La dogaresa. (Zarzuela en dos actos de Antonio López Monís. Música de Rafael Millán).
Intérpretes: Ximena Ayurto, soprano (Marietta). María José
Martos, cantante (Rosina, parte cantada). Beatriz Argüello, actriz (Rosina, parte
hablada). Milagros Martín, soprano (Hechicera). Sergio Escobar, tenor
(Paolo). Jong-Hoon Heo, barítono
(Miccone). Ivo Stanchev, bajo (Zabulón). Elías Benito Arranz, cantante (Marco y Dux).
Orquesta Sinfónica de Navarra. Rondalla Lírica de Madrid “Manuel Gil” . Coro
del Teatro de la Zarzuela. Dramaturgia escénica: Javier de Dios. Dirección
musical: Cristóbal Soler. Teatro de la Zarzuela, 12-5-2015.
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Desde hace
sesenta y cinco años no se veía en el Teatro de la Zarzuela, de Madrid, La dogaresa, es decir que su inclusión
en la temporada 2014-15 tiene casi el carácter de estreno, aunque sólo lo sea
de manera parcial al ser una versión no escénica. Sus responsable, Javier de
Dios, la ha llamado “concierto dramatizado”, quizá para separarse de lo que
suele entenderse por “versión de concierto” de la que se diferencia, desde
luego, en algunos detalles externos: orquesta en el foso, cierta actividad
escénica… En otros aspectos esta forma consiste en presentar
a dos de los personajes como “narradores” del argumento de la obra, y en
eliminar toda la parte hablada de los protagonistas principales. Esta
separación se lleva incluso al vestuario, Rosina y Marco, los “narradores”, aparecen
vestidos, digamos “de época”, para entendernos, mientras que los principales
papeles lo están “de concierto”. Igualmente el movimiento de estos personajes
también ha sido diferenciado: Rosina y Marco, recorren el escenario y
gesticulan al modo teatral; Paolo, Marieta, Miconne y Zabulón, aparecen,
desaparecen y cantan prácticamente como en un recital. Cabe pensar que los
solistas han tenido un trabajo mas cómodo, al no tener que hacer frente a esa
dualidad –canto/declamación– propia de la zarzuela. No sé si este camino puede
llevar a alguna parte, pero debo decir que no observé en el público ninguna
reacción sobre el particular; ni a favor ni en contra.
La parte
musical estuvo muy bien resuelta. La soprano peruana Ximena Agurto, de bella
voz, sin problemas en los agudos, con claridad en la resolución de adornos y
potencia más que suficiente, cantó el papel de Marietta con convencimiento y
muy buena dicción. Rosina fue un personaje desdoblado para su interpretación:
de un lado la actriz Beatriz Argüello se hizo cargo de la parte hablada,
mientras que la soprano valenciana María José Martos se encargó de la parte
cantada, resolviéndola con eficacia y soltura. El detalle de esta separación
interpretativa es muy importante y merecería la pena dedicarle alguna
reflexión, aunque no sea este el momento adecuado. La soprano Milagros Martín dio vida a la Hechicera, un escueto
rol que resolvió con profesionalidad y buen hacer; su experiencia y, sobre
todo, su convicción de que “no hay papel pequeño” la hicieron merecedora de los
aplausos del público.
El reparto
masculino estuvo a cargo de tres cantantes de primer nivel. Paolo fue
interpretado por el tenor toledano Sergio Escobar; de voz poderosa, brillante y
timbre afilado, se alzó con un triunfo indiscutible, aunque creo que debería
haber pulido un poco algunos momentos, como en la romanza de entrada que, a mi
juicio, debería haber sido más enérgica, más “dura”; al fin y al cabo, el
personaje está jurando vengarse. De cualquier modo triunfó sin reservas en esta
su primera aparición en la Zarzuela; seguro que le veremos en ocasiones
sucesivas. Ivo Stanchev, bajo búlgaro, personificó a Zabulón con su voz potente
y carnosa en los graves. David Lorente
hizo de Marco, marido de Rosina y, con ella personaje fundamental en la versión
ofrecida. Es ella la que imagina y pone en práctica el plan para salvar a Paolo
de la muerte y que se una a su amada Marietta; Marco, ayudará en todo lo que se
le pida, aunque no siempre entiende bien las intenciones de Rosina; es un
remedo del “papel” cómico tradicional en la zarzuela. Trabajó con
profesionalidad y convenció al público.
El barítono
coreano Jong-Hoon Heo personificó a Miccone. Tiene una voz muy bella, cálida,
de timbre redondo y suave, y muy igual
en todo el registro; canta con mucho gusto y con una dicción perfecta; fue un
descubrimiento para el auditorio.
El coro, bien
preparado como siempre, intervino con la eficacia que es habitual, aunque su
presencia estática, con indumentaria y formas de “concierto” (incluida la
carpeta de la partitura) me resulta extraña en este teatro. Pero es una condición de este tipo de
producciones.
La orquesta,
por último, a las órdenes del maestro titular Cristóbal Soler, estuvo en el
foso, como ya hemos dicho. Quizá sonó demasiado, al menos desde el lugar que yo
ocupé, pero se trata de una gran formación (la Sinfónica de Navarra), más
acostumbrada al repertorio instrumental que al acompañamiento en el teatro. De
todos modos se le escucharon muchos detalles preciosistas de la instrumentación
de Rafael Millán, que redondean una partitura interesante y bella; un poco
heterodoxa por la mezcla de estilos (se escuchan momentos zarzueleros,
operísticos, números casi de opereta, como el “quinteto de los pajes” e incluso
formas musicales de inspiración española).
La Rondalla
Lírica de Madrid “Manuel Gil”, cumplió en su intervención en el único número en
el que participa, la serenata del segundo acto,
Un detalle
simpático y sorprendente: en el momento del saludo final, la orquesta y el coro
entonaron el “Cumpleaños feliz”, dedicado a Antonio Fauró, director del Coro
Titular del Teatro; los solistas y el público se unieron espontáneamente al
homenaje a un profesional cuyo trabajo no siempre es agradecido como se merece.
Vaya también, en estas líneas, mi
felicitación, maestro.
Vidal
Hernando
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