Pensamientos
de un barbero.
No hace mucho
se presentaba a toda orquesta, una nueva edición del Diccionario de la Lengua
Española. Periódicos, radios y televisiones difundieron la noticia y los
responsables mostraron los dos volúmenes con indisimulado orgullo. Creo
recordar que se dijeron frases como que el idioma está vivo, que evoluciona,
que se actualiza …
No escuché ni
leí en parte alguna que estuviera septicémico. Porque el español, a mi entender,
está gravemente infectado por términos, frases, modelos y hasta nuevas
construcciones idiomáticas originarias de otras lenguas y procedentes de
nuestra propia negligencia. No hace falta ser un sabueso para darse cuenta de
esta triste realidad. Pondré sólo algunos ejemplos porque no quiero que esta
reflexión ocupe demasiado, ni provoque una depresión generalizada entre mis
lectores (si los hay).
Llegan las
Navidades y proliferan los anuncios de colonias y perfumes; la mayoría nos
ofrecen las bondades del producto con vocecitas candorosas y susurrantes, pero
en francés o inglés. La publicidad de los automóviles, cada día introduce más
eslóganes en idiomas distintos del nuestro.
Hojeando el
periódico me he topado con este par de anuncios: Madrid Beauty Days (que tiene
que ver con cosas de belleza) y Madrid Horse Week (con caballos). ¿Qué les
parece? En esto de la infección del lenguaje, Madrid es una de las ciudades más
afectadas. Baste con recordar que los desfiles internacionales de moda que
llevaron el castizo nombre de Pasarela Cibeles, pasaron a denominarse Madrid
Fashion Week y, más recientemente, Mercedes Fashion Week Madrid. Qué quieren
que les diga: en Madrid, cualquier semana es fantástica si se sabe aprovechar.
Pero mucho más
grave es que la estación del metro de la Puerta del Sol, ¡nada menos que la
Puerta del Sol!, se llame … como se llama (no escribo el nombre para no hacer
publicidad, como dicen en la televisión creyendo que los espectadores son
tontos).
Ayer vino un
cliente y le pedí una tarjeta de visita (lo hago porque, quién sabe, a lo mejor
en el futuro se hace famoso y yo puedo presumir de haberle arreglado el pelo
alguna vez). Me la dio y debajo del nombre ponía “Comunity Manager”. “Manejador
de comunidades”, pensé para mí, pero le dije: “¿Administrador de fincas?”. Me
miró con una cara .. y no me lo dijo, pero lo leí en su mente: este peluquero
es un ignorante. (Luego he sabido que hay alguna Universidad española que
ofrece esta titulación. ¡Increíble!). En mi colección, tengo tarjetas en las que
pone “consultor senior”… “senior”; ¡pero si el que me la dio era un crío que
apenas necesitaba afeitarse!
Siguiendo con
el tema, me viene a la mente que los que se dedican a la enseñanza en el mundo
empresarial; no son maestros o profesores: son “trainers” o “coachs”.
La cosa se
amplia si nos fijamos en los “correctores” de los ordenadores y teléfonos
móviles (que por cierto se llaman “smarfones” o “aifones”). Son auténticos
asesinos del lenguaje, más peligrosos que el ébola y más insistentes que mano
de novio. Y capaces de acabar con la paciencia y los nervios de cualquiera. Y
no les digo nada de lo peligrosos que pueden resultar.
¿Y qué me
dicen de las llamadas “redes sociales”. Al principio, yo pensaba que las redes
sociales eran la Cruz Roja, Cáritas, las Hermanitas de la Caridad y poco más.
Pero resulta que no; que redes sociales son un invento tecnológico que permite
la comunicación, más o menos masiva, entre individuos, pero con unas
limitaciones que, en lo que afecta al idioma, tienen como consecuencia directa
e inmediata la simplificación más radical. Por ejemplo, las letras “xq” unidas
equivalen a “porque” “porqué” y “por qué”. Y no es lo mismo, al menos no lo era
cuando yo iba a la escuela. Tampoco es aceptable el uso incorrecto, o la falta,
de signos de puntuación, por mucho que algún académico haya escrito una novela
sin ninguno de ellos.
Los ejemplos
pueden ampliarse y seguro que ustedes encuentran alguno en su devenir
cotidiano. No es cuestión de construir un catálogo de atentados contra nuestro
idioma, pero sí de poner de manifiesto la apatía de quienes, a mi parecer,
deberían procurar, prioritariamente, la limpieza de lo propio. En este caso los
académicos, los lingüistas, los intelectuales y, quizá más que ellos, que no
tienen poder ejecutivo, los periodistas, reporteros, contertulios, articulistas
y comunicadores en general que no cuidan el lenguaje, que justifican el uso de
términos extraños afirmando que están en la calle, cuando son ellos,
precisamente ellos, los que los han puesto en circulación a través del altavoz
de sus medios. ¿O es que lo de las tarjetas “black” se le ha ocurrido a algún
frutero?.
Tienen también
mucha responsabilidad las autoridades políticas porque no hacen lo necesario
por defender nuestro idioma. Porque permiten que se comercialicen en España
productos con las instrucciones en inglés, alemán, francés … pero no en
castellano. O consienten que cuando esas explicaciones aparecen en la lengua de
Cervantes, resultan incomprensibles. Son ellos los responsables de que se
vendan en España objetos (estoy pensando en discos de música clásica) sin que
el contenido aparezca en español.
El español es el
idioma materno más hablado del mundo (414 millones) después del chino (848).
Más que el inglés (335), el ruso (167), el alemán (78.2) o el francés (75)
[datos de http://es.wikipedia.org/wiki/Anexo:Idiomas_por_el_total_de_hablantes].
Y, sin embargo, esta superioridad numérica no impide que proliferen en nuestras
tierras como el “spanglish” la mezcolanzas resultantes de juntar el español con
otras lenguas cooficiales. Al paso que vamos nuestros muchachos se entenderán …
¡Dios sabe cómo!
Después de
todo, y como uno sólo no puede luchar contra el mundo, he llegado a pensar en cambiar
el nombre de mi establecimiento y, en lugar de “El Barberillo de Lavapiés”;
llamarlo “Hairdresser’s Master” o “The Best Barbero of the World”. Pero he
resistido la tentación.
Lamparilla
(Todo
esto es consecuencia de que no sólo de zarzuelerías vive el hombre).
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