Hil.
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Buenos
días, Don Sebastián.
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Seb.
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Buenos
días, Don Hilarión, ¿qué se le ofrece en esta excelente mañana de enero?
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Hil.
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Pues
nada de particular. Pasar los últimos
días de la vorágine navideña y volver a la tranquila rutina de mi existencia
cotidiana. Ya lo tengo todo hecho. Por cierto, ¿ha escrito usted ya la carta
a los Reyes Magos?
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Seb.
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¿A
los Reyes Magos, ha dicho? ¿Se refiere usted a los soberanos adivinos del Lejano Oriente?
¡No
me diga, amigo mío, que cree usted, a estas alturas, en Melchor, Gaspar y
Baltasar.
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Hil.
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Pues
naturalmente. ¿Usted no?
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Seb.
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Hombre,
Don Hilarión. Todos los adultos, desde mucho antes de llegar al adulterio,
perdón, quiero decir a la edad madura, sabemos el secreto de los Reyes Magos.
Y aún le diría que muchos de nuestros niños lo saben, pero callan por pura e
interesada conveniencia.
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Hil.
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Bueno,
bueno. Ya sé eso de que los Reyes Magos son … usted me entiende. Pero algo
tiene que haber. Es imposible que si los Reyes son sólo … usted me entiende …
arranquen tantas sonrisas e ilusiones en millones de niños, creen tanta
alegría en millones de padres, abuelos, tíos … y demás familia.
Si
fuera como usted, y la mayoría, dicen… si los Reyes fueran … usted ya me
entiende, dígame: ¿por qué no hay esas alegrías en otras épocas del año?
Piense usted un pco, amigo mío.
En
los países occidentales, esta sociedad de consumo, medio consumida que nos
consume, ha inventado muchos eventos que tienen al niño como protagonista: el
día del niño, el día universal de la infancia, el día de la libertad infantil
… Muchos de ellos solidarios, otros con intenciones educativas, algunos
claramente comerciales … No le digo nada de los días infantiles relacionados
con la salud … Pero ninguno de ellos es capaz de movilizar tanto niño y tanto
adulto como el de los Reyes Magos. Por algo será… digo yo.
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Seb.
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Hombre,
Don Hilarión, la cosa es una tradición y, ya se sabe la fuerza que tienen las
tradiciones.
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Hil.
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La
fuerza que usted quiera, pero ¿necesito recordarle las tradiciones que hemos
perdido en las últimas décadas?.
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Seb.
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Hombre,
¡es que había algunas…! Pero nos estamos desviando del tema. Me pregunta
usted que si he escrito la célebre carta a los Reyes Magos … Pues no, la
verdad.
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Hil.
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Pues
hágalo, todavía está a tiempo. Dese cuenta de que los Reyes Magos se han
modernizado y ahora admiten cualquier medio de comunicación moderno. A los
Reyes Magos se les puede pedir regalos por Whatsapp, Facebook, Twitter,
E-mail, Teléfono. Cualquier medio es bueno.
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Seb.
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No
sé si seguiré su consejo, pero, dígame, ¿qué les ha pedido usted?
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Hil.
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Pues
verá. Normalmente en las cartas a los Reyes Magos se piden regalos para el
redactor de la misiva y, muchas veces, se añade alguna petición para otros.
Hay niños que piden juguetes para ellos y algo para sus hermanos; algún
chavalillo preocupado, ha pedido trabajo para su papá, otros salud para la
abuelita ..
Yo
no he pedido para mi, sino para los demás. Es decir, para mí sí porque formo
parte de los demás, como es natural, pero lo solicitado es para el conjunto,
al que yo, y usted, pertenecemos. O sea … No sé si me explico.
Bueno,
concretando, he pedido para la zarzuela.
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Seb.
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¿Para
el Teatro? ¡Por Dios! ¡Tan mal está la cosa!
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Hil.
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No,
hombre, no; para el teatro, no … eso es cosa del Estado … Para la zarzuela,
paa el arte, para el género lírico, aunque … indirectamente.
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Seb.
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Pero,
bueno, ¿qué es eso de “indirectamente”? ¡Me tiene usted nervioso! ¡Explíquese
con claridad, se lo ruego!
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Hil.
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Vamos
a ver. Lo que he pedido a los monarcas orientales tiene que ver con las
personas que rodean a la zarzuela. Les he pedido que hagan un poquito de
magia con programadores, directores de teatro, de orquesta, de escena,
cantantes, críticos … de manera que con unos gramitos de los milagrosos
polvos de la madre celestina, la cosa de la zarzuela mejore.
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Seb.
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¡Ah,
bueno! Ya vislumbro el destino final de sus intenciones. Pero, si es lo que
supongo, usted no ha escrito una carta, ha escrito una enciclopedia, porque …
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Hil.
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No,
Don Sebastián, no. No hace falta exagerar; si es lo que le digo, con poca
cosa … Mire usted.
Le
he pedido que los programadores elaboren temporadas sensatas, con equilibrio,
sin abusar de cosas viejas ni nuevas;
Les
he pedido que a los directores de escena y adaptadores se les quite de la
cabeza tanta idea de modernizar las cosas, de alterar las historias, que les
encanta; miren ustedes, les he dicho a SSMM, la historia del Julián y la
Susana es como es … aunque sea yo el que pierda.
Les
he pedido que inculquen en los cantantes la idea de que la zarzuela hay que
interpretarla con todo, con la voz, claro está, pero también con las tripas,
con los riñones … con todas las vísceras. Para cantar zarzuela, hay que
dejarse el pellejo.
Les
he pedido que los directores de orquesta controlen un poquito más a sus
músicos; que no abusen de la fuerza o de la potencia; que acompañen a los
cantantes, que les den apoyo y envuelvan con sus instrumentos la melodía de
esas gargantas privilegiadas.
Les
he pedido que algunos críticos, no sean tan agrios; que juzguen con mesura y
hasta con benevolencia. Que piensen, además, que los equivocados pueden ser
ellos.
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Seb.
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¡Qué
barbaridad! ¡Pues no pide usted poco! Ahora entiendo que tenga que recurrir a
los Magos, porque un rey cualquiera, no creo yo que …
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Hil.
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Tampoco
es tanto. Además, ¿no recuerda usted aquello de “tú pide lo que quieras, que
los Reyes ya saben lo que tienen que hacer”?
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Seb.
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Es
verdad, es verdad. Lo recuerdo. Pero, dígame, ¿a cuál de los tres monarcas ha
dirigido usted su carta?, porque la
gente, especialmente los niños, acostumbra a tener un rey en mas
consideración que otro.
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Hil.
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A
los tres. Solidaria e indistintamente. Seguro que la ayuda de todos vendrá
bien. Eso sí, he dejado a su albedrío el reparto de mis peticiones: lo mismo
me da que Melchor se ocupe de los directores de escena, que de los cantantes;
me es igual que Baltasar esparza sus poderes sobre los figurinistas o sobre
los programadores; me da lo mismo que las cosas de los adaptadores o de la
orquesta las mejore Baltasar. Que se
distribuyan las tareas a su gusto.
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Seb.
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Oiga,
amigo mío, ¿y no ha pedido usted un poquito de presupuesto para el Teatro,
porque creo que andan a la cuarta pregunta?
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Hil.
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Lo
pensé, no crea usted, lo pensé. Pero no lo he hecho. A mí, de chico, me
enseñaron que no hay que abusar de los
Reyes Magos, que si uno pide demasiado, puede que se enfaden y no nos traigan
nada. Por egoístas.
Además,
eso del dinero es cosa del Ministerio y de los Presupuestos. Y contra eso, me
temo que poco pueden los Reyes Magos.
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