SEB. ¡Buenos Días!, Don Hilarión! Llevo esperándole un rato y, ya pensaba que no vendría.
HIL. Pues, mire usted, Don Sebastián. La verdad es que no tenía muchas ganas. Hoy me encuentro con los biorritmos disminuidos, vamos, un poco decaído.
SEB. ¿Y eso? ¿Ha dormido usted mal? ¿Digestiones pesadas? ¿Nerviosismo? ¿Palpitaciones? Si usted quiere puedo recomendarle un buen galeno, porque … un boticario … no creo que usted lo necesite.
HIL. ¡Déjese de bromas! No me pasa nada, estoy físicamente para nota. Y si le he dicho que ando decaído, le he engañado. Sin quererlo, naturalmente, porque de verdad, lo que estoy es enfadado, molesto, disgustado … Mejor dicho, ¡más cabreado que una mona!
SEB. ¿Y eso? ¿Algún problema familiar, marital o filial? ¿Algo relacionado con el negocio: impuestos, carestía, pocas ventas, clientela incómoda…
HIL. Nada, nada, nada de eso. Estoy cabreado con la zarzuela; bueno, con la zarzuela no, con el Teatro de la Zarzuela, bueno tampoco; en realidad con algunos que van al Teatro cuando bien se podrían quedarse en su casa.
SEB. ¡Qué me dice! Me imagino que tiene que ver con algo que le ha sucedido a usted en el teatro. ¿Acierto?
HIL. ¡Hombre, pues claro! ¡Si se lo he puesto en un recipiente plano, u sea se, en bandeja!
SEB. Bueno, de acuerdo, pero deme usted detalles. Porque así, de modo global u genérico… Es mejor conocer los pormenores, las particularidades… Vaya usted contando porque, estoy seguro, que le tranquilizará. No olvide que una conversación con un amigo es casi como una confesión.
HIL. Sí, sí. Pero sin penitencia. Bien. Vayamos al relato.
SEB. Vayamos.
HIL. Hace un par de días estuve en un concierto-espectáculo que daba un cantante, actor y humorista famoso y de conocido prestigio. Y la verdad es que me divertí bastante. Efectivamente el sujeto tiene gracia, dominio de las tablas, cualidades de actor y canta, aunque no es un tenor de “primo cartelo”.
SEB. ¿Cómo? ¿El más tradicional zarzuelero, el boticario español más famoso, el defensor de nuestras costumbres más exigente? ¿Usted, Don Hilarión, pronunciando la frase “primo cartelo” ¡Si es italiano y propio de la ópera!
HIL. No se escandalice, querido amigo. Sepa usted que tengo mucho respeto por la ópera. Y de Italia me gusta, la pasta, los helados, y … las italianas. ¡Ay, las italianas!
SEB. Vale, vale. Deje usted tranquilas a las italianas que se le van a enfadar las oriundas.
HIL. Bueno, pues a lo que voy. Lo pasé bastante bien, aunque no me enteré de todos los chistes.
SEB. ¿Y eso?
HIL. Porque tenía detrás un tío grandón, con un vozarrón tan potente que podría cantar en el Bernabéu sin micrófonos. Y se le oirá hasta en la Plaza de Castilla. El tío tenía una risa, exagerada, desmedida, escandalosa, violenta y descomunal. Y, además, como se reía antes de tiempo, yo no pude escuchar los finales de las bromas, de los chistes, o de los chascarrillos, que había bastantes.
SEB. ¿Y que hizo usted? ¿Le llamó la atención?
HIL. ¿Hacer? Nada. ¿Qué se puede hacer contra una persona que se ríe en un espectáculo humorístico?
SEB. Ya, ya. Le entiendo.
HIL. Y es que, además debía medir como 1.90 y pesar más de 100 quilos. Con decirle que cuando llegó, se sentó en la butaca y ¡quedó encajado! ¡No se movió en todo el tiempo! ¡No podía!
SEB. Bueno, ¡qué se le va a hacer! Confiar en que la situación no se repita.
HIL. No, no, no. ¡Claro que voy a hacer algo! ¡Faltaría más! ¡Hasta ahí podríamos llegar!
SEB. Y, ¿puede saberse qué ha pensado usted?, porque le veo decido.
HIL. Se lo voy a decir, porque es usted un buen amigo y me guardará el secreto.
SEB. ¡Naturalmente!
HIL. Voy a dirigirme al director del teatro y proponerle que recuerde a los espectadores, por la megafonía, las normas de comportamiento que deben respetarse en el local. Será algo que no me podrá negar, porque es bueno para el teatro, para el espectáculo, para la obra y para todo el mundo. Y no me lo podrá negar porque llevo muchos años apoyando al teatro.
SEB. ¿Y qué piensa usted recomendar?
HIL. Estoy elaborando la lista. Pero, ya tengo algunas ideas. ¡Ahí van!
· No llegue tarde.
· No coma ni beba. Nada. Ni siquiera preparados medicinales.
· No le cuente a su compañero de butaca, el argumento. Ni lo que está pasando en el escenario.
· No silbe, porque está muy cerca de otros espectadores y puede molestarles.
· No cante. Quienes tienen que cantar son ellos. No es bueno invertir los papeles.
· No se cubra la cabeza. Sombreros, pamelas y tocados pueden dificultar la visión de los demás.
· No grite, no sea estridente ni ostentóreo.
SEB. Querrá usted decir estentóreo.
HIL. ¿Cómo?
SEB. Que se dice “estentóreo” y no “ostentóreo”.
HIL. ¡Qué más da! ¡Usted me entiende! ¡Y no me encalabrine, o exaspere o soliviante!, Don Sebastián, que, cada vez que me acuerdo, del sujeto ese …
No hay comentarios:
Publicar un comentario