Eduardo González-Barba Capote. Manuel
de Falla y la Orquesta Bética de Cámara. Ayuntamiento de Sevilla. Instituto
de la Cultura y las Artes (ICAS). Sevilla, 215.
Dentro de siete años, más o menos, se cumplirán cien
del nacimiento de una idea, de un gran proyecto, que no llegó a buen puerto, a
pesar de estar auspiciado, supervisado y constantemente estimulado por uno de
nuestros mejores músicos. Me refiero a la Orquesta Bética de Cámara y Manuel de
Falla, cuya detallada historia ha investigado el profesor del Conservatorio
Superior de Música de Sevilla Eduardo González-Barba, y que se ha plasmado en
un excelente trabajo de fin de carrera, merecedor de un Premio del Ayuntamiento
hispalense a las mejores tesis doctorales.
A lo largo de 366 páginas, el autor reproduce,
casi día a día, la desconsolada vida de una agrupación musical nacida del
interés, el esfuerzo, la dedicación y casi la obsesión del compositor gaditano,
que esperaba de ella que se convirtiera en un modelo internacional, ya que no
era una agrupación instrumental al uso, sino un ente formado por músicos de
primera fila en cada atril.
La historia de esta orquesta aparece en todas las
biografías de Falla, pero es éste el primer libro que se dedica, en exclusiva,
a la formación instrumental, dando protagonismo a quienes, siguiendo las
directrices, consejos e ideas de don Manuel, trabajaron con escasos resultados
por sacar adelante un proyecto para el
que ni unos ni otros estaban preparados.
Manuel de Falla concibió la idea de una Orquesta
de Cámara para dotar a Andalucía de un conjunto interpretativo de primer nivel.
Y aunque nunca quiso figurar en ella como miembro de su organización
administrativa, lo cierto es que todas las decisiones importantes, incluso
muchas de menor nivel, le fueron consultadas por Eduardo Torres, maestro de
capilla de la catedral sevillana y el violonchelista Segismundo Torres y, más
tarde, Ernesto Halffter quienes tuvieron que enfrentarse y resolver, como mejor
pudieron, los muchos problemas de orden no musical que tenía el proyecto.
El libro tiene como objetivo ofrecer una visión
real y completa de una orquesta que tuvo muchos altibajos, y que hoy se conoce
más por su relación con Falla que por sus propios méritos. Está estructurado en
tres partes que se ocupan, respectivamente, de la etapa fundacional (1922-24),
la amplia e irregular época (1924-1964)
en que funcionó como orquesta de cámara, y su reconversión como Orquesta
Filarmónica (1964-1992). A pesar de la presencia permanente de Falla en todo lo
relacionado con la orientación artística del conjunto y el hecho de que el
compositor le cediera en exclusiva la interpretación de El retablo de maese Pedro, la Bética no fue capaz de sobreponerse a
una ineficaz gestión administrativa y comercial, y no contó con el suficiente
apoyo social de la sociedad e instituciones sevillanas, ni andaluzas.
En libro hace justicia a la figura incansable de
Segismundo Romero, de quien el autor escribe: “el mérito de este trabajador
infatigable nunca ha sido reconocido porque la figura de Halffter ha eclipsado
a la de este humilde músico. Esa injusticia se viene produciendo incluso desde
los primeros estudios que existen sobre Falla” (p. 58). Es también,
indirectamente, un atractivo estudio sobre la personalidad de la faceta
organizativa, directiva, incluso empresarial (aunque sin incidencias de tipo
financiero) del compositor gaditano, que conocía bien el terreno que pisaba.
El volumen ofrece una interesante, aunque escasa
documentación gráfica y se lee con comodidad, a pesar de la ingente cantidad de
datos que ofrece. Echamos de menos los anexos/índices habituales: onomástico,
obras y autores estrenados, lugares de actuación, estadísticas de conciertos…
Son elementos que ayudarían mucho en un libro que puede serlo de consulta por
su propia naturaleza.
José Prieto
Marugán
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