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sábado, 10 de octubre de 2020

En defensa del libreto.

 

La temporada del Teatro de la Zarzuela de este Año de la Pandemia, ha comenzado con la representación de una zarzuela, La tempranica, y una ópera, La vida breve. Iba a ser un programa doble, pero el espectáculo ha tenido que ser dividido a causa de los condicionantes impuestos por el virus. No he tenido ocasión de asistir a la representación de La tempranica por las restrictivas medidas de movilidad impuestas por las autoridades. (¡Qué contrasentido! ¡“Unas medidas de “movilidad” que no nos dejan “movernos” a nuestro albedrío!).  Como todo el mundo sabe, la extraordinaria preocupación de las autoridades políticas por nuestra salud, se traduce en crear en los ciudadanos la incertidumbre del no saber qué hacer, porque “si entro, puede que no salga”, y “si salgo, puede que no entre”. Me pregunto si, dentro de unos meses, pasará con esto como ocurrió con los consejos sobre mascarillas, guantes, distancias, bares, terrazas, horarios …

En fin. No es esto lo que me mueve a redactar estas líneas. La causa es que en la producción de Zarzuela ha desaparecido el libreto de La tempranica, salvo la letra de los cantables. Viene siendo habitual que los libretos de las obras líricas se vean alterados, cambiados, modificados, adaptados, recortados, etc. Pero que desaparezcan del todo … En su lugar se incluye un dialogo -ficticio, naturalmente-, entre Gerónimo Giménez, Manuel de Falla y Julián Romea. No hace falta que insista en que esto es un verdadero despropósito.

Ya sé que en la zarzuela hay muchos libretos que son malos; también hay músicas malas, pinturas,
novelas, obras teatrales, edificios, esculturas …  Esta es otra discusión, en la que no voy a entretenerme. Ahora me interesa dejar claro mi punto de vista sobre el libreto, el elemento de una zarzuela que cuenta la historia, que nos dice lo que ocurre en la escena entre los personajes. Porque la música, por mucho que digamos, no tiene cualidades narrativas. Podemos considerarla todo lo importante que queramos, pero… Piensen ustedes en cómo se puede señalar, sólo con música, la ironía, el humor, la murmuración, el desparpajo, el odio, el amor…

Podríamos hablar (o discutir) mucho sobre esto. Dudo de que llegáramos a un acuerdo, porque me temo que quienes justifican la alteración sustancial de un libreto, están convencidos de que lo hacen bien… porque es lo moderno, lo actual, lo que pide el público… No quiero pensar en otras razones.

Sí recordaré un par de testimonios y una pregunta. En primer lugar, unas palabras sobre la importancia del libreto.  Son palabras del mismísimo Francisco Asenjo Barbieri:

En mi opinión, lo primero y principal en una ópera es la poesía, y a esta debe subordinarse todo. El mérito del compositor consiste en traducir y colocar en música, no sólo el pensamiento del poeta sino también en hallar el mejor ritmo musical que corresponde al mejor ritmo poético de cada estrofa, de cada verso y hasta de cada palabra, según la expresión o el acento que reclame la obra, en fin que la poesía brille y campee con melodía propia y agradable, sin alterar un átomo de su ritmo prosódico ni de su acento expresivo, porque de no hacer eso desaparece la cadencia poética y la composición musical parece como si estuviera escrita sobre mala prosa.

Otro importante compositor español, actual, Tomás Marco Aragón, que ha escrito mucha música para el teatro, tanto en su vertiente lírica como para acompañar o complementar obras declamadas, resumen quienes han “mandado” en esto del teatro cantado.  El lo que llama su “protohistoria”, lo importante era el texto; después vino el canto de los virtuosos. Llegaron luego los “castrati”, luego las sopranos (las prima donna). Ambos especímenes se convirtieron en verdaderos “dictadores” del género, imponiendo sus criterios y puntos de vista, amén de otras consideraciones. Llegó después el turno de los directores de orquesta, empezando con Toscanini y continuando con Herbert von Karajan. Más tarde los intendentes, gerentes o directores de los teatros, eran los mandamases del cotarro. Hoy hace y deshace en este mundillo el director de escena. ¿cuánto durará esta etapa? ¿Qué vendrá después? El tiempo lo dirá. (Tomás Marco hizo estas reflexiones en un artículo publicado el ABC, el 27-7-2002, titulado “Dictaduras operísticas”). 

Más radical es el consejo de Ricardo Muti a los alumnos de la Academia de Ópera Italiana 2020. "Ragazzi, no se olviden nunca que son ustedes quienes deben construir dramáticamente la interpretación … ¡que de destruirla se encargará después el director de escena".

La reflexión tiene que ver con la difusión La pregunta es bien sencilla: ¿Qué idea tendrán de La tempranica quienes la hayan visto por primera vez, o la pueden ver en el futuro a través de los videos que circularán por Internet?

A mí me parece que estas alteraciones sobre los elementos básicos de una obra musical cantada son una falta de respeto hacia el trabajo de un autor, que en muchos casos estuvo bien considerado en su tiempo, incluso aún lo está en nuestros días. En fin. Veremos qué pasa, porque como siempre escuché en mi casa: “estos tiempos traerán otros”.  Pero nunca he sabido si los “otros” serán mejores o peores.

 Vidal Hernando.

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