Clementina. (Zarzuela en dos actos de Ramón
de la Cruz. Música de Luigi Boccherini).
Intérpretes: Carmen Romeu,
soprano (Doña Clementina). Vanessa Goikoetxea, soprano (Doña Narcisa). Carol
García, mezzosoprano (Doña Damiana). Beatriz Díaz, soprano (Cristeta). Juan
Antonio Sanabria, tenor (Don Urbano). Toni Marsol, barítono (Don Lázaro).
Xavier Capdet, actor (Marqués de la Ballesta). Manuel Galiana, actor (Don
Clemente). Orquesta de la Comunidad de Madrid. Escenografía: Juan Sanz y
Miguel Ángel Coso. Vestuario: Antonio Belart. Iluminación: Paco Ariza.
Dirección musical: Andrea Marcon. Dirección de escena: Mario Gas. Teatro de
la Zarzuela, 12-5-2015.
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Aunque esta
producción se pudo ver en 2009 en el Teatro Español, de Madrid, estoy seguro de
que gran parte de las personas que han asistido a la Zarzuela en estos días,
han descubierto a Boccherini. Quizá sorprenda esto de “descubrir” a uno de los compositores
más populares incluso entre personas no demasiado aficionadas a la música
clásica. Nos referimos a su descubrimiento como autor teatral. Tengo también
que decir que, para algunos, esta revelación, no ha sido entusiasta pues el día
que reseño se notaba cierta frialdad en el público. Claro, Clementina,
es una zarzuela de corte clásico alejada de los estilos y formas que
vendrán después y que todos conocemos. Pero es una obra muy interesante; en
estos días ha salido el nombre de Boccherini junto al de Mozart.
La
interpretación que hemos contemplado ha sido magnífica, gracias a un reparto
excelente y equilibrado, un trabajo vocal y actoral depurado y un planteamiento
musical concienzudo, sin olvidar la puesta en escena de corte clásico, como
corresponde a la historia escrita por Ramón de la Cruz. No suelo recurrir a
demasiados datos históricos en estos comentarios, pero sí quiero reflejar una
idea que se me ocurría en el teatro: Clementina
fue un encargo de la condesa-duquesa de Benavente que interpretaron sus
familiares y servidores. Teniendo en cuenta la longitud y la dificultad de
todos los papeles, ¡qué ambiente musical debía existir en aquel palacio de la
Cuesta de la Vega madrileña!
Pero vayamos a
la interpretación. ¡Excelente! Por parte de todos y cada uno de los ocho
protagonistas. Carmen Romeu, la soprano valenciana, dio vida a Clementina,
cantando con solvencia y suficiencia y dando a su personaje la elegancia que
demanda. La norteamericana (nacida en Palm Beach) Vanessa Goikoetxea fue
Narcisa, falsa hermana de Clementina, y de personalidad opuesta; cantó
perfectamente y dio a su personaje el carácter revoltoso y travieso, de niña
caprichosa y antojadiza que la descubrió como una estupenda actriz. La
mezzosoprano Carol García Doña Damiana, aya de la protagonista; su papel es más
corto pero fue planteado y resuelto con eficacia. Cristeta, la criada,
pizpireta, coqueta y desenvuelta, cómplice de las hermanas, estuvo a cargo de
la soprano asturiana Beatriz Díaz, que hizo una creación magnífica, tanto en lo
vocal como en lo actoral.
Los personajes
masculinos que cantan son dos: Don Lázaro, maestro de música interpretado por
el barítono Toni Marsol, de voz potente, bien proyectada y controlada. El
segundo, es Don Urbano, a cargo del tenor canario Juan Antonio Sanabria; es
probablemente el papel más difícil de todos, la partitura le lleva a la zona
alta de su registro y le obliga a tan numerosos y difíciles adornos, tantos que
en muchos momentos podríamos hablar de “tenor de coloratura”. Se enfrentó a los
problemas con valentía y los resolvió con brillantez; fue uno de los pocos
momentos en que el público interrumpió la representación con una ovación
cerrada.
Mención aparte
merecen los dos actores, fundamentales en el desarrollo de la obra aunque su
texto ha sido reducido considerablemente. Sin ellos, y a pesar del interés de
la música, la función quedaría desangelada y sosa. Manuel Galiana, actor de
experiencia y valía contrastadas, dio vida a Don Clemente, el padre de las
protagonistas, mostró su dominio de las tablas con momentos especialmente
atractivos. Por último, el barcelonés Xavier Capdet hizo el Marques de la
Ballesta, personaje cómico y ridículo. Excelente, gracioso sin excesos, con dominio
de la escena, con un derroche de expresividad mímica que le llevó a ganarse a
los asistentes.
Para
finalizar, una referencia a la dirección orquestal. Sabemos que el italiano
Andrea Marcon hizo un gran trabajo previo para conseguir de sus músicos la
interpretación adecuada a una partitura diferente a la que están, y estamos,
acostumbrados. Y lo consiguió; la orquesta sonó con entidad pero sin apabullar
a los cantantes, se destacaron los habituales contrastes dinámicos de este tipo
de composiciones, sin excesos, convirtiéndolos en un adorno expresivo. Y eso
que, en ocasiones, Boccherini requiere muchas repeticiones que pueden resultar
reiterativas.
En resumen, una
representación homogénea, de gran nivel, con un grupo de solistas (incluidos
los actores de “hablado”), muy integrado en la acción y perfectamente
adiestrado por un detallista director de escena, que se permitió un simpático
gag, reído por el público, con una apuntadora, que rompió la tensión del
“duelo” entre el Marqués y Don Urbano.
Vidal
Hernando.
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