Pan y toros. Zarzuela en tres actos de José Picón. Música de Francisco Asenjo Barbieri. Intérpretes: Yolanda Ayuanet. Carol García. Milagros Martín. María Rodríguez. Borja Quiza. Gerardo Bullón. Enrique Viana. Pedro Mari Sánchez. Carlos Daza. Pablo Gálvez. Pablo López. Equipo técnico: Dirección de escena: Juan Echanove. Escenografía y vestuario: Ana Garay. Iluminación: Juan Gómez Cornejo. Coreografía: Manuela Barbero. Videoescena: Álvaro Luna. Coro titular del Teatro de la Zarzuela (Dtor: Antonio Fauró). Rondalla Lírica de Madrid “Manuel Gil”. Orquesta de la Comunidad de Madrid. Dirección musical: Guillermo García Calvo. Teatro de la Zarzuela, de Madrid, 12-10-2022.
Al cabo de 21 años y como homenaje a Barbieri en el 200 aniversario de su nacimiento, el teatro de la calle de Jovellanos (coincidencia con el salvador de la patria en la zarzuela de José Picón) ha repuesto Pan y toros, una de las más grandes obras del género lírico hispano. Su libreto reúne elementos y personajes populares, una intriga política y una historia de amor; su música hace convivir ritmos de raíz y naturaleza popular y melodías de corte belcantista. Todo ello da como resultado una gran obra, una muestra de que se puede crear una página singular. A pesar de necesitar un reparto amplio y con importantes requerimientos vocales, no tiene las habituales romanzas para cada uno de los protagonistas. A cambio, ofrece músicas vibrantes como las seguidillas y la garbosa marcha de la manolería, la delicadeza de la romanza del escapulario, el dúo de las protagonistas (bel canto de la mejor factura, con virtuosísticas coloraturas incluidas), o el concertante final. Por si fuera poco, Barbieri construyó una obra en la que el coro (el pueblo) tiene una importancia determinante. Para ponerla en escena la Zarzuela ha organizado dos repartos, el primero de los cuales hemos tenido ocasión de escucharlo en la fecha señalada.
Yolanda Auyanet (Doña Pepita) estuvo brillante, con agudos poderosos y coloraturas espectaculares.
Carol García (Princesa de Luzán), hizo su personaje con intensidad, solvencia y cualidades vocales muy destacables. Ambas arrancaron una ovación cuando terminaron su famoso Dúo (“Quien cogida es in fraganti”). Milagros Martín, en el papel de La Tirana, dio muestra de su dominio de las tablas, a pesar de sur un personaje secundario.
Borja Quiza, fue el Capitán Peñaranda, resolvió su intervención con calidad indiscutible y tuvo un momento especial en el dúo con Doña Pepita (“¡Mi protectora! ¡Mi ángel es!”). Gerardo Bullón dio vida al personaje de Goya, que en esta propuesta escénica se convierte en protagonista importante. Enrique Viana fue el abate Ciruela, un personaje entre crítico, censor y fustigador de pocos requerimientos vocales; lo hizo con esfuerzo y profesionalidad, aunque se le notó cansado, consecuencia, quizá, de su esfuerzo la noche anterior en el espectáculo Luisa Fernanda, ya tengo Instagram, en el que está activo durante casi dos horas en el escenario. Los tres toreros, Pepe-Hillo, Pedro Romero y Costillares, a cargo de Carlos Daza, Pablo Gálvez y José Manuel Díaz, respetivamente, cumplieron sus roles de manera satisfactoria.
Todos ellos estuvieron especialmente muy acertados en la parte actoral que es larga y que está escrita en verso, algo que añade dificultad. Aquí se notó la mano (el gran trabajo, mejor dic por decirlo con mayor exactitud) de Juan Echanove, pues fue dicho con la entonación adecuada, con la acentuación precisa y alejada de esos tonillos que solemos escuchar en ocasiones. Merecieron el aplauso.
La intervención del coro excelente. Muy numeroso, sonó muy bien; es un ejemplo de preparación y de profesionalidad. Conviene no olvidar que, además de cantar de memoria (los coros sinfónicos suelen emplear partituras, aunque no les hagan falta) tienen que moverse en escena siguiendo los requerimientos de la dirección de escena.
El ballet, preparado por Manela Barbero, tiene carácter contemporáneo, lo que a algún sector del público pudo sorprender. Quizá hubo momentos en que su presencia poco añadía a la dramaturgia. Álvaro Luna fue el responsable de la videografía que proyectó, como complemento a la austera decoración, obras de Goya. Me parecieron discretas, sin buscar protagonismo.
La orquesta estuvo muy controlada por Guillermo García-Calvo, que la concertó bien con la escena y que estuvo atento a detalles de color, aunque me pareció un poco “alta”. Fue aplaudida, como todos los demás, con entusiasmo por el público que llenaba el coliseo.
Vayamos, por último, a la puesta en escena del conocido y respetador Juan Echanove. El actor madrileño, que era la primera vez que dirigía teatro lírico, ha planteado un Pan y Toros, algo gris, con un escenario circular en los dos primeros actos, que representa un coso taurino por el que se mueven los personajes y que busca retratar esa España sometida a las arbitrariedades de un gobierno inútil y opresivo. Muchos de los espectadores pudieron entrever un retrato de nuestra actual situación político-social y no les falta razón. No tengo muy claro esto de aprovechar obras líricas (o teatrales) ya antiguas para denunciar circunstancias actuales, haciendo responsable de lo que nos pasa al poder o a ciertos sectores del poder. Quizá sea interesante no olvidar que, al contrario que en otros tiempos, ahora somos nosotros quienes elegimos a los personajes a los que criticamos, cantando a lo Barbieri o recitando los versos de Luis Mariano de Larra en El barberillo de Lavapiés, aquellos de “los mismos perros con distintos collares”. Echanove ha mostrado habilidad en el movimiento de actores, a veces con masas importantes; ha conseguido de los protagonistas líricos una evidente intensidad dramática en las partes habladas, con lo que la zarzuela se ha mostrado como lo que es: teatro. No obstante, no acabé de entender el significado de los bailarines en lo más alto de la escenografía con movimientos poco menos que gimnásticos.
En cualquier caso, creo que esta lectura de Pan y toros tendrá recorrido.
Vidal Hernando
(Fotos: Elena del Real/T. de la Zarzuela).
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