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Buenos
días, Don Hilarión, ¿qué tal?
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Hil.
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Pues
bien, nada especial, nada que se salga de la rutina de todos los días.
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Seb.
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Pues
yo le traigo una noticia, aunque a lo mejor ya la conoce. ¿Ha leído usted el
periódico ayer?
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Hil.
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Pues
no. Pero dígame usted la noticia.
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Seb.
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Tiene
que ver con el Palacio de la Música de Madrid. Corre peligro de ser
convertido en una tienda de ropa.
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Hil.
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¿El
Palacio de la Música? ¿El de la Gran Vía? ¿Convertido en una tienda de ropa?
No será una broma.
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Seb.
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Nada
de broma. Le resumo el asunto. Usted sabe que el Palacio de la Música fue
construido como sala de conciertos por el arquitecto Secundino Zuazo Ugalde entre
1924 y 1928 …
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Hil.
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No
me diga usted nada. Me conozco la historia de ese edificio como si fuera mío.
¿Usted sabe que tenía un órgano, construido por Juan Melcher, hacia 1930, con
tres teclados manuales, pedalero y 70 registros, que fue destruido por un
incendio el 22 de noviembre de 1932?
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Seb.
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¿El
22 de noviembre?. ¿El día de Sana Cecilia?
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Hil.
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Sí
señor, el día de la patrona de los músicos. ¡Que fatalidad! Como la santa es
ciega, quizá no vió el problema a tiempo.
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Seb.
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¡Don Hilarión!
¡Que
Santa Cecilia no es ciega! ¡La ciega es Santa Lucía!
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Hil.
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Perdóneme,
tiene usted razón, de santos y santas entiendo poco.
Lo
que sí se es que desde su terminación hasta 1966, fue sala de conciertos.
¡Cuántos nombres importantes de la música europea han pasado por ahí!
Luego
fue convertido en cine, más tarde en minicines (con tres salas) y por último
comprado por Caja Madrid que pensaba devolverlo a su actividad musical
original.
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Seb.
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Ya,
ya. Pero la crisis, el problema-escándalo de la Caja, o de Bankia, que tanto
monta, ha parado el proyecto.
Y
ahora, parece que una gran empresa comercial tiene intención de adquirirlo y
convertirlo en una tienda.
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Hil.
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¡Dios
mío! ¡Qué están haciendo con “mi” Gran Vía”. ¡La única calle del mundo que
tiene una obra lírica!
¡Hay que hacer algo!
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Seb.
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¿Y
qué hacemos!
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Hil.
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No
lo sé. Me temo que sería necesario un milagro.
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Seb.
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Hombre
no creo que sea para tanto. Bastaría con que el Ayuntamiento no autorice el
cambio de actividad a que está asociado el edificio; bastaría también con que
los nuevos propietarios tuvieran el detalle de mantener la música en ese
edificio.
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Hil.
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Hombre
eso sería una solución magnífica. Mire usted, si asó ocurre, prometo
comprarme toda la ropa en las tiendas de esa empresa. Pero mucho me temo que
…
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Seb.
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No
pierda usted la esperanza. Es posible que aún quede en este Madrid nuestro
gente con intereses culturales, gente que ni vea sólo negocio en todo lo que
hace…
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Hil.
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Me
da miedo. Cuando estas noticias empiezan a circular… malo. Aquí lo que hace
falta es un milagro.
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Seb.
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No
se venga usted abajo. Recuerde usted la historia de Lázaro, aquel al que
Jesucristo le dijo “Levántate y anda”.
Pero, dígame, ¿por qué tanto interés por ese edificio? Que yo sepa, en
él no ha habido zarzuela, salvo algún concierto de fragmentos, de preludios e
intermedios …
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Hil.
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¡Ah,
don Sebastián!. Se lo voy a decir. Hace años, bastantes años, escuché allí mi
primer concierto. No recuerdo ni la orquesta ni el director, pero fue la
primera vez que oí una orquesta sinfónica. Y la obra no la olvidaré nunca: la
Sinfonía Pastoral, de Beethoven.
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Seb.
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¡Qué
me dice! ¡Así que usted empezó a aficionarse a la música con la
Pastoral! ¡Quien lo diría!
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Hil.
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Pues
sí. Y de la manera más tonta, si me permite hablar así .
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Seb.
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¡Cuente,
cuente!
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Hil.
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Yo
trabajaba, en aquel entonces, de botones, muy cerca de allí, en la calle de
la Montera. Uno de mis jefes será muy melómano, o se perdía un concierto.
Pero aquel día, por alguna razón, no podía ir. ¡Y me regaló su entrada!
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Seb.
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¿Y
fue usted al concierto en horario laboral! ¡Eso es absentismo!
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Hil.
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Lo
que usted diga, pero absentismo laboral y recomendado por el jefe. ¡Que
quiere! ¡Las órdenes hay que obedecerlas!
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Seb.
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¡Hay
que ver! ¡Lo que es la vida! ¿Sabe usted lo que le digo! Si el Palacio de la
Música vuelve a su actividad, le invitaré a usted al primer concierto que
haya.
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Hil.
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Se
agradece, amigo mío, se agradece. Y yo mantengo mi promesa de vestirme, de
pies a cabeza, en la tienda que sea …
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¡Buenas tardes! Me gustaría hacer una consulta referente a un datoque aparece en el texto. D. Hilarión afirma que el Palacio de la Música poseí un órgano construido por el organero Juan Melcher con tres teclados manuales, pedalero y 70 registros. ¿Sería posible saber dónde puedo encontrar información al respecto?
ResponderEliminarMuchas gracias por su respuesta.