Buscar este blog

lunes, 10 de octubre de 2022

Justicia real para Pan y toros.

En 1867 alguien debió influir en la Reina Isabel II, contando que la zarzuela contenía intenciones antimonárquicas. Los datos disponibles no nos han dado a conocer quién pudo ser y cuáles pudieron ser sus intenciones. La afirmación tuvo una consecuencia inmediata: estando la Reina veraneando en el Palacio de la Granja, advirtió que la banda militar tocaba la llamada “Marcha de la manolería”, un número musical cuya letra comienza así:

 Al son de las guitarras[1]

y seguidillas,

manolas y manolos

de cuatro en fila,

no hay en el mundo

quien marche con más garbo,

ni con más rumbo.

¡España ha de ser libre,

libre Castilla,

mientras haya en España

manolería!

Que todo chulo

maneja la vihuela,

como el trabuco.

 Inmediatamente la Reina dio origen de que las bandas militares no interpretaran este número musical. Después vendría la prohibición de representar la zarzuela completa.

Pero hagamos una pequeña pausa y una simple especulación. No estamos seguros de que la causa de la prohibición fuera este fragmento, porque lo más probable es que las bandas militares tocaran esta marcha en un arreglo instrumental. Si así fuera, seguramente quien aconsejó a Isabel II debió insistir y no sólo limitarse a señalar este pasacalle.

Como es lógico, los autores se sintieron molestos porque, además de ver prohibida su creación, dejaban de percibir buenos réditos económicos. Picón y Barbieri decidieron llevar su protesta a la propia monarca que les atendió y les prometió ocuparse del asunto. Dicen las crónicas que Barbieri se conformó con la respuesta real y decidió no insistir, pero el libretista insistió y declaró que su obra no atacaba ni a la moral, ni a la corona, ni a la familia real, y que, en su momento, había sido autorizada por la censura.

Pasados unos días, José Picón recibió de palacio una cierta cantidad de dinero[2].  No la aceptó; él quería que se repusiera la obra y se le diera una indemnización por las representaciones canceladas. La protesta de José Picón se materializó en unos versos que hizo llegar a Isabel II, en contra de la opinión de algunos amigos. Palacio aceptó y encargó a dos personas que realizaran el peritaje correspondiente. José Picón, eligió ser representado por Luis de Eguilaz, y la Reina seleccionó a Luis Mariano de Larra. Ambos estudiaron los libros de la contaduría del Teatro de la Zarzuela, y el resultado fue que los autores de Pan y toros, fueron resarcidos con 60.000 reales (30.000 para cada uno), además de que fue levantada la prohibición.

Así dio la noticia El Pabellón Nacional el 6 de octubre de 1868:

El jueves de la presente semana se pondrá en escena, en el Teatro de los Bufos Arderíus, la popular zarzuela en tres actos de los señores Picón y Barbieri titulada Pan y toros, la cual fue mutilada y después prohibida por el gobierno del célebre González Brabo. Esta obra, que en España se ha hecho tan popular a causa de tratarse en ella del desgraciado reinado de Carlos IV, dará grandes entradas al afortunado coliseo del Circo.

Los versos, que Picón envió a Isabel II fueron los siguientes[3]:

Señora

No hace todavía un mes,

que, tranquilo en mi conciencia,

justicia, si no clemencia

fui a implorar a vuestros pies.

Justicia y no para mí

que soy hombre y soy fuerte,

y la más contraria suerte

con mi trabajo vencí.

Para mi familia triste,

a quien hoy se la condena,

a sufrir la injusta pena

de un pecado, que no existe.

Vuestra Majestad, al ver

que mi alma estaba en un hilo,

me respondió: “Ve tranquilo

que yo sé lo que he de hacer”.

Y despidióme de de allí,

diciéndome en profecía:

“Si te hago falta algún día,

 sin dudarlo, ven a mí”,

Pues bien: mis penas son tantas,

tanto vienen a estrecharme

que no os enojéis de hallarme

otra vez a vuestras plantas.

Aquí, donde aquél que empieza

las letras a cultivar,

antes debe comenzar

a hacer voto de pobreza.

En donde el teatro hispano

vive con llanto en los ojos

de los míseros despojos

del coliseo italiano.

Donde no acude más gente

a ver castellana obra

que la gente que le sobra

al regio salón de Oriente.

Porque en él brillan los soles

de la nobleza y del trono

y se juzgan de mal tono

los teatros españoles.

 Aunque aquí y en todas partes

barómetro intelectual

de la cultura social

son las letras y las artes.

 quí, en España, señora,

donde no hay más privilegio

que para el teatro regio

que a sus hermanos devora.

 Donde tanto nos abruma

el desdén del poderoso

que llega a ser milagroso

lograr vivir con la pluma.

Donde conquisté un andrajo

de una sociedad ingrata

a un padre se le arrebata

el fruto de su trabajo.

En él están los tesoros

que cuento para vivir

y es condenarme a morir

prohibírseme Pan y toros.

 A vos, señora, y al Rey,

 probé que está protegida

mi zarzuela y garantizada

por la censura y la ley.

Y que apoyo más sereno

halla en la Historia elocuente

de don Modesto Lafuente

y del Conde de Toreno.

De vuestros labios, señora,

supe toda la verdad;

que era Vuestra Majestad

de la prohibición autora.

Y yo venero los Reyes

pero, en la presente España,

del palacio a la cabaña

del Tribunal son las Leyes.

Tan despótico atributo

sólo con mengua lo viéramos,

si, por desgracia, estuviéramos

en un reinado absoluto.

Hoy, si vuestra jerarquía

fuera común y vulgar,

no me podría privar

de mi zarzuela ni un día.

Vuestro rango sólo pudo

de lo que es mío privarme,

a vos toca repararme

y a vuestras plantas acudo.

Justicia, señora, os pido:

levantad la prohibición

y dadme indemnización

de los daños que he sufrido.

De importunos en enjambre

aumentaré, aunque os aflija,

porque a mi esposa y a mi hija

condenáis a morir de hambre.

 Pensad que, de vos, clemente,

no dudo ni aún por asomo

y que riego el pan que como

con el sudor de mi frente.

Señora, crece mi mal,

pero tengo todavía

la solemne garantía

de vuestra palabra real.

Y juzgo mi razón tanta

y tan fuerte mi derecho

que no caben en mi pecho

ni la voz ni en mi garganta.

Si vuestros augustos labios

me acusan de descortés,

aquí estoy, a vuestros pies,

para reparar agravios.

Que al noble y gran corazón

de la Reina y la señora,

hizo siempre y hace ahora

Justicia.


[1] En el manuscrito original, conservado en la Biblioteca Histórica del Ayuntamiento de Madrid, pone “vihuelas” en lugar de guitarras.

[2] No sabemos cuánto, ni tampoco si Barbieri recibió otra oferta similar.

[3] Los hemos obtenido de Casares Rodicio, Emilio (Ed). Francisco Asenjo Barbieri. Documentos sobre música española y epistolario (Legado Barbieri). Vol.2, Pág. 883-884.

No hay comentarios:

Publicar un comentario