La rosa del
azafrán. (Zarzuela bufa en dos actos de Federico Romero y Guillermo
Fernández-Shaw. Música de Jacinto Guerrero). Asociación Cultural
Miserables.con. Teatro Don Quijote, Consuegra (Toledo), 11-4-2015.
He tenido
ocasión de asistir a una representación de esta zarzuela realizada por un
excelente grupo de aficionados consaburenses (este es el gentilicio de
Consuegra, por su origen romano), un camino antiguo y eficaz por el que la
zarzuela ha llegado a muchos rincones españoles con distinta fortuna.
En este caso
la representación ha sido planteada con verdadera profesionalidad, tanto en la
escenografía como en la realización teatral. De la puesta sobre las tablas, de
corte clásico, gran parte de ella realizada y “movida” por los propios miembros
de la asociación, dan idea alguna de las fotografías que acompañan estas notas
La parte
musical fue interpretada mediante la técnica del playback. Es posible que los
puristas más exigentes no se sientan cómodos con esta forma de presentar una
zarzuela. Se puede hablar sobre este tema, sin duda, pero sin entrar ahora en
el debate, creo que hay que dejar claro que si se hace con cuidado y atención,
puede ser perfectamente válido en los casos en los que no se dispone de una
orquesta ni de solistas y coro capaces de cantar. No se olvide que la mismísima
Televisión Española realizó, ya hace años, varias producciones zarzueleras
recurriendo a esta técnica y, alejándonos del género lírico, hasta teatros de
muchas campanillas, ofrecen espectáculos de ballet con música enlatada.
Los
intérpretes de esta Rosa han
trabajado mucho y bien. En sus movimientos vocales y gestuales a no sólo movían
los labios a su tiempo, sino hasta las respiraciones se acompasaban a las del
cantante original. Escuché comentarios, incluso, que confesaban no haber notado
el “playback” en algunos números.
La interpretación del texto, ésta sí en vivo, fue magnífica. Todos los intérpretes estuvieron en su
papel, perfectamente, dando vida a los distintos personajes con credibilidad
indiscutible. No puedo transcribir el nombre de cada uno porque ellos mismos no
lo hicieron, quizá porque han considerado que su trabajo para poner en escena
la obra, es una actividad colectiva y de conjunto y no tanto de un tradicional
elenco teatral. En cualquier caso, Sagrario fue el ama rigurosa y exigente,
obligada por las costumbres, aunque en el fondo –como se sabe- está encantada
con la solución que la Tía Custodia encuentra a su problema. Juan Pedro fue el
labrador noble, sincero y enamorado. Catalina la moza alegre, simpática, fresca
y un poco víctima de las indecisiones de Juan Pedro y de las inocentes y
descarriadas veleidades de Moniquito, para terminar enlazándose con el recién
viudo Carracuca que levantó risas y aplausos con doble intervención de viudo desgarrado
y de simplón conquistador. Por último, la Tía Custodia, encargada de la
hacienda de Sagrario, curandera y partera del pueblo y, sobre todo, la que
soluciona el problema de la pareja protagonista, dio a su papel lo más
importante en el teatro: naturalidad. A ellos hay que añadir la colaboración de
un grupo de danzas que bailó con soltura las manchegas escritas por el
compositor toledano.
Merece
destacarse también el vestuario, en la línea clásica y colorista de toda la
producción.
La
interpretación, casi dos horas y media de programa, fue interrumpida en varias
ocasiones por los aplausos de un público que casi llenaba el pequeño Teatro Don
Quijote. Por último, debo destacar que, el interés general por presentar una
gran zarzuela en toda su dimensión, fue, además, altruista, pues la recaudación
se destinaba a Cáritas local. Y, además, hicieron de la representación un
homenaje a Guillermo Fernández-Shaw, uno de los libretistas, en el
Cincuentenario de su fallecimiento.
La versión
musical empleada fue la de Teresa Berganza (Sagrario), Manuel Ausensi (Juan
Pedro), Julita Bermejo (Catalina) y Gerardo Monreal (Moniquito), con la Gran
Orquesta Sinfó0nica, dirigida por el maestro Tejada. Me pareció que la música
estaba un poco alta; en futuras representaciones (que ojalá las haya) una
reducción del volumen quizá ayude al conjunto.
Vidal
Hernando.
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