Francisco Asenjo Barbieri |
Barbieri denuncia la diferencia de trato del gobierno
al Teatro Real y al de la Zarzuela.
No es trabajo contra la ópera, sino contra los privilegios otorgados a una manifestación musical y la desconsideración hacia otra.
Los tres artículos se publicaron en el periódico
La Mañana, de Madrid, los días 21 y 22 de Mayo, y 5 se Junio de 1877. |
I
Cuando se agita la cuestión del teatro español;
cuando autores, y empresarios serios y bufos hacen gemir las prensas con
artículos y folletos; cuando los representantes del municipio y de la nación
tienen sobre el tapete proyectos teatrales y los presupuestos generales del estado,
me parece que no podrá ser inoportuno un recuerdo sobre los teatros cuyos
nombres encabezan estas líneas; recuerdo necesario, si se atiende a que en
algunos de los citados artículos y folletos se han echado a volar especies que
pueden atentar al arte lírico-teatral, o al menos a que la opinión pública se
extravíe porque no haya pleno conocimiento de la materia de que se trata.
Lejos de mí (que ni soy empresario de teatro[1]
ni aspiro a serlo) la idea de mezclarme en esa especie de pugilato que
sostienen los que más o menos abiertamente se disputan el negocio de la
explotación del teatro dramático, no puedo menos de tomar la pluma, a título de
español y de músico, para llamar la atención del gobierno y del público sobre
el estado actual de los dos principales teatros líricos de Madrid; y como no
hay razonamiento más fuerte que el que se funda en hechos públicos y notorios,
ni lógica más concluyente que la de los números, voy a tratar la cuestión, valiéndome
de los datos que he adquirido en mi larga carrera teatral y en las noticias que
me han suministrado varios artículos de periódicos y muchos amigos particulares
bien enterados de los secretos administrativos teatrales. pero ante todo, debo
dejar consignado, que si en algo de lo que voy a decir hubiera error, estoy
dispuesto a rectificarlo, tan luego que se me demuestre la verdad; porque no
tengo intención de atacar a ninguna empresa o personalidad, sino tan solo poner
de manifiesto las diferencias que hay del teatro Real al teatro de la Zarzuela,
considerados bajo el aspecto de su
explotación mercantil, sacando luego algunas consecuencias relativas a su importancia artística y al favor que a cada
uno de ellos otorgan el gobierno y el público. Hagamos ahora el estudio comparativo en números
redondos[2].
Considerados ambos teatros por el total que
arrojan sus localidades vendidas en cada representación, hallamos que sus
entradas posibles son:
En el Real
|
49.000 rs. diarios
|
En la Zarzuela
|
15.000 rs. id.
|
En concepto de alquiler del edificio y sus
accesorios:
El Real
|
No paga nada
|
La Zarzuela
|
368.000 rs.
|
Por contribuciones al estado pagan:
El Real
|
30.000 rs.
|
La Zarzuela
|
50.000 id.
|
A poco que
se medite sobre los anteriores datos, se halla que, solamente en concepto de
alquileres y contribución, cuando el teatro Real paga 1.500 duros, el de la
Zarzuela paga 20.900 duros; desproporción, enorme y ajena al principio de
equidad : porque si consideramos que el teatro de la Zarzuela, por un local que
hace 15.500 rs. de entrada, paga 20.900 duros, el Real, que hace en igual
concepto 49000 rs. debería pagar en proporción,
66.067 duros; pero como no paga sino 1.500, resulta que el estado regala
en cinco meses 64.567 duros al empresario del teatro Real.
Sigamos adelante.
El repertorio de óperas que se ejecuta en el
teatro Real es casi totalmente del dominio público en España; por cuya
circunstancia la empresa no tiene que pagar derechos de representación a los
autores, salvo algún caso raro de ópera muy moderna, por la cual se paga más
bien en concepto de compra ó usufructo de los papeles de música que no por
derechos de autor: así es que la pequeña cantidad que esto arroja no es digna
de artículo aparte, y por esto va englobada en los gastos generales, de que
hablaré luego, pudiendo ahora decir que por derechos de representación el
teatro Real no paga nada, al paso que el de la Zarzuela paga, por término
medio, un mínimum de 112.500 rs. en cinco meses.
Los antiguos empresarios de teatro, y aún los
modernos, tienen por axioma que no se debe nunca hacer un presupuesto de gastos
que exceda del 50 por 100 de una entrada total, porque mayor sería ruinoso.
Esto sentado, comparemos los presupuestos
generales de gastos que han tenido los teatros en cuestión durante la
última temporada de cinco meses, y hallaremos que el del teatro Real ha sido de 17.800 rs.
diarios, que corresponden al 33 por ciento de una entrada, y el de la Zarzuela
8.400, que equivalen al 54 por 100; no es pues, extraño que el negocio del
teatro Real haya sido seguro y el de la Zarzuela ruinoso; y aquel tanto más
seguro, cuando que siendo su presupuesto general de gastos 134.000 duros para
toda la temporada, antes de levantar el telón, los abonados dieron a la empresa
131.000 duros por sus abonos (según se ha dicho de público), que es la casi
totalidad de los gastos. Fortuna extraordinaria que no alcanzó jamás el teatro
de la Zarzuela, donde, no digo en el año anterior que ha sido muy desgraciado,
sino en los años de mayor favor del público, nunca pudo contar con un abono que
excediera de 4.000 duros mensuales.
En resumen: véanse aquí los presupuestos de ambos
teatros durante la última temporada de cinco meses:
Teatro
Real
|
|
Ingresos
|
188.400 duros
|
Gatos
|
134.000 duros
|
Ganancia
|
54.400 duros
|
Teatro de
la Zarzuela
|
|
Ingresos
|
56.250 duros
|
Gatos
|
63.000 duros
|
Pérdida
|
6.750 duros
|
Como si no fueran bastantes las ventajas que ha
obtenido la empresa del Teatro Real no pagando alquiler de casa, pagando de
contribución menos de lo justo y contando con el inmenso favor de un público
que antes de empezar la temporada le adelanta la casi totalidad de los gastos,
todavía se ha dado el caso de que en uno de los años pasados el gobierno la
subvencionara con 30.000 duros, según se lee en un folleto que tengo a la vista
y que no ha sido desmentido hasta ahora.
Al propio tiempo, la empresa del teatro de la
Zarzuela, abandonada a sus propios recursos, paga 20.900 duros solo por casa y
contribución, sin que el gobierno ni nadie la haya subvencionado jamás ni ella
lo haya pretendido.
II
Teatro de la Zarzuela |
En el artículo anterior expuse a grandes rasgos lo
que son los negocios de las empresas del teatro Real y del de la Zarzuela comparados.
De aquella comparación resulta que cuando la empresa
del Real (juntando sus ganancias en metálico a la del regalo del gobierno en
concepto de alquileres y contribución) hace un total de beneficio de dos millones trescientos setenta y nueve mil
trescientos cuarenta reales en cinco meses,, la de la Zarzuela sufre una
pérdida en metálico de ciento treinta y
cinco mil reales en el mismo tiempo; siendo las causas principales de tan
enorme desproporción las grandes facilidades y ventajas que el gobierno otorga
al teatro Real, sin otorgar alguna al de la Zarzuela.
Estos hechos han dado motivo en diferentes
ocasiones para que la prensa y los artistas clamen contra tan irritantes
privilegios. Pero los apasionados o favorecidos por las empresas del teatro extranjero
han salido a la defensa de éste con argumentos especiosos, entre los cuales
descuella el de que la empresa del teatro Real mantiene a multitud de familias
españolas. No negaré yo que esto sea verdad hasta cierto punto; pero no es
argumento de excepción, porque todos los teatros de España hacen lo mismo y no
lo pregonan, ni por ello les da un ardite el gobierno; antes al contrario les
carga de contribuciones y dificultades.
He dicho,
hasta cierto punto, y la prueba nos
la van a dar los mismos presupuestos del teatro Real en su última temporada.
De los 188.400 duros que han entrado en la Caja de
la empresa, han tocado:
A los artistas extranjeros
|
75.040
|
A los artistas españoles
|
58.960
|
A la empresa por ganancia
|
54.400
|
Desde luego salta a la vista que la ganancia del empresario
solo representa una cantidad casi igual a la que ha ganado la masa general de
artistas españoles empleados en dicho teatro, y que todos estos juntos han
ganado 17.000 duros menos que el pequeño grupo de los artistas extranjeros.
Al mismo tiempo en el teatro de la Zarzuela han
sucedido las cosas de diferente manera. El empresario no solo no ha ganado,
sino que ha tenido que sacar de su bolsillo particular la cantidad de 6.750
duros para completar los 63.000 de su presupuesto de gastos, cuya cantidad
total se ha quedado en España. es decir, que los artistas españoles han ganado:
En el Teatro Real
|
58.960 duros
|
En el de la Zarzuela
|
63.000 duros
|
Por consecuencia, si esto puede ser argumento en
defensa de los grandísimos privilegios que goza el teatro extranjero, con mucha
mayor razón lo seria para procurar que se beneficiase al teatro nacional, con
preferencia sobre aquel[3].
Pero los principales argumentos que hacen los que
defienden al teatro Real, consisten en decir que la cultura española hace
necesaria su existencia, y que, por ser
negocio tan costoso, debe subvencionarlo el gobierno.
Convengo con el primero de estos argumentos, y aún
añado que desearía que el teatro Real
fuese en todo y por todo el primero de Europa; que tuviera la mejor compañía;
que se dieran en él todas las óperas mejores y también las más nuevas,
perfectamente repartidas y ensayadas; que se decorara, en una palabra, que fuera un modelo en que
los artistas fuéramos a aprender, y el público de todas clases a encontrar el
más dulce y honesto de los placeres.
¿Es esto lo que se acaba de ver en dicho teatro?
¿Dónde se han escondido las tiples de las condiciones de la Frezzolini, la
Penco o la Patti; contraltos como la Alboni; tenores como Mario y bajos como
Selva y Formes? ¿Qué óperas se han ejecutado que no fuesen del repertorio más
manoseado, y además mutiladas y trasportadas en mucha parte, salvo dos tomadas
del repertorio de la zarzuela francesa, y éstas mal repartidas y peor
ensayadas? ¿Cómo se han decorado y vestido en general todas las óperas?... Contesten por
mí los mismos abonados y los artistas de corazón, y de seguro dirán que el
teatro Real ha sido en la temporada anterior un excelente modelo en que podrán estudiar los especuladores, pero no los
artistas, a no ser que estos sigan un consejo semejante al que Ventura de la
Vega dio a un joven actor, diciéndole:
¨Vaya Vd. todos los días al teatro del Príncipe; allí hay un cómico que se
llama Pedro López; estúdiele Vd. en todas sus palabras y movimientos; y cuando
Vd. se lo sepa, haga todo lo contrario y será Vd. buen actor¨.
No por esto se entienda que yo condeno en absoluto
cuanto se acaba de hacer en el teatro Real: nada de esto; algunos cantantes,
aunque pocos, ha habido dignos del puesto que han ocupado, y alguna cosa ha
hecho de empresa en cumplimiento de su deber, pero de aquí a que esta empresa
haya correspondido a las legítimas exigencias del arte y del publico, y a lo
que debería ser un teatro tan generosamente subvencionado, hay una grandísima
distancia; y sin embargo, el empresario ha ganado en metálico sonante más de un
millón de reales en cinco meses.
Parecerá tal vez a mis lectores que todo cuanto
llevo dicho tiende a procurar que el teatro de la Zarzuela sea subvencionado,
pero no es así, porque yo soy contrario a las subvenciones en general, salvo las que da el público al comprar su
billete de entrada al teatro; lo que sí trato de demostrar es la injusticia de
que un género extranjero sea subvencionado y el español no, cuando aquel
realiza pingües ganancias y éste sufre
sensibles pérdidas. Además, la experiencia ha demostrado que, aparte del teatro
Real, a dónde va la gente porque sí, cuando
en un teatro cualquiera se dan funciones buenas, el público acude y la empresa
gana, sin necesidad de que el gobierno la auxilie; y, concretándonos a los
teatros de ópera extranjera, vemos que el de Madrid está muy por debajo de los
de Barcelona en la formación de compañías y en la manera de presentar las
obras,, sin embargo de que los teatros de la capital del Principado no gozan de
subvención alguna del gobierno, y el Real de Madrid cuenta con una muy grande,
que en lugar de servir para dar esplendor al arte lírico, sirve solo para que
la empresa asegure un buen negocio.
Por otra parte, el teatro Real es un edificio del estado,
construido con el dinero de la nación, y que tiene ciertas cargas que el gobierno
paga del presupuesto general. Este edificio, con todos sus accesorios, se da
gratuitamente a un empresario para que lo explote, y, sin embargo, ni hay diputado a Cortes que
interpele sobre el particular, ni periódico que critique tan gran generosidad,
hoy que estamos amenazados de nuevos impuestos. Si esto es así, porque todos
aceptan como buena la teoría de las subvenciones, ¿por qué no se auxilia
proporcionalmente a los demás teatros españoles?... Y si esto no puede hacerse
por la penuria del rrario público, y al par se considera la subvención al
teatro Real como de primera y vital necesidad para el arte lírico, ¿por qué, si
se entrega la dirección y explotación de este teatro a simples negociantes, no
interpone el gobierno su ilustrado veto, cuando los intereses del arte y del
público llegan a ser desatendidos?...
Seguro estoy de que a estas preguntas no se me
dará contestación satisfactoria, ni se remediarán los males que he señalado. Estamos en España.
III
Teatro Real |
Desde los días 21 y 22 del pasado Mayo, en que se
publicaron mis dos artículos anteriores, hasta hoy, no ha salido al palenque de
la prensa nadie que contradiga las razones que expuse a la consideración del
público. Cierto es que en el mismo día 21 apareció en La Correspondencia de España un suelto en el cual se decía que mis
artículos (aún no se había publicado el segundo) iban a ser refutados; pero no
se ha publicado la anunciada refutación. De modo que, hasta el presente, queda
en pie todo lo que indiqué en mis artículos anteriores, y me afirmo más y más
en la idea de que a mis preguntas no se dará contestación satisfactoria, ni se
remediarán los males que señalé.
Estos males vienen de muy antiguo. El teatro Real,
desde su laboriosa y costosísimo fundación, goza de privilegios excepcionales.
Para las empresas que lo ha explotado, siempre hubo facilidades, concesiones y
auxilios de todo género; pero ninguna de dichas empresas llegó jamás a ser tan
privilegiada como la actual , que, para enriquecerse del modo que se ha visto
en mis artículos anteriores, no solo ha
conseguido el favor legal (digámoslo así), sino muchos favores extralegales, o mejor
dicho, el de atropellar la ley sin que nadie se lo impida. Veamos las pruebas.
Cuando la actual empresa tomó a su cargo el
entonces llamado Teatro Nacional de la
Ópera, con arreglo a la escritura otorgada en 11 de Agosto de 1869, se
preceptuaba en esta escritura que la duración del arriendo sería de tres años
forzosos y dos a voluntad; que el empresario prestaría una fianza de 10.000
escudos, y que el mismo habría de pagar 8.600 escudos anuales, destinados a
cubrir las dotaciones y salarios de los empleados del gobierno en el teatro y
los gastos del alumbrado interior de éste cuando no se dieran representaciones.
Así trascurrió una temporada teatral; pero
enseguida el empresario, alegando unas pérdidas no muy bien justificadas,
consiguió del gobierno la novación del contrato, con las condiciones de que la
duración de éste extendiera a cinco años forzosos y otros cinco a voluntad del empresario,
en vez de los tres y dos que respectivamente se señalaban en la condición
primera del anterior: consiguió además quedar exento de prestar la fianza de
10.000 escudos, la cual le fue devuelta, y consiguió, por fin, que se le
eximiera del pago de los 8.600 escudos anuales, que hoy se cubren dando cada ministerio
100 escudos mensuales, como retribución por el palco del gobierno.
De modo, que la actual empresa del Teatro Real
consiguió de un golpe tres grandes favores, que si bien son legales por la
forma en que el gobierno se los concedió, no por esto dejan de ser en el fondo
y en la forma privilegios irritantes en favor de un espectáculo extranjero,
cuando los espectáculos españoles atraviesan un periodo de angustia sin que el gobierno
les tienda una mano protectora.
Para hallar la prueba de los favores extralegales
de que goza la referida empresa del Teatro Real, bastará copiar aquí algunas
condiciones de la nueva escritura que sustituyó a la citada de 1869.
Dice textualmente la condición 3ª: ¨Todas las
cantidades que ingresen por razón de abono, se depositarán en el Banco de
España, no pudiendo retirar, de ningún modo, sino lo correspondiente a cada
quincena vencida.¨
Y dice la condición 10: ¨El mismo empresario se
obliga a hacer a su costa las mejoras que juzgue necesarias para comodidad y
recreo del público y ornamentación de la sala, quedando las que ejecutare en
beneficio del establecimiento.¨
Con solo leer las citadas condiciones, y recordar
después que las mejoras que se hicieron en la temporada anterior fueron pagadas por el estado , y que los
131.000 duros que importó el abono se depositaron en el bolsillo del empresario , sin que el Banco entendiera en el
asunto, basta para probar que el tal empresario salta por encima de la ley, sin
que nadie le exija el cumplimiento de ella, o lo castigue con arreglo a la
condición 14 de dicha escritura, donde textualmente se consigna que ¨De hecho y derecho podrá el gobierno
rescindir el contrato, cuando la empresa falte a sus compromisos¨ .
¿De donde nace esta impunidad?...¿Qué poder
secreto o qué mágico talismán posee la empresa del teatro Real, para que se la
permita hacer en un teatro del estado y en contratos con el gobierno supremo de
la nación, lo que nadie puede hacer a mansalva en un teatro cualquiera de
propiedad particular y en contratos
con el último de los españoles?...
La cosa es más grave de lo que a primera vista
parece, si se atiende a los resultados; pero no seré yo quien ahora intente
hacer comentarios, que tal vez alguno querría interpretar dándoles un color
político o de partido que no pueden tener en modo alguno, porque no debe
achacarse la responsabilidad a ningún hombre político en particular, sino a todos
los que han gobernado en España desde que se fundó el teatro Real, quienes con
el deseo más generoso y noble de proteger el arte de la música dramática
extranjera, no han caído en la cuenta de que, a quien realmente protegen, es a
los que especulan con los productos de un edificio de la nación, el cual, en
vez de producir, como debía, bienes al arte y rendimientos al estado, produce
males artísticos y pérdidas al Erario
público, cuyas pérdidas vienen a convertirse en pingües ganancias para empresarios
sin merecimiento.
Y cuando al par de todo esto se ve que tenemos en
España, aparte de nuestro célebre teatro dramático, el género de la zarzuela, a
cuyo amparo nace y se desarrolla el
genio de los artistas españoles, y se mantienen trabajosamente millares de
personas y de industrias, sin que el gobierno les eche una mirada protectora,
no puede uno menos de clamar: ¡ Basta de privilegios irritantes! ¡ Justicia
igual para todos!.
[1] En la época a que se
refiere Teodoro Robles, era empresario del Real, y Manuel Sanz de la Zarzuela.
[2] No traducimos a nuestra
moneda porque no perseguimos conocer el valor actual; basta con mostrar las
diferencias.
[3] EN todo caso los
privilegios serían para los empresarios, no para el teatro.
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