Escena del II acto (Foto: T.Z:) |
Los diamantes
de la corona (Zarzuela en tres actos de Francisco Camprodón. Música de Francisco
Asenjo Barbieri). M.J. Moreno. C. Faus. R. Muñiz. D. Schmunck. G. Bullón. F.
Latorre. Coro del Teatro de la
Zarzuela. Orquesta de la Comunidad de Madrid. Dirección de escena: José
Carlos Plaza. Vestuario: Pedro Moreno. Escenografía e iluminación: Francisco
Leal. Director musical: Ólivier Díaz. Teatro de la Zarzuela, 4-12-2014.
Si comienzo
este comentario declarando mi entusiasmo hacia la música de Barbieri, a nadie
extrañará que elogie sin reservas sus cualidades como compositor, la manera de
construir los fragmentos vocales de conjunto, el tratamiento de la orquesta, el
manejo del coro y la habilidad especial de unir, sin que chirríe, música de
clara factura italiana con la gracia, el salero y hasta la picardía de algunas formas españolas.
Esta versión
de José Carlos Plaza, producida por la Zarzuela hace cuatro años, es un
producto de primera calidad porque todos los elementos que la componen lo son. Hay
que destacar el decorado, brillante, llamativo, espectacular y, sobre todo, adecuado al contexto
argumental de la obra. Además de vistoso, deja libre el escenario para que lo
ocupen los intérpretes, lo cual no es poco si pensamos en otros decorados
grandiosos y monumentales que ocupan la escena y obligan a comprimir, por
ejemplo, a los componentes del coro. Felicitaciones para Francisco Leal.
El vestuario
es impresionante. Más de un centenar de trajes de época, llenos de color ha
“vestido”, la escena de manera brillante y llamativa. Las espontáneas
exclamaciones y comentarios del público al levantarse el telón fueron
demostrativos del efecto conseguido. Felicitaciones, también, para Pedro
Moreno.
El
planteamiento teatral y, sobre todo, el manejo de los intérpretes y la
habilidad para moverlos por la escena de José Carlos Plaza, fueron
fundamentales para el desarrollo de la historia. Plaza es un director de
contrastada reputación y reconocido prestigio.
Fue capaz de darle un punto de comicidad a la historia con el uso de
unos pocos elementos visuales ejecutados por los intérpretes principales o los
componentes del coro. Sabemos que, además, ha realizado un gran trabajo de
preparación con los actores para decir el verso de Camprodón que no es nada
fácil. Este apartado es, todavía mejorable, pero la solución es trabajarlo, no
eliminarlo como se ha hecho en otras ocasiones. Felicidades a José Carlos
Plaza,
Vayamos ahora
a los intérpretes musicales. El coro, con una presencia muy importante en esta
obra, mostró su excelente preparación cantando con autoridad, con afinación,
con musicalidad, con empaste. Felicitaciones para sus componentes y su
director, Antonio Fauró. La orquesta sonó muy bien, sin los excesos de volumen
de otras ocasiones, con expresión dinámica y manteniendo siempre su principal
misión en un teatro lírico: dar soporte y acompañar a las voces. Felicitaciones
también para los músicos y, en especial, para su director, el ovetense Ólivier
Díaz.
Cerramos esta
crónica, planteada en orden inverso a lo que suele ser habitual, con la
referencia a los solistas. La soprano granadina María José Moreno, dio vida a
Catalina, la protagonista; pareció que empezaba algo fría, pero fue ganando a
lo largo de la función y mostrando la belleza de su voz y la calidad de su
preparación técnica; tuvo un menor rendimiento en la parte recitada, pero
cosechó aplausos del público sin reservas. Cristina Faus, mezzosoprano
valenciana. dio vida al personaje de Diana con soltura, eficacia vocal y
actoral; me gustó su planteamiento del personaje y su realización. Las dos se
lucieron en el maravilloso bolero (“Niñas que a vender flores”) que es uno de
los momentos estelares de la partitura.
El reparto
masculino lo encabezaba el tenor bilbaíno Darío Schmunck. Cumplió con eficacia
su papel aunque en su romanza de presentación (“Que estalle el rayo”) me
hubiera gustado algo más de fuerza interpretativa en general, que sacara todo
el partido a esa verdadera “aria de bravura” que es el número musical. Ricardo
Muñiz, tenor madrileño, dio vida al Conde de Campoamor, que triunfó en su
faceta de actor dando vida a un personaje más cómico que de lucimiento vocal.
Rebolledo, el jefe de los bandidos, fue interpretado por Fernando Latorre,
bajo-barítono bilbaíno, de voz potente que se hizo notar en sus intervenciones,
a pesar de que su papel no es demasiado largo. Lo resolvió muy bien en la parte
actoral. Por último, el barítono madrileño, Gerardo Bullón, se ganó el aplauso
del público por la interpretación de su personaje, un personaje de carácter
cómico que sacó adelante con profesionalidad.
Con estos Diamantes, tallados por un orfebre zarzuelero
como Barbieri, y engarzados de esta manera, bien podemos presumir de una corona lírico-teatral de primer
orden.
Sólo un
detalle negativo: en la hoja-programa que se entrega al público, no hay
referencia alguna a la trama argumental de la obra y aunque se entiende
perfectamente, creo que no estaría demás dar una pincelada.
Vidal
Hernando.
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