gordo:
lo que fuere, tronará
yo me he comprado un paraguas
por lo que pueda tronar.
|
SEB. ¡Qué barbaridad! Y dígame, Don Hilarión, ¿sabe
usted el origen de esta enfermedad?
HIL. Yo
no, pero la zarzuela sí. Atienda, habla el Cólera (bien podría ser el
coronavirus):
El Catarro
|
Nací en Asia, país del manzanillo,
arbolito de tal naturaleza
que despampana al que a su sombra vive.,
Y a su sombra me eduqué en las letras
estudiando el Martínez de la Rosa,
el Fleuri y otras varias frioleras.
Casé en primeras nupcias, y aún lo
siento,
con una indigestión, hembra de aquellas
que hacen desesperar a un marmolillo,
y que me dio berrinches por docenas.
Reventó, por fortuna, cierto día
en que comió diez libras de ciruelas,
y de tan santa unión, quedóme un hijo,
un cólico, modelo de inocencia,
a quien tengo el honor de presentaros.
-- Saluda, chiquitín, no seas bestia—
Para curarme del feroz disgusto
que me causara tan sensible pérdida,
me salí de mi patria decidido
a armar la gorda por do quiera que
fuera.
Pero ha sido mi suerte tan infausta,
que un acreedor que me dejé en mi tierra
por el mundo me viene persiguiendo
labrando mi descrédito doquiera,
y es el miedo, señores; que temiendo
que lleguemos un día a ajustar cuentas,
vaya divulgando especies engañosas,
diciendo que yo mato por docenas
a los mortales que a mi paso encuentro,
lo cual es apurarme la paciencia.
|
SEB. ¡Y cómo sigue esa curiosa zarzuela!
HIL. Bueno, se desvía un poco de la situación
actual. Pero, en resumen, el Cólera
demuestra que el miedo ha producido más muertes que él y termina proponiendo
una solución:
El Cólera
|
Nos, que mandamos la grey
de los dolores extremos
y somos del mundo el rey,
a las Cortes sometemos
este proyecto de ley.
Para aumentar mis conquistas
en tanto dure esta crisis
y hasta pasar mis revistas,
los pollos y las modistas
deberán morir de tisis.
…
A todos los usureros
se les tendrá en cama un mes,
para dejarlos en cueros,
y por cada cien caseros
morirán noventa y tres.
Al que diere en la manía
de hacer la gran tontería
de casarse siendo pobre,
para que nada le sobre
le daré una pulmonía.
Esta medida especial
puede tener como todas,
su arreglo convencional,
y se suprimen las bodas
por medida general.
|
SEB. Pero eso significa …
HIL. Efectivamente. Volver a los males y
enfermedades a los que el personal está acostumbrado. Lo que no soporta el
hombre es el miedo a lo desconocido. Fíjese usted en los personajes que
intervinieron: El rey Reuma, la Pulmonía, la Escarlata, la Calentura, la
Alfombrilla (como el sarampión), la Terciana, el Catarro, el Mareo, el Espasmo,
el Dolor de muelas, el Tifus, el Baile de San Vito, el Cólera, Un Cólico. Y
personas relacionadas con las enfermedades: el Cirujano, el Médico, el
Enterrador, un Dentista y un Enfermo.
SEB.
Curioso, muy curioso.
HIL. ¡Ah,
Don Sebastián! ¡No olvide usted que en
la zarzuela está todo! Fíjese, hasta un canto al coronavirus.
SEB. ¿Una
canción?
HIL. ¡Pues
claro! ¡No recuerda usted aquello de
La
tarántula e un bicho mu malo, no se mata con piedra ni palo,
que huye y se mete por tó los
rincones y son mu malinas sus picazones.
que huye y se mete por tó los
rincones y son mu malinas sus picazones.
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