Por José Prieto Marugán
Instrumentos musicales y danzas.
Al ser casi todos los cuadros de temática musical de tipo folclórico, los instrumentos que el pintor coloca en ellos son los que habitualmente se emplean en estas actividades. A pesar de que no estén reproducidos con total fidelidad, lo cual puede dar lugar a error, hemos localizado en estas pinturas los siguientes: Guitarras (A los toros, Andaluces de Jaén, Badajoz, Baile de la alpargata, Desde la ventana, Día de Extremadura, El barberillo de Lavapiés, Entre olivos, La parranda, La romería, Música en Navidad, Pero-Palo, Procesión de la Paloma, Romería en Fregenal de la Sierra, Unidos por la música); Laúd (Andaluces de Jaén, Ente olivos, Música en Navidad, Unidos por la música); Bandurria (Murcia, Pero-Palo, Romería en Fregenal de la Sierra). Acordeón (Badajoz, Día de Extremadura, Música en Navidad); Flauta y tamboril (Danza de las italianas, Fiesta en Burgos, Viva San Fermín); Tambor (Día de Extremadura, Pero-Palo, Plaza del Castillo, Viva San Fermín); Platillos (Plaza del Castillo); Violín (Unidos por la música); Castañuelas (Lanzaores); Panderetas (La parranda, Unidos por la música); Guitarrón (Unidos por la música); Trompeta (Plaza del Castillo) y Tuba (Plaza de Castillo).
Hay también una orquesta en El barberillo de Lavapiés, donde el pintor ha representado lo que parece un fagot, un clarinete, un violín, un violonchelo y una tuba.
Además de las figuras que cantan formando parte de los conjuntos que acompañan a los danzantes, hay un coro, reproducido en el cuadro Música en Navidad.
En cuanto a los bailes, podemos considerar dos grupos, los que tienen clara inspiración folclórica y los que, siendo populares, responden a una generalización mayor. Entre los que ofrecen al espectador la imagen de un baile concreto figuran: Baile de kilikis, Baile de la alpargata, Dantzaris, Danza de las cintas, Danza de las italianas, El schotis, Lanzaores. El resto no podemos identificarlos, son, para nosotros, bailes folclóricos, en su acepción más común y general.
Lo que sí nos interesa destacar es cómo Arce hace hincapié en sus obras en los movimientos de la danza, representados en los brazos y, sobre todo, en la inclinación de algunos bailarines, con los que pretende dar una imagen dinámica que se enfrenta al normal estatismo de sus otras figuras.
Los cuadros musicales.
A los toros.
Cinco personajes, dos parejas y una mujer sola, están frente a la fachada del Restaurante Los Timbales, en el número 227 de la madrileña calle de Alcalá, muy cerca de la plaza de toros de Las Ventas.
Sobre la simetría de los adoquines de la acera y los ladrillos de la pared, figuran cinco personajes, tres mujeres ataviadas con mantones de Manila que llevan a media espalda, sujetos con los brazos y dos hombres.
La relación con la música es, primero, a través del nombre del establecimiento; ya se sabe que clarines y timbales son los instrumentos empleados en las corridas de toros para avisar de los cambios de tercio y dar otras instrucciones a toreros y servidores de la plaza.
Por otra parte, la fachada presenta dos ventanas que dan la impresión de ser emplomadas. Los tres huecos entre ellas muestran sendas escenas pintadas sobre azulejos. En la de la derecha aparece un personaje, de tipo goyesco, sentado, con el pelo recogido por una redecilla que templa una guitarra.
Andaluces de Jaén.
Tres planos ofrece este cuadro de evidente sabor folclórico. El fondo, montes plagados de olivos. En el plano intermedio, la catedral de la Asunción, en Jaén y una serie de edificios, alrededor de ella, que representa el conjunto de la ciudad.
En primer plano enmarcados por dos majestuosos olivos de los que penden algunos frutos maduros, un grupo de personas bailando. El pintor, sin duda, ha querido representar un grupo de aceituneros en un momento de descanso y alegría que celebran bailando las dos parejas centrales. A la izquierda los músicos, una guitarra y un laúd, y en medio una mujer que, a buen seguro, es la que canta. A la derecha, en actitud contemplativa, tres personas, un hombre de espaldas, con la vara propia para varear la aceituna, y una mujer sentada sobre una típica manta de tiras.
Merece destacarse el detalle de los vestido,s especialmente el de la mujer con refajo azul, bordado con flores en la parte inferior, y la posición de los brazos de los danzarines, que demuestran un gran conocimiento de Arce de los bailes populares españoles.
Badajoz.
Representa el escenario de un teatro ocupado por 19 personajes que representan el folclore pacense, tanto a través de sus danzas como de los vestidos que lucen.
El escenario de un teatro ofrece la imagen de varios de los más relevantes monumentos de Badajoz, unidos en una única visión por obra y gracia del pintor. Los edificios mostrados son, de izquierda a derecha: Giraldilla, Palacio Municipal, Catedral de San Juan, Cúpula de la iglesia de la Concepción, Torre de espantaperros y, delante de todos, y en el centro del lienzo, la Puerta de Palmas
El grupo de músicos lo forman dos hombres con sendas guitarras, un acordeón, una mujer en actitud de cantar y dos hombres que también cantan.
Los otros seis personajes, en el fondo del escenario, son espectadores, aunque intervendrán más adelante en el espectáculo, y llevan trajes típicos de distintas zonas pacenses. Los tres del centro, por ejemplo, visten como las protagonistas de las “danzas de las italianas” de Garganta la Olla y los de la derecha, el traje típico de Castuera.
Los bailarines visten un traje habitualmente asociado con Badajoz.
Bailando en el Paseo de la Ermita (Aceuchal).
Aceuchal es un pueblo de la provincia de Badajoz, en la comarca de Tierra de Barros, con unos cinco mil habitantes que data del siglo XII y que debe su nombre a estar el lugar poblado de acebuches (olivos silvestres).
El fondo de la pintura parece una recreación de la ermita de Santa Ana. Delante de su puerta principal, y enmarcada por sendas farolas, bailan los lugareños. El conjunto presenta cuatro parejas bailando, dos femeninas y dos masculinas, que son acompañados por un conjunto instrumental en el que distinguimos dos panderos cuadrados, una guitarra y un acordeón, todos ellos tocados por mujeres.
Junto a ellas, una quinta mujer pudiera ser una cantaora. En el lado izquierdo, al fondo, dos hombres de pie, pudieran ser bailarines de recambio o suplentes. Una pareja contempla el baile.
El suelo está empedrado y es minuciosamente reproducido por Arce. Esta característica está presente en muchos de sus cuadros. Un detalle que nos sorprende es la ausencia de espectadores, algo habitual en las danzas folclóricas.
Baile de kilikis.
Uno de los elementos básicos de las populares fiestas de San Fermín, de Pamplona, es la llamada Comparsa, formada por cuatro grupos de curiosos personajes inscritos en la tradición de los gigantes y cabezudos. En Pamplona, los gigantes son ocho (cuatro parejas de rey y reina) de unos cuatro metros de alto cada uno que representan tanto a cuatro partes del mundo (Europa, Asia, África y América), como a cuatro razas (blanca, amarilla, moro-negra e indio-americana). Les acompañan figuras de gigantes y una pareja de japoneses.
Forman también parte del conjunto los kilikis que son seis y reciben los nombres de Barbas, Patata, Verrugón, Coletas, Caravinagre y Napoleón. Se dedican a asustar a los niños y pegarles, simbólicamente, con una especie de globos. Figuran también, por último los zaldikos, seis figuras mitad hombre, mitad caballo. Todos estos personajes hacen varios recorridos por las calles céntricas de la ciudad bailando al son de gaitas y tambores (llamados ttun-ttun). Hay constancia de la existencia de la comparsa desde el siglo XVI y los muñecos que actualmente desfilan datan de 1860.
El cuadro de Arce representa a los seis kilikis bailando en una plaza, mientras las tres reinas gigantes contemplan sus danzas estáticas. El pintor ha reproducido cada uno de los seis muñecos que bailan con seis damas igualmente vestidas con falda larga roja, chaquetilla negra, el pelo recogido en una larga trenza cogida, en su arranque, con un lazo también rojo.
Numerosos espectadores, mayores y niños, contemplan el espectáculo tanto desde los balcones como a pie en la adoquinada plaza.
Baile de la alpargata.
Es una de las pocas manifestaciones populares de
las fiestas de San Fermín que no se celebra al aire libre, pues tiene lugar en
el amplio salón principal del Casino, en la Plaza del Castillo de la capital navarra. A pesar
de su popularidad no es una actividad de masas ya que sólo pueden entrar en el
local los socios y quienes hayan sido invitados por estos.
Los pamploneses presumen de que su baile de la alpargata es el baile más tempranero del mundo, pues comienza a las 9 de la mañana, después de que ha terminado el encierro.
A pesar de su nombre, que proviene del calzado habitual de los sanfermineros hace años, no responde a ninguna danza concreta ni tiene coreografía especial; cada uno baila como mejor le parece, por parejas, de manera aislada o formando, con otros participantes, una cadena que recorre el salón de una punta a otra.
En este abigarrado lienzo, una figura femenina, al fondo de la imagen, contempla el espectáculo que forman nada menos que unos ochenta personajes en distintas actitudes de bailar, todos ellos vestidos de blanco y tocados con el típico pañuelo rojo.
Esa figura central está tiene, a izquierda y derecha, sendos guitarristas.
Baile de las cintas.
Cuadro muy sillar a Danza de las cintas, citado más abajo. Hay pequeñas diferencias en el número de personajes y de los instrumentistas, entre las más desatacables la ausencia de sacerdotes y del estandarte de la Virgen.
Dantzaris.
En el folclore vasco-navarro, la danza de cintas (Cinta dantza) suelen ejecutarla nueve personas. Una de ellas, hace de capitán o capitana y comienza dando unos pasos en solitario, tras los cuales sus compañeros comienzan a trenzar las cintas alrededor del palo. La segunda parte del baile produce los movimientos contrarios para destrenzar las cintas.
En primer plano siete dantzaris ejecutan una típica danza de cintas. Son cuatro mujeres y tres hombres. Ellas ataviadas con falda roja, sobrefalda blanca, corpiño negro, y cabeza cubierta con un pañuelo blanco anudado en la nuca. Ellos visten un bordado pantalón a media pierna, medias de lana, camisa blanca, gorra roja y un fajín azul en la cintura. Las mujeres calzan zapatillas sujetas con cintas hasta la pantorrilla.
Detrás de la mujer del centro se adivinan los hombres que sostienen el palo del que salen las siete cintas.
A juzgar por la disposición de las cintas, el baile está comenzando o terminando, pues no están enrolladas ni trenzadas, como es habitual en este tipo de danza.
La fachada que sirve de fondo es la del Ayuntamiento de Pamplona, lleno de personas, pues el cuadro se ambiente en las fiestas de San Fermín.
Obsérvese el detalle de la sombra de las zapatillas de los dantzaris, destacado así para dar idea de ese paso específico que ejecutan estos danzantes dando un salto con las piernas juntas.
Danza de las cintas.
La danza de cintas es muy popular y está presente en varias regiones españoles y países hispanoamericanos. Siempre resulta espectacular y bella y requiere gran habilidad del conjunto de bailarines para que las cintas se enrollen en el sentido y orden adecuados que permita su perfecta vuelta al origen cuando se deshacen los movimientos.
La vistosa y colorista pintura representa la danza de las cintas del típico y bello pueblo salmantino de La Alberca, que se ejecuta durante el Ofertorio a la Virgen de la Asunción, el 15 de agosto.
El cuadro está dividido, horizontalmente, en dos partes bien diferenciadas. La parte superior y del fondo, la ocupa toda una balconada en la que se sitúan algunos espectadores.
Bajo ellos y también en el fondo, otro amplio grupo de espectadores. En el centro, la imagen de la Virgen en un trono, delante del cual se encuentran dos monaguillos revestidos de rojo y con roquete blanco. A la izquierda del espectador, la derecha de la imagen, una mujer y dos hombres visten los trajes típicos de la zona; a la derecha delante de la manga (de color amarillo) y un estandarte representando un retrato de la Virgen de color azul sobre fondo blando. Delante de ellos, sendos curas, cubiertos ambos con bonete negro. Uno viste sotana, también negra, el otro va revestido con capa pluvial amarilla. El resto de los personajes son gente del pueblo que contempla la danza.
El grupo central lo forman dos hombres que soportan una amplia guirnalda, curvada, de cuyo centro penden ocho cintas de colores, cada una de las cuales está sujeta por una mujer bellamente vestida con sus coloristas refajos, con sus magníficos mantones de Manila y cubiertas con sendas tocas. Acompaña la danza un músico que toca un tambor y sopla una gaita. La supervisa un hombre, en el centro de la imagen.
Como en otros cuadros de Arce, destaca el detalle del empedrado de la plaza , paciente trabajo del pintor, casi de orfebrería.
El cuadro tiene mucha fuerza, gracias al brillante colorido de las danzarinas que están ejecutando el comienzo de la danza.
Danza de las italianas.
Se celebra en la localidad de Garganta la Olla (Cáceres) los días 2 y 3 de julio, coincidiendo con la festividad católica de la Visitación de la Virgen María a su prima Santa Isabel.
La danza es ejecutada por ocho muchachas, que han de ser solteras, a las órdenes de un maestro al que se le da el nombre de “bailaor”. Las protagonistas forman dos filas de a cuatro. Las que ocupan el primer lugar se llaman “madres”; las segundas “trasmadres”; las terceras “poses” y las últimas “rabeonas”.
Las italianas, cuando bailan delante de la Virgen lo hacen siempre hacia atrás, nunca le dan la espalda. Las danzarinas recorren las calles del pueblo en busca de los cuatro mayordomos y luego se dirigen a la iglesia donde hacen diversas ofrendas. Las ropas vestidas por las “italianas” son distintas según se trate de la víspera o del día de la fiesta mayor.
Acompañan a la danza gaita y tamboril, tocados por un único ejecutante, además de las castañuelas que tocan el maestro y sus bailarinas. La música es uniforme, rítmica y monótona, sin variación alguna, pero la coreografía, a pesar de su aparente sencillez, resulta muy elaborada.
El cuadro de Arce representa la plaza en la que se encuentra el Ayuntamiento y no la puerta de la Iglesia, donde las italianas tienen una de sus paradas obligatorias. En el fondo, subidos en un balcón, varios espectadores entre ellos un cura con sotana.
Ya en el suelo, al fondo, otros espectadores que se confunden con la imagen religiosa (por cuestiones de perspectiva), portada por sendos hombres que enmarcan al músico de la gaita y el tambor. Mas espectadores, en el centro del cuadro contemplan la danza en la que figura en primer término, el maestro, y en las dos filas tradicionales las “italianas”. Visten éstas el traje de la fiesta mayor, fundamentalmente blanco, tocados con el gorro del espejo.Es curioso que el gorro lleve un pequeño espejo entero (no visible en el cuadro, pues las danzarinas están de espaldas); quizá tenga el mismo significado que el que lleva el típico y elaborado sombrero de Montehermoso (Cáceres) que tiene que ver con la situación familiar de la mujer: soltera, casada o viud
a.
Danzantes
de Anguiano.
Anguiano es un pequeño pueblo de la Rioja Alta, muy conocido por una singular tradición: la Danza de los zancos, de la que se conocen noticias históricas desde 1603. Actualmente se celebra, varias veces al año en tres ocasiones: el domingo anterior a la Ascensión, con ocasión de las fiestas de la Magdalena (en el mes de julio) y en las Fiestas de Acción de Gracias en septiembre.
La danza original es ejecutada por ocho personas, apoyadas en zancos de unos 50 centímetros de alto, vestidos con una falda de vuelo (que se hinchará con el baile), camisa blanca bordada y con un colorido chaleco. Llevan castañuelas que hacen sonar al tiempo que bajan, girando sobre sí mismo, una empinada y empedrada cuesta. Les acompaña música de gaita y tamboril. Al final del recorrido, los danzantes son recogidos por quienes les esperan (normalmente antiguos danzadores). Si un Danzador se cae durante su bajada, se considera señal de mala suerte.
En el cuadro de Arce son cinco los danzantes, ataviados son sus trajes típicos y haciendo sonar sus castañuelas.
Desde la ventana.
Cinco niños, tras dos grandes ventanales contemplan un baile de ambiente andaluz aunque de carácter familiar, o cuando menos festivo. Los protagonistas son once personajes, simétricamente colocados, En el centro, al fondo, un cantaor, a su lado dos personajes acompañan con palmas y guitarra. Más hacia el centro y haciendo corro a la pareja que baila, otros dos también palmean y jalean.
La vestimenta de los acompañantes es, digamos, normal, no representan los típicos atuendos de los flamencos de tablaos; quizá sea una excepción el palmero del fondo con su camisa de lunares. Lo que llama la atención es el atuendo de la bailaora: una falda rosa y dos grandes tirantes cruzados sobre el pecho del mismo color, y no la tradicional bata de cola o el vestido de volantes.
Un detalle muy curioso es el cuadro que preside el patio y que representa una pareja de ancianos, quizá sean los abuelos de los adultos presentes, quizá los antiguos dueños de la casa.
Todo el cuadro es simetría, aunque opuesta en la colocación de las figuras. Incluso el solado ajedrezado.
Día de Extremadura.
Quienes conozcan los pueblos principales de la provincia de Cáceres, advertirán a primera vista que el aquí representado es Trujillo. Se identifica tanto por la silueta en negro de la estatua central como por la Iglesia de San Martín de Tours con sus dos torres distintas. La de la izquierda toda de fábrica y de planta cuadrada, alberga las campanas, y la de la derecha, un chapitel abierto, alberga un gran reloj (no reproducido en el cuadro) en una de sus caras. También alberga una campana.
Arce ha elegido la Plaza Mayor de Trujillo (Cáceres) para ambientar la fiesta con que se celebra el Día de Extremadura (8 de septiembre) para pintar un cuadro de gran formato en el que todo es alegría y festejo. Adornando la barandilla que circunda el centro de la plaza, se pueden ver banderas de España y Extremadura.
Las golondrinas y las nubes aumentan el carácter festivo del lienzo. También ha pintado el artista tres cigüeñas. Estos son elementos habituales en las pinturas de Arce
En el centro se siluetea la figura a caballo de Francisco de Pizarro, colonizador del Perú y originario de Trujillo como es sabido. Alrededor de él unas mujeres, enlazadas y ataviadas con uno de los trajes típicos extremeños, con sus vistosos refajos y sus pañuelos “de cien colores”, danzan a su alrededor, al ritmo marcado por dos tambores que se sitúan en primer plano y a la izquierda. Otras parejas en segundo plano, también bailan.
También lo hacen sobre un tablado situado tras la estatua de Pizarro, cuatro parejas ataviadas con traje típico de Badajoz y acompañados por un grupo de cantantes e instrumentistas, entre los que destaca un acordeón y una guitarra.
El barberillo de Lavapiés.
Zarzuela en tres actos, en verso, escrita por Luis Mariano de Larra, con música de Francisco Asenjo Barbieri. Se estrenó en el Teatro de la Zarzuela, de Madrid, el 19 de diciembre de 1874. La obra desarrolla una historia de amor ambientada en el Madrid de intrigas políticas de Carlos III, en el que una conspiración trata de derribar al ministro Grimaldi, favoreciendo al conde de Floridablanca, protegido de la Infanta María Luisa. No falta, además, un cuadro de costumbres del Madrid de la época centrado en el popular barrio de Lavapiés.
El cuadro de Arce representa un teatro en el que se ofrece la obra de Larra y Barbieri. En el centro, la orquesta, con su director al frente; a ambos lados tres palcos y en el escenario un gran número de personajes que dan vida a diversas escenas de la zarzuela. En primer plano, toda una fila de goyescos recrean el ambiente general de la zarzuela, tres de ellos, en el centro, bailan.
En segundo plano tres muchachos, vestidos de negro, con fajín rojo y tocados con un bicornio negro, bailan representando el célebre número del primer acto conocido como “Jota de los estudiantes”; les acompañan, detrás, tres guitarristas. A la derecha, dos hombres, don Luis y don Juan, personajes principales de la zarzuela, acompañan a la Marquesita en el célebre terceto, número también del primer acto. Más a la derecha, dos barberos atienden en la calle a sendos clientes, sin duda son retrato del famoso Lamparilla.
En el fondo, en su extremo izquierdo, dos mujeres sostienen una prenda de vestir blanca: es la referencia al célebre coro de las costureras, el número del camisón del tercer acto. Por último, una fila de siete personajes goyescos insisten en el ambiente general del cuadro.
El huésped del Sevillano.
Zarzuela en dos actos, escrita por Juan Ignacio Luca de Tena y Enrique Reoyo, con música de Jacinto Guerrero. Se estrenó en el Teatro Apolo, de Madrid, el 3 de diciembre de 1926. Cuenta la historia de amor entre el cortesano Juan Luis y la bellísima judía toledana Raquel, hija del más famoso espadero de la Ciudad Imperial. Raquel es raptada por el Conde Don Diego que la esconde en el célebre Mesón de El Sevillano. Hasta allí llegará Juan Luis, gracias a los buenos oficios de su criado Rodrigo, liberará a la muchacha y ambos serán felices. La zarzuela es uno de los grandes títulos del género gracias tanto a sus romanzas como a los números de conjunto ambientados en el patio del mesón.
El cuadro, que ha servido de portada para el libro de quien firma estas líneas, dedicado al estudio y análisis de esta obra de Guerrero, muestra diversos momentos de la zarzuela que los conocedores del género sabrán identificar sin problema. A la derecha del todo, el comienzo, con los dos personajes templando una espada en la forja. Junto a ellos, vestido de azul y con el acero en alto, Juan Luis canta el muy célebre “Canto a la espada toledana”, romanza apreciadísima entre los tenores. A la izquierda, cuatro mozas, portadoras de sendos cántaros, escuchan, junto a la fuente, la fantástica narración de Rodrigo, el escudero de Juan Luis que dice haber jurado casarse con la moza más fea que encuentre. En el centro del cuadro, dos encapuchados, secuaces del conde don Diego, encargados de secuestrar a la bella Raquel, que figura aquí retratada, con trenzas, junto a su padre, el célebre Maese Andrés Munestein.
El plano del fondo nos sitúa en el Mesón del Sevillano. A la derecha, tres personajes juegan a las cartas; en el centro, una joven rubia, Raquel, libre ya de sus captores, baja la escalera, feliz. A la derecha, por último, una muchacha, Constanza, la moza del mesón, sirve a uno de los huéspedes que es, nada menos, que Miguel de Cervantes, que confiesa estar escribiendo la historia de una criada a la que, por su elegancia y distinción, ha confundido con una gran señora. La novela se titulará La ilustre fregona, y es la historia de la propia Constanza.
El schotis.
El chotis, escrito de ésta, o de cualquiera de las varias formas en que podemos encontrarlo por ahí (schotis, chotís…), es el baile propio de Madrid, aunque no sea originario de esta ciudad. Este baile de ritmo binario y de carácter lento, que según los cánones madrileños ha de ejecutarse bien “agarrao”, nace de una danza cortesana y data de mediados del siglo XIX. Los diccionarios técnicos de música que hemos consultado la hacen proceder de Escocia, probablemente por su nombre, aunque también citan su presencia en Francia, Inglaterra e incluso Alemania, país en el que tomaría el nombre de polca alemana. Al parecer la primera vez que se escuchó y bailó en Madrid fue el 3 de noviembre de 1850 durante una fiesta celebrada en el Palacio Real. El chotis, o chotís como gustan decir algunos madrileños, fue acercándose al pueblo que lo hizo suyo y le dotó de esa personalidad peculiar que tiene.
Manuel Gómez Arce ha dado este título a un cuadro que representa una bella vista de la Plaza Mayor de Madrid, desde el interior de uno de sus soportales. El fondo constituido por la perfecta simetría de los edificios que forman parte del perímetro de la plaza representa, en la visión del artista, la llamada Casa de la Panadería, como lo atestigua el escudo central. También ha reproducido el pintor, en el centro, la estatua ecuestre de Felipe III.
Luego, varios personajes todos ellos ataviados con la ropa típica de los madrileños. Bailan cuatro parejas, dos en el centro brillantemente vestidas y otras dos confundidas entre el resto de personajes. En el cuadro central el organillo, el famoso piano de manubrio que es representativo de Madrid y que, como el chotis, tampoco es de origen madrileño. Llama la atención, también un pequeño grupo de cuatro personas, tres mujeres y un hombre, alrededor de un vendedor de los típicos dulces capitalinos, los barquillos que lleva en el interior de la preciosa barquillera adornada con la reproducción del oso y el madroño que figuran en el escudo de Madrid. No falta, junto a la columna de la izquierda, un hombre ataviado con la típica capa.
El cuadro, en general, respira alegría y vitalidad, el ambiente es de fiesta y la mayoría de los personajes han sacado de armarios y baúles lo mejor de su vestuario, los más elaborados mantones de Manila, las chaquetillas ajustadas, las gorras, los pañuelos al cuello, …
Entre olivos.
Además de los olivos, la presencia del Castillo o Alcázar de Santa Catalina, nos permiten conocer que el artista ha pintado el campo de Jaén. Por otra parte, el título del lienzo resulta en sí mismo suficientemente orientativo.
En el espacio central, circundado por cinco grandes olivos, se nos ofrece una escena campestre con varias figuras en actitudes diversas.
La música está presente en este baile popular, sólo hay que fijarse en las posiciones de los brazos. Son tres parejas ataviadas con ropajes distintos, representativos, probablemente, de varias zonas jienenses. Amenizan la jornada un par de músicos que tocan guitarra y laúd y una dama, de falda azul y tocada con una pañoleta roja, canta.
Además, un joven y una muchacha, a la izquierda en primer plano, hablan; un hombre y una mujer a lomos de una caballería llegan al lugar y otra pareja, a la derecha, contempla las evoluciones de los bailarines.
Sólo hay dos personas trabajando, a la izquierda; él varea las olivas y ella las recoge de una manta de tiras.
Fado en el Mayestic.
El Mayestic es un café histórico de la
ciudad portuguesa de Oporto, punto de encuentro de intelectuales, artistas y
escritores decorado al estilo “Belle Époque”
En en cuadro de Arce un cantante, situado en el ángulo inferior derecho y vestido de verde, canta, acompañado de dos instrumentistas una guitarra y la llamada “guitarra portuguesa”, instrumento desarrollado a partir del siglo XVIII con seis cuerdas dobles.
En la pintura se observa que ninguno de los personajes que están en el local hace el menor caso a la música.
Fiesta.
Seguramente estamos ante la celebración de una Fiesta Mayor, o cuando menos, un festejo importante. Se advierte por la presencia de Gigantes y Cabezudos, personajes habituales de estas celebraciones.
Sólo tres son los músicos: dos tocan la dulzaina y uno el tambor o tamboril.
Todos los personajes están ataviados con trajes propios de su entorno.
El edificio que domina todo el cuadro, a pesar de no estar en el primer plano es el Muso Casa Botines , de Gaudí, en León.
Fiesta en Burgos.
Dos gigantones, hombre y mujer, vestidos con trajes típicos, en el primer plano, centran esta estampa festiva de la capital castellana. Alrededor de ellos, una serie de personajes contemplan la escena; son familias, casi todas ellas con niños, y un par de parejas de mujeres solas.
La escena musical que hemos de destacar es un grupo de cuatro personas, situado a la izquierda, formado por una pareja de baile, vistosamente ataviada, que danzan al son de la dulzaina y el tambor.
El fondo del cuadro representa el famoso y magnífico Arco de Santa María, que da acceso a la plaza donde se encuentra la Catedral. El impresionante arco data de los siglos XIV-XV.
Fiesta en la Vera.
El fondo de este cuadro es prácticamente el mismo que el del dedicado al Pero-Palo: la plaza de Aniceto Marinas, centro de la localidad cacereña de Villanueva de la Vera.
En esta ubicación y dentro de las acciones propias de la fiesta del Pero-Palo se desarrolla esta acción conocida como Jura de la Bandera. Consiste es “bailar” la enseña, de antigüedad notable ya que se dice de ella que fue tomada a los moros, haciendo con ella distintos movimientos para mostrar la habilidad del que la baila. La actividad puede ser realizada por cualquier hombre entre los presentes. Cuando la ejecución ha sido pobre o cuando algunos la consideran suficiente, se agachan y se arriman al bailador para hacerle parar y tomar la bandera.
El atractivo espectáculo es contemplado por todo el pueblo y visitantes. Tres tambores marcan el inicio y el final de esta actividad. Delante de ellos, una especie de rondalla (sólo distinguimos dos guitarras) dan soporte instrumental a un grupo de ocho mujeres que bailan, ataviadas con los típicos mantones.
Goyescos en el Retiro.
Enmarcado por un atractivo entorno vegetal, formado fundamentalmente por castaños de indias, se yergue el magnífico edificio del Parque del Retiro madrileño conocido como Palacio de Cristal. Es una brillante construcción de hierro y cristal, levantada en 1887 con motivo de la Exposición de las Islas Filipinas que se celebró ese año en la capital. Fue su arquitecto Ricardo Velázquez Bosco, que se inspiró en el Crystal Palace londinense, y contiene decoraciones cerámicas de Daniel Zuloaga. La impresión que causó este palacio fue tal que se dijo de él que era una “catedral de vidrio”
Frente al palacio se encuentra un lago artificial y una gran pradera sobre la que Arce ha colocado una quincena de personajes goyescos en actitudes diversas. El grupo central es copia de El pelele, cartón goyesco de 1791. La pareja de la izquierda, primer plano, reproduce el célebre cartón El quitasol 1777). En el plano medio, a ambos lados, sendas parejas convenientemente ataviadas. Y en el primer plano, a la derecha, cuatro personajes bailan, lo que les convierte en el motivo musical de este bellísimo cuadro.
La filarmónica.
Durante muchos, muchísimos, años, las bandas de música han sido elemento fundamental en la difusión de la música por pueblos y ciudades. Bandas de distintos tamaños, desde las más modestaa a las grandes formaciones de algunas ciudades, estos conjuntos no sólo alegraban, y alegran, a las gentes sino que son además, centros de enseñanza. Centros donde los niños aprenden los primeros rudimentos del solfeo y donde comienzan a enfrentarse a las grandes dificultades que supone tocar un instrumento musical.
Con su director al frente, la banda, aquí denominada La Filarmónica, los músicos uniformados y en correcta formación están entrando en la plaza de un pueblo. Los primeros, bombo y tambor; tras ellos, un trombón de varas y dos tubas y al fondo del todo, lo que parecen ser dos clarinetes.
En los balcones las gentes se asoman, para ver pasar a su banda.
La octava del Corpus.
La fiesta del Corpus (en latín Corpus Christi) es una de las grandes celebraciones de la Iglesia católica para celebrar la Eucaristía. Es una festividad variable en el calendario. Se celebra a los 60 días después del Domingo de Resurrección. Hasta el folclore castellano reconoce esta singularidad cuando dice: Tres días hay en el año que relucen más que el sol: Jueves Santo, Corpus Christi y el día de la Ascensión
La “Octava” del Corpus se celebraba el jueves siguiente al Corpus desde 1294, pero la celebración religiosa fue suprimida en1960 durante el papado de Juan XXIII. Sin embargo, en muchas localidades españolas continúa celebrándose, como actividad laica.
El cuadro de Arce está inspirado en el pueblo de Peñalsordo (Badajoz) y representa un gran desfile popular. Ataviados con lujosos ropajes, personas a pie y a caballo, enjaezados con lujos arneses y monturas, desfilan por las calles de pueblos y aldeas.
Aunque no hay representación musical concreta que podamos destacar, bien pudiera ser que los cuatro hombres a pie que nos dan la espalda estén practicando alguna danza, mientras acompañan al individuo central, que enarbola una espada.
Las gentes del pueblo, en la calle y en los balcones ven pasar la comitiva. Una casa está cerrada; quizá sus moradores estén ausentes.
La parranda.
Zarzuela en tres actos, con libreto de Luis Fernández Ardavín y música de Francisco Alonso, estrenada en el Teatro Calderón de Madrid, el 26 de abril de 1928. Ambientada en Murcia, es la historia de un amor que ha de vencer graves dificultades para consolidarse. Aurora trabaja en un taller de alfarería, es amada por Miguel, el encargado, y asediada por Manuel, el dueño del alfar. Miguel se enfrenta a Manuel y es despedido. Al cabo de un cierto tiempo, Miguel, convertido en agricultor, insiste en su interés por Aurora pero ésta no puede acceder a sus deseos porque guarda un grave secreto: ella fue casada, sin su consentimiento, con un hombre que fue encarcelado el mismo día de la boda por dar muerte a un hombre, Cuando llega la noticia de que el marido ha muerto en prisión, Aurora puede casarse con Miguel, delante de todos y sin tener que avergonzarse de su amor al honrado huertano.
Este cuadro, también portada del libro firmado por José Prieto Marugán que estudia esta zarzuela, reproduce en un ambiente paisajístico que pretende llevar al espectador la idea de la huerta murciana, los más importantes momentos musicales de la obra.
El coro de huertanas ocupa el primer plano y muestra un grupo de mozas bailando. En segundo plano, a la derecha, presenta al personaje de Don Cuco, ofreciendo sus mercancías en un tenderete; el número musical al que corresponde esta imagen es el célebre terceto cómico, protagonizado por este buhonero, y la simpática pareja humorística formada por Carmela y Retrasao.
En el centro de la imagen, a la puerta de la iglesia, la boda de los protagonistas y entre ellos y el carro de las baratijas de don Cuco, un cortejo festivo que celebra el enlace. Le acompañan unos músicos, dos panderetas y una guitarra, y lo presiden unas mujeres con las ofrendas a la novia. Delante de ellas, tres monaguillos buscan las monedas que, discretamente, deja caer el padrino.
A la izquierda, en el plano central, y junto al cura, dos parejas traen a la memoria el coro de botijeros y alfareras. Tras ellos se representa el alfar en el que un hombre, Miguel, saca una jarra del horno y dos mujeres, una de ellas Aurora, pintan y terminan la cerámica recién hecha.
Por último, al fondo a la derecha, sobre un montículo presidido por un calvario, cuatro hombres y cuatro mujeres, rezan; es el famoso número conocido como “salve de auroros”, momentos de especial intensidad musical de la zarzuela basado en el folclore murciano y que recuerda los populares rosarios de la aurora de otros lugares españoles.
La romería.
Es uno de los cuadros de Arce con mayor número de planos, lo cual le confiere una profundidad no habitual en su pintura. Refleja una romería popular con motivo, quizá, de la festividad de San Isidro cuya imagen aparece retratada en el centro del cuadro, al fondo de la tela, portado a hombros sobre unas andas y rodeado de personajes. en la puerta de la ermita. Delante de él un portador del estandarte acompañado de varias mujeres ataviadas con trajes que recuerdan al habitual de Badajoz.
En diversos grupos aparecen niños jugando, ajenos a la procesión que se desarrolla a su alrededor.
La presencia de la música aparece en el primer plano y está formada por tres parejas, ricamente ataviadas, que danzan acompañados por un grupo en el que aparecen dos mujeres cantando y tres instrumentistas, dos guitarras y un acordeón.
Lanzaores.
Reciben el nombre de “lanzaores” los bailarines que rinden tributo a la Virgen de la Salud en el pueblo de Fregenal de la Sierra (Badajoz).
El día 31 de agosto, el tambor recorre las calles del pueblo preparando a los vecinos y anunciando la celebración de la importante festividad. El día 8 de septiembre, estos danzantes, ponen el punto final a la misa de alba, ejecutando una peculiar y antigua danza, se dice que de origen celta, delante de la imagen por las calles del pueblo. Durante varias horas los danzantes ejecutan una y otra vez los pasos de su danza que homenajean y rinden pleitesía a la madre de Dios.
El cuadro de Arce está presidido por la imagen de la Virgen, encaramada en sus andas procesionales bellamente adornada con flores, y enmarcada por dos frondosos árboles. Delante de ella el artista ha pintado a los “lanzaores”, un grupo de ocho danzantes –hombres- que dan la cara al espectador. Van vestidos con falda y camisa blancas, adornados con fajín y banda rojos y la cabeza cubierta de curiosos gorros de colores, que sólo cubren la frente y los laterales, pero no la parte superior del cráneo. Dirige la danza un maestro, representado de espaldas al espectador, vestido como sus compañeros aunque banda y fajín son de color verde. No figura en el lienzo el tamboril, instrumento que acompaña a la danza.
Madrid.
Vista aérea de la Plaza Mayor de Madrid, desde la calle de Gerona, que aparece en primer plano. Es una de las más bonitas de España y de Europa. Nació hacia el siglo XV como centro de comercio diverso y sin urbanizar; simplemente como un espacio abierto fuera de las murallas que en la Edad Media rodeaban y protegían la Villa. Los Reyes Católicos ordenaron un poco el lugar, pero fue Felipe II quien determinó la fisonomía de la plaza que, básicamente, es la que hoy conocemos, a pesar de los tres graves incendios que ha sufrido (1631, 1672 y 1790).
Una vez más muestra Arce, con este lienzo, la minuciosidad y detalle de su trabajo. No hay más que fijarse en el detalle de los balcones, de los tejados, del empedrado, de las numerosas casas que rodean a la Plaza…
En el interior de la magnífica plaza, hay un par de parejas bailando, razón por la que este cuadro figura en estas páginas.
Melenchones.
Aunque la palabra “melenchón” no está incluida en nuestro Diccionario, se le da este nombre a un baile típico de la provincia de Jaén. Se baila alrededor de una lumbre, en las fiestas de San Antón. Sus letras son letras humorísticas y picarescas, y giran sobre la vida familiar y las relaciones amorosas.
El cuadro, de una perfecta simetría sitúa a los bailarines en el centro de un espacio frene a la ermita del santo. Son una pareja de adultos, vestidos con los mejores trajes de fiesta. Un grupo de niños ejecutan una danza circular alrededor de los adultos.
Murcia.
Teniendo como fondo la fachada principal de la Catedral de Santa María, el cuadro representa un baile folclórico observado por varios espectadores. Aunque no sabemos cuál es el motivo, posiblemente se trate de alguna danza propia de alguna festividad o celebración popular de la ciudad.
Hasta cuatro parejas elaboran los pasos de la danza cuya música ejecuta un grupo formado por dos cantantes y dos instrumentistas que tocan, respectivamente, una bandurria y una pandereta.
Como es habitual los personajes retratados lucen magníficos y coloristas trajes típicos. Los niños, como también es frecuente en la pintura de Arce, están junto a sus padres, ajenos a la celebración retratada, más pendientes de sus juegos y entretenimientos.
Música en Navidad.
Ya hemos dicho que la simetría es una característica evidente de la pintura de Manolo. Sus cuadros, en general, están claramente planificados y el espacio del lienzo distribuido con uniformidad a ambos lados de uno o varios ejes.
En este caso, la simetría es evidente. El teatro que representa al lienzo es tan exacto a ambos lados del eje central que si lo dobláramos por la mitad, coincidirían columnas, adornos, butacas, los abetos de la escena… casi perfectamente.
Un grupo de espectadores llenan el teatro y escuchan el concierto de villancicos, que ofrece un amplio grupo folclórico, vestido a la manera de Badajoz. Forman el grupo más de veinte individuos que cantan. Tres, de ellos, además, tocan pandero, laúd, acordeón y guitarra.
Los componentes se distribuyen en tres grupos: unos niños, con diversas ofrendas de la tierra en sus manos (la niña del centro lleva un cordero), un grupo de cantantes al fondo, todos vestidos de blanco, y otro grupo, en el están los instrumentistas, en el que también figuran otros personajes. Quizá éstos sean los bailarines del grupo, pero en esta ocasión y por la naturaleza del acto representado, se limiten a cantar.
Músicos en la Plaza Real.
El cuadro representa LA Plaza Mayor de Barcelona
En el centro se puede ver un trío de músicos ambulantes, que tocan violonchelo (o quizá contrabajo), guitarra y clarinete.
Salvo los dos niños reproducidos, los demás espectadores, rodeando a los músicos, parecen escuchar la música, aunque, eso sí, con distinto grado de atención.
Este cuadro está ambientado en una popular plaza de Barcelona, en la que destaca la simetría del edifico del fondo,
Noche de San Juan.
En la plaza del pueblo de Aceuchal (Badajoz), al
pie de una torre monumental de piedra, una rondalla preside el conjunto del cuadro. Tocan panderos cuadrados, una guitarra y un acordeón. Junto a ellos un grupo de cantores.
Y en el ángulo inferior derecho otros tres músicos parecen acompañar al personaje que salta sobre el fuego, como manda la tradición.
Palacio de la música.
Construido entre 1905 y 1908 por el arquitecto Lluís Domènech i Montaner, como sede del Orfeó Catalá el Palau de la Música Catalana es una de las salas de concierto más espectaculares del mundo por su estilo modernista. Está situado en Barcelona, calle Palau de la Música, 2 y fue inaugurado el 9 de febrero de 1908. Desde entonces ha sido, y es, uno de los centros musicales más importantes de Barcelona.
La sala principal, como el resto del edificio, son verdaderamente espectaculares. El cuadro de Manuel Gómez Arce reproduce el rellano de la escalera principal, mostrando, a derecha e izquierda, los arranques de los dos tramos simétricos que conducen al piso alto. En el fondo destacan las artísticas vidrieras y las dos lámparas que enmarcan el ornamental motivo centra.
El ambiente es de elegancia en las seis parejas que lo protagonizan. Ellas con vestidos largos y ellos de etiqueta (obsérvese la raya lateral del pantalón). Llama la atención la dama que baja por la derecha que viste el típico quimono japonés. Pero aún sorprende más la presencia, en primer plano de tres mujeres solas, que, aún elegantemente vestidas, nos recuerdan más a las típicas mujeres del pueblo que suele pintar Arce.
Dos símbolos musicales ha colocado el pintor en este cuadro de distinguido ambiente social: una lira, en el centro de la alfombra del rellano, y un logotipo del local formado por un escudo enmarcado en un arpa.
Obsérvese el extraordinario detalle de las vidrieras del fondo.
Pero-Palo.
La fiesta del Pero-Palo es una celebración propia y exclusiva del pueblo cacereño de Villanueva de la Vera (Cáceres) que se celebra los días de carnaval. Aunque su origen se desconoce, existen pruebas documentales de su existencia durante los tiempos de la Inquisición y su fama ha trascendido las fronteras provinciales e incluso nacionales.
En este cuadro, de fuerte sabor popular, el pintor ha retratado no solo una escena de la fiesta, sino el entorno en que se produce. El fondo está dividido en tres partes verticales, cada una de las cuales, ofrece al espectador la riqueza floral de los balcones veratos. En ellos se colocan los espectadores de las distintas actividades que forman la fiesta, viéndolas desde un lugar privilegiado.
En el primer plano, a la izquierda, aparece el Pero-Palo, un muñeco con cuerpo de paja que no se sabe a quien representa; para unos es un bandolero que asoló la comarca en aquellos tiempos remotos exigiendo tributos materiales, y hasta mujeres, a los pacíficos pueblerinos; otros le identifican con un judío, considerado, por tanto, enemigo tradicional de los cristianos. En cualquier caso, el Pero-Palo fue detenido por los vecinos, hartos de sus fechorías, juzgado por el pueblo, condenado a muerte, paseado para vergüenza y escarnio por las calles del pueblo y, finalmente, ajusticiado. La escena representa uno de los “paseos” que sus partidarios –que también los tiene– le dan por las calles de la villa.
En el centro, se muestra lo que llaman allí la “jura de la bandera”, consistente en que los hombres demuestran su habilidad ejecutando pases y dibujos con una gran bandera. La tradición manda que quien va a ser “capitán”, equivalente a mayordomo, de las fiestas del año siguiente sea el último en bailar la bandera, que es de origen árabe.
La música no puede faltar en esta fiesta popular y aunque no es muy variada, ésa es la verdad, la representan esa rondalla formada por guitarra y bandurria y ese tamborilero que, con un sonido machacón acompaña al Pero-Palo durante sus desfiles por el pueblo.
Una vez más llama la atención en el lienzo el detalle de las vestimentas femeninas, esos refajos amarillos, los mantones ricamente bordados y, sus detalladísimos flecos.
Plaza del Castillo.
Ese es el nombre de una plaza situada en el centro de Pamplona que sirve de marco para los principales acontecimientos de variado tipo de la ciudad. Debe su nombre a que en ella hubo, en el siglo XIV, un castillo que desapareció en 1540. Hubo también un convento, y llegó a utilizarse como plaza de toros.
El lienzo del pintor pacense representa una parte de esta plaza, incluido su templete central, durante las fiestas de San Fermín.
Llaman la atención en el cuadro los edificios que cierran el espacio, de variados colores, y múltiples balcones, en los que, sin embargo, no se ve personaje alguno. Quizá se deba a que los sanfermines son fiestas callejeras, participativas y no contemplativas.
Como es habitual, en el retrato se ven familias, niños alrededor de dos cabezudos y varias parejas que bailan la típica jota navarra, interpretada por un grupo musical formado por una trompeta, un bombardino o tuba, unos platillos y un tambor.
Procesión de la Paloma.
La Virgen de la Paloma es la advocación mariana madrileña más popular y aunque no es la patrona de la Villa y Corte (lo es la Virgen de la Almudena) es la que provoca más devoción en las gentes de la capital.
La historia de esta imagen es curiosa y sorprendente. Es un cuadro, no una estatua como suele ser habitual, que representa a Nuestra Señora de la Soledad. En 1791 el lienzo, de autor desconocido, estaba en la calle de la Paloma, en el barrio de La Latina. en manos de unos niños que jugaban con él. Una vecina devota, llamada Isabel Tintero, lo rescató y tras limpiarlo y enmarcarlo, lo colocó en una hornacina en el portal de su casa. A partir de ese momento, la imagen despertó el fervor de los vecinos y su culto gracias a que se le atribuyeron algunos milagros. La devoción fue creciendo hasta el punto de que Isabel Tintero consiguió levantar, con todos los permisos eclesiásticos y municipales, un templo y alojar en él la sagrada imagen. Hoy este templo es la parroquia de San Pedro el Real y se viste de gala cada 15 de agosto, fecha en que la imagen procesiona por las calles del barrio madrileño, escoltada por los bomberos que con extremo cuidado la descuelgan de su ubicación y a ella la devuelven después del paseo por las calles.
No podemos descartar que a la popularidad de la Paloma contribuyera la, para algunos, mejor de nuestra zarzuela: La verbena de la Paloma., escrita por Ricardo de la Vega, con música de Tomás Bretón, estrenada en el Teatro Apolo el 17 de febrero de 1794.
En su lienzo, el pintor extremeño representa un momento de la procesión de la Paloma, acompañada por un grupo de devotos vestidos con la indumentaria típica madrileña. Obsérvese la presencia de los dos bomberos. Otros personajes populares complementan la escena: un niño entusiasmado por los globos, a la izquierda, un típico vendedor de barquillos, al fondo a la derecha y dos grupos musicales. En la derecha, un chulapo toca un organillo y delante de él bailan dos parejas. En el centro, los miembros de una tuna interpretan alguna de sus festivas canciones.
Hay que decir que el pintor se ha tomado ciertas libertades a la hora de construir su lienzo: la tuna, por ejemplo, no es acompañante habitual de la Paloma y es difícil que lo sea, si tenemos en cuenta que la procesión se celebra en pleno mes de agosto, época de vacaciones estudiantiles. Otra licencia es la calle, perfectamente reconocible: El Arco de Chuchilleros, que da acceso a la Plaza Mayor de Madrid, y la Cava de San Miguel, no forman parte del recorrido de la procesión.
Este lienzo ha servido como portada para el libro del autor de estas líneas sobre La verbena de la Paloma.
Romería en Fregenal de la Sierra.
Fregenal de la Sierra es una población al sur de la provincia de Badajoz, en las estribaciones de Sierra Morena, cerca ya de Andalucía.
El cuadro representa un baile folclórico durante la romería de la Virgen de los Remedios, patrona de la ciudad, desde el siglo XVI. El edificio del fondo es la ermita dedicada a esta advocación mariana que se encuentra a unos pocos kilómetros del pueblo.
Rodeados de muchos espectadores, puede el lector, si lo desea, hacer el curioso ejercicio de contarlos, cinco parejas bailan, ataviadas con el traje típico. Ellos llevan, colgando de la cintura, a la derecha, un pañuelo blanco y un fajín rojo, a la izquierda. Ellas, guardapiés rojo, corpiño y mandilón negro y camisa blanca. Conviene detenerse en el detalle de movimiento con que están representado los hombres que bailan.
El grupo musical es muy numeroso y lo forman tres guitarras, dos laúdes y una flauta travesera, además, una pareja de cantantes que está situada a la derecha-
Unidos por la música.
Este cuadro representa un verdadero hermanamiento entre México y Madrid, por medio de la representación de figuras y músicos populares de uno y otro lugar. Se trata de un formidable lienzo, que llama la atención por el magnífico colorido y detalle de los trajes femeninos. A la izquierda, desde el fondo hacia el primer plano, dos parejas portan un estandarte de la Virgen de Guadalupe; en primer plano destaca el movimiento de las amplias faldas de volantes de dos mujeres que los mecen de un lado a otro con sus manos. Ellos, las manos a la espalda, y calzados con zapatillas portan el típico sombrero mexicano.
A la derecha encontramos la representación de Madrid, con la imagen de la Virgen de la Paloma en el estandarte que sujeta una pareja de chulapos. Delante de ellos, un organillo a cuyo son bailan varias parejas. En primer plano, la extraordinaria riqueza de los bordados mantones de Manila que son el orgullo de toda madrileña que se precie.
En el centro, atrás, dos representaciones de músicos propias de cada país: un mariachi formado por dos violines, un guitarrón y un cantante, y a su lado, compartiendo el espacio, una rondalla: laúd, guitarras, pandereta y el solista.
Verbena en el pueblo.
En un humilde pueblo y seguramente durante la fiesta del patrón o patrona, se celebra este baile popular, en la plaza.
Varias parejas de adultos, bailan agarrado; también lo hace lo que pueden ser dos niños, emparejados en el ángulo inferior derecho. Gentes del pueblo contemplan el baile.
a música la hacen un acordeón, un clarinete, una especie de dulzaina y una batería formada por caja, bombo y timbal.
Viva San Fermín.
Nacido, a fines del siglo III antes de Cristo, en Pamplona e hijo de un funcionario de la administración romana llamado Firmo, no se incorporó a la iglesia cristiana, mediante el obligado bautismo, hasta la aparición de un predicador enviado por San Saturnino, obispo de Tolosa, que convenció a numerosos navarros de la existencia de un único Dios. A los dieciocho años Fermín fue enviado a Tolosa donde fue ordenado como presbítero. A partir de ese momento el pamplonés predicó en la región navarra y en diversos lugares del norte francés. Como otros santos fue perseguido y encarcelado y murió degollado. Fue el primer obispo de Pamplona.
Un abigarrado retrato de la procesión de San Fermín, en Pamplona. Acompañan al santo un nutridísimo grupo de pamplonicas, todos ataviados con la preceptiva camisa blanca, pañuelo y fajín rojo, tanto desde los balcones como a pie de calle. Y rodeando la imagen del obispo los servidores de la catedral, a la derecha, incluido un sacerdote cura revestido con capa pluvial; los portadores de las andas, con vistosa librea roja y azul y dos mozos, de blanco y rojo, son los dantzaris encargados del homenaje de respeto al santo. La música está representada por flautas y tambores.































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