Seb.
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Buenos
días, Don Hilarión, ¿qué es de su vida?
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Hil.
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Buen
día, Don Sebastián. Pues nada de particular, como de la suya, supongo.
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Seb.
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Es
que como no nos vemos desde hace un par de semanas…
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Hil.
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Cosas
de la agenda, como se dice ahora.
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Seb.
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Me
lo imagino. Y los asuntos zarzueleros, ¿qué tal?
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Hil.
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Pues
verá usted. La zarzuela, más o menos como siempre. He visto un par de
producciones más cerca de la opereta y la comedia musical, bien hechas y
presentadas. Pero lo que me ha llamado mucho la atención ha sido un concierto
de órgano.
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Seb.
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¡Pero
bueno!, Don Hilarión, ¡Usted en la iglesia!
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Hil.
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¡Qué
iglesia ni que ocho cuartos! Un concierto en el órgano del auditorio de
música. ¡Un órgano laico!
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Seb.
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¿Así
que un concierto de órgano? Pero eso no tiene que ver con la zarzuela.
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Hil.
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¡Como
no diga usted otra cosa! Lo sé, pero no sólo de zarzuela vive el espécimen
humano melómano-teatral..
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Seb.
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Ya,
ya, pero, en usted me extraña, perdone que selo diga. Deme usted detalles.
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Hil.
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Allá
voy. Un buen amigo me invitó a un concierto de órgano con obras sólo de Juan
Sebastián Bach, ese músico alemán …, usted ya sabe. Y como a equino donado no
se le periscopea el incisivo …
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Seb.
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¡Hombre, Don Hilarión! ¡Juan Sebastián
Bach! !El padre del contrapunto! ¿Supongo que interesante?
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Hil.
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Bueno,
sí. A mi esto de las integrales me parece un poco místico ¡qué quiere que le
diga! Es como darle al músico más culto que a San Lorenzo, porque toda, pero
toda la música de un señor … No sé, no sé. Puede uno terminar, no digo harto,
pero ahíto, saciado, empachado, …Pero, en fin…
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Seb.
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Bien,
bien. Y, ¿cómo resultó la experiencia?
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Hil.
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Pues
me sorprendió, la verdad es que me sorprendió.
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Seb.
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¡Cuánto
me alegro! A ver si ahora abre usted su intelecto a nuevos caminos musicales.
Porque, como usted suele decir, hay que probarlo todo …
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Hil.
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…
`para luego poder criticarlo. En fin, que salí más que sorprendido
“choqueado”.
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Seb.
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¿Cómo?
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Hil.
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Lo
que ha oído, Don Sebastián. “Cho-que-a-do”, de choque, sorpresa, golpe….
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Seb.
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¡Ah,
ya le entiendo! ¡Quiere usted decir que sufrió un “shock”.
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Hil.
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Eso
mismo, pero en cristiano: un choque, porque el llegar al auditorio encontré
el vestíbulo abarrotado de gente, alrededor de media docena de puestos en los
que podían degustar pinchitos y vinos variados, y hasta espumosos.
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Seb.
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¡Qué
me dice! ¡Un concierto-aperitivo!
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Hil.
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¡Eso
es! Los llaman Bach-vermú y es un ciclo que va a durar un par de temporadas.
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Seb.
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¡Qué
barbaridad! ¡Qué modernidades! ¡Dónde vamos a llegar! Pero, ¿cómo ha
reaccionado el público?
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Hil.
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Pues
me parece que bastante bien. El auditorio estaba casi lleno.
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Seb.
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Es
que cuando hay papeo … el personal responde. Vamos, … Se me acaba de ocurrir
una idea excelente para que mejore la cuenta de resultados de su botica.
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Hil.
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¿Cómo,
si puede saberse?
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Seb.
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Organice
una o dos jornadas de cata de analgésicos, antiinflamatorios o antipiréticos.
Piénselo: aspirinas, ibuprofenos, paracetamoles … presentados de artística
manera, destacando sus colores naturales, sus sabores o sus olores
peculiares… incluso puede usted sugerir algún combinado…
Déselo
todo a probar al personal, de manera gratuita, sin costo alguno, y verá usted
cómo vende más pastillas que una fábrica de jabones.
Y
si quiere usted más todavía, cobre uno o dos euros por participar, pero –esto
es muy importante– destinando lo recaudado a alguna organización solidaria,
de ayuda a los necesitados… ¡No sabe usted como se activa la solidaridad
cuando hay ingesta de por medio!
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Hil.
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¡Por
Dios, Don Sebastián! ¡Qué gracioso es usted! Pero … quien sabe. Porque la
verdad es que el auditorio estaba muy animado. La gente hacía cola ante los
puestos, probaba caldos y viandas… Y al sonar el tercer aviso … a escuchar al
señor organista.
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Seb.
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Se
dormirían más de cuatro, porque el alcohol … a mí, por lo menos, me da sueño.
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Hil.
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Pues
no puedo aseverarlo; un servidor, desde luego, no, porque entró a la sala
abstemio completo.
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Seb.
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¿Y
le gustó el órgano?
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Hil.
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Pues
unas piezas si y otras no tanto.
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Seb.
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Es
lo que tienen las integrales …
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Hil.
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Pero
la gente aguantó.
Total,
que parece que la idea funciona, porque después del señor Bach, la cosa del
vermú duró otra horita larga.
Muy
buena idea,… Como que estoy pensando que podría hacerse algo parecido en la
Zarzuela.
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Seb.
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Pero
el Teatro de la zarzuela no tiene el espacio deambulatorio y vestibular del
Auditorio.
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Hil.
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Ya,
ya .. Pero no pensaba en el interior, sino fuera, en la calle, a la entrada,
en el atrio que hoy ocupan las motos.
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Seb.
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Ya
entiendo. Seis u ocho puestos …
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Hil.
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Pero
puestos de productos cásicos madrileños. Vaya usted haciéndose un croquis
mental y disfrute con aromas y sabores: chocolate con churros o suizos; un
puesto de café …
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Seb.
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De
café.. tendrían que ser un par de ellos, porque en el mundo cafeteril hay una
variedad: solo, con leche, moka, caracolillo, descafeinado, torrefacto,
natural, achicoria …
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Hil.
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Café
con gotas, carajillos ….
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Seb.
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¿Y
licores?
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Hil.
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¡Indispensables!
Aunque sólo chupitos, para que el personal no produzca electricidad espontánea,
vamos que n se achispe. Pero no puede
faltar el aguardiente, la absenta, el ojén, el ajenjo …
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Seb.
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Y
el anís, Don Hilarión, el anís. No olvide usted esa bebida blanca y dulce,
néctar de dioses… Anís del Mono, Castellana, Machaquito .. y Chinchón, Sobre todo Chinchón.
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Hil.
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Y
qué me dice usted de lo más tradicional y castizo de los madriles:
gallinejas, menudos, entresijos …
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Seb.
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¿Y
las señoras? ¿Qué hacemos con las señoras?
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Hil.
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Pues
… un velador de horchata, zarzaparrilla y refrescos varios.
La
verdad es que la cosa podría resultar…
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Seb.
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Seguramente,
pero … ¿podría participar todo el mundo?
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Hil.
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Pues
claro, la zarzuela no es clasista como otras cosas.
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Seb.
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¿Los
cantantes y músicos también?
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Hil.
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¡Ah,
amigo mío! ¡Ahí me ha pillado usted! No deberían porque en lugar de
interpretar una zarzuela podrían
elegir una melopea.
Claro,
que siempre podríamos dejarles algo; digamos los excedentes, los “recortes”.
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Seb.
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¡Sí,
si! ¡Para “recortes” están ellos.
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