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jueves, 31 de diciembre de 2015

¿CAL o ARENA?



Pensamientos de un barbero.

Revisando recortes de prensa que guardo para mi archivo he topado con un comentario que denuncia la mala situación de las instituciones musicales y carga las tintas sobre personas y partidos que acceden a los gobiernos sin conocimientos ni experiencia. Denuncia la paralización de decisiones, el desconocimiento y la ignorancia de quienes tienen relación con la organización de actividades musicales (aunque el firmante podría haber escrito culturales, sin errar un punto) y cita algunos casos sonrojantes, que provocan una mueca de desagrado como mínimo.

Todas estas denuncias tienen, en ese comentario, un denominador común: son genéricas, anónimas pues no se citan nombres ni se dan datos que, a los conocedores, les permitan identificar a los responsables de tales disparates o desmanes.

Este método me crea una cierta inquietud y no diré que me revuelve las tripas, pero sí que incitan mis movimientos peristálticos. No es que ponga en duda la veracidad de las informaciones vertidas, sino que me parece que los hechos que denuncia se quedan cojos y no ayudan a la sociedad en la medida que parece necesario.


Porque, digo, yo, por ejemplo. Si el gestor cultural de un ayuntamiento es un patán que pretende que se toque un Concierto para piano y orquesta, con un órgano electrónico, porque es más barato que un buen piano de cola; u, otro caso hipotético que sería flagrante muestra de la estupidez humana: ¿para qué gastar dinero en dotar a las bibliotecas del pueblo de un ejemplar del Quijote, si es una cosa vieja, escrita hace más de 400 años? ¿No tenemos derecho a conocer su identidad, única manera para poder pedir su dimisión o, cuando menos, saber con quién nos jugamos los cuartos? O no volver a votarle nunca en la vida.

No sé si esta forma de ofrecer informaciones es dar “la de cal” o “la de arena”. Desde luego, a través de ella conseguimos tener una idea de ciertas cosas, podemos barruntar lo que se cuece, pero, ¿es suficiente?.

¿Por qué comportamientos tan ridículos y perjudiciales no trascienden? ¿Cómo es que la oposición política correspondiente no aprovecha para poner en evidencia a sus “enemigos”? Y los afectados, ¿por qué no se quejan de verdad? ¿Precaución, miedo? Todo es posible, pero no estaría mal dar un paso adelante sobre todo cuando el dinero con que se paga a estos sujetos es dinero público.


Lamparilla

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