Gerar Mortier. Reflexiones
sobre la ópera, el arte y la política. Edición de Mar Fosca. Confluencias
Editorial. Almería, 2015.
El belga Gerard
Mortier (Gante, 1943–Bruselas, 2014) uno de los directores y gestores de teatro
más populares de las últimas décadas confiesa en ese pequeño libro sus inquietudes
y convicciones sobre tres grandes temas que consideraba interrelacionados.
Se trata de dieciocho
artículos, tres de política, cuatro sobre arte y literatura y once sobre ópera,
seleccionados por Mar Fosca y precedidos de sendas presentaciones apasionadas
de Sylvain Cambreling y Peter Sellers, publicadas en el madrileño diario El País, la revista del Teatro Real, y
de conferencias en la Universidad de Granada, el Museo del Prado, la Residencia
de Estudiantes y el Círculo de Bellas Artes.
Mortier ha
sido un personaje controvertido que no ha dejado indiferente a nadie. Gestor de
ópera en Frankfurt, Hamburgo, París, Bruselas, Salzburgo y Madrid revolucionó ciertos aspectos esta manifestación
cultural y, en Madrid, por ejemplo, apostó por grandes títulos del siglo XX y
obras discutidas por los aficionados y no prestó prácticamente atención a los
trabajos españoles.
De la lectura
de estas 228 páginas se desprenden
algunas de las ideas básicas del personaje sobre las que se puede estar
de acuerdo o discrepar, pero que nos deberían hacer pensar antes de admitirlas
o rechazarlas. Por ejemplo, para él, “el arte tiene que fomentar la conciencia
de los ciudadanos para que estos elijan la mejor política posible”. No faltan
en estos artículos relaciones entre sucesos históricos o geográficos que
justifican la creación o el desarrollo de ciertas obras de arte; tampoco
explicaciones sobre obras (de teatro, pintura o música) que quizá no estuvieron
en la intención de sus creadores. Es decir, toda una serie de opiniones personales
que, como decíamos al principio, no dejarán indiferencia en los lectores,
porque tendrán que decidir si las admiten o las rechazan. Y es que Mortier era un hombre apasionado que influía sobre
quienes estaban cerca de él a consecuencia de su gran personalidad. Fue
provocador y esta actitud le atrajo amistades y fobias.
Con respecto a
España su relación la define Cambreling en estas páginas: “Gerard Mortier y España fue
amor y desamor, fue esperanza y desilusión, fue tenacidad y rechazo, fue
amistad y traición”. En cualquier caso, no pasó desapercibida para nadie. Gracias,
en parte, a los importantes recursos que se pusieron a su disposición.
José
Prieto Marugán
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