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lunes, 28 de diciembre de 2015

¡LA ZARZUELA EN LA TELE!



                                         
Seb.
¡Tranquilícese usted, Don Hilarión! ¡Recupere el resuello! Parece que venga usted corriendo a todo correr. ¡Siéntese y respire!

Hil.
¡Ay! No le extrañe usted que venga sofocado. Es que traigo una noticia que me ha alterado y ha provocado una aceleración incontrolada de mi ritmo respiratorio.

Seb.
¿Es grave, la cosa?

Hil.
¡No, no! ¡Ni mucho menos! ¡Todo lo contrario!

Seb.
No me diga, le ha tocado a usted “el gordo”  de Navidad.

Hil.
¡Qué va! ¡Mejor que eso!  Se lo diré a bocajarro, de sopetón. ¡Atento!

La Televisión Española, la oficial, va a emitir los fines de semana, en horario de máxima audiencia, y en lugar de las blandengues películas habituales, las zarzuelas representadas en el Teatro de la Zarzuela. ¿Qué le parece? ¿Cómo se le ha quedado a usted el cuerpo?


Seb.
¿Qué la televisión nacional … emitir … zarzuelas? 

Me deja usted sin habla, sin sangre en las venas, sin aire en las fosas nasales … ¡Absolutamente sincopado!

Hil.
Lo comprendo. A mí me ha pasado lo mismo.

Seb.
No me estará usted tomando el pelo… Porque si es una broma, después de este síncope me puede dar un detenimiento del músculo cardíaco y me veo, frente a frente, con la Almudena.

Hil.
Nada de bromas. Cierto, tan cierto como que tenemos que morirnos y … pagar impuestos.

Seb.
¿Cómo se ha enterado usted?

Hil.
Fácil. Usted sabe que por la naturaleza de mi establecimiento tengo un buen puñado de amigos, de toda clase y condición. Y en todas partes. Pues bien, uno de ellos –cuyo nombre voy a mantener en secreto, por aquello de la discreción– me ha mostrado un documento elaborado por el Ministerio, el Teatro de la Zarzuela y la Televisión, en el que se aprueba la colaboración susodicha y subsiguiente.

Seb.
¿Y cómo ha sido eso? Porque este asunto es como un incunable de la Biblioteca Nacional: no se presta. Quiero decir que la tele no se presta a emitir las zarzuelas, y el teatro no se presta a que sus producciones sean televisadas.

Hil.
Pues, al parecer, ha sido sencillo. Ha habido un sujeto –tampoco puedo desvelar su identidad– ha dado con la clave. Y la clave es, nada más y nada menos, que esta palabra:  “pat-tri-mo-no”, “pa-tri-mo-nio”.

O sea, resumiendo, ha venido a decir que la zarzuela es patrimonio nacional, como otras manifestaciones de arte, como los libros, las pinturas, las esculturas,  e-te-ce, e-te-ce… osas.

Seb.
Pero eso ya lo sabíamos.

Hil.
Nosotros sí. Y mucha gente, pero los políticos de turno … pues no. Quizá porque eran eso, políticos de turno, temporales. En fin.

Lo cierto es que ante esa palabra “patrimonio nacional”, la cosa se ha puesto en marcha y los representantes han empezado a hablar en serio. Se han planteado problemas y dificultades, y se han ido corrigiendo, aunque la cosa no ha sido fácil.

Seb.
Perdóneme, Don Hilarión, pero me cuesta creerlo.

Hil.
No tiene usted por qué. Mire, piénselo así: Usted, o cualquier viandante, se da un paseo por el Parque del Retiro y disfruta con la visión de las magníficas estatuas que lo adornan. O admira la peculiaridad de los edificios monumentales de nuestra capital. O, aunque no sea religioso, entra en una catedral y ve los retablos, las pinturas, la singularidad de los trajes talares antiguos, la belleza de muebles, objetos litúrgicos … Y todo gratis. ¿Y, por qué?

Porque es “patrimonio”; o sea sé, nuestro, de la nación … Y la zarzuela, ¿no es también patrimonio de España?. Pues eso.

Seb.
Hombre, visto así … Pero… ¿Y los derechos?

Hil.
¡Ah, amigo mío! ¡Ahí está la clave! Cierto es que las obras musicales devengan derechos de autor … Pero no es menos cierto que, pasadas unas decenas de años, no generan estos derechos. Y, escuche usted atento, pasan a ser  “de dominio público”, “dominio público”. De ahí a “patrimonio” … ná. Un paso de chotis.

Seb.
Pero, oiga, ¿No ha habido dificultades, problemas …? Porque, tal y como usted cuenta la cosa ..

Hil.
Hombre, claro que ha habido dificultades. Pero la gran suerte es que el señor que ha resuelto el problema ha sido muy claro. Resumo: las obras de “dominio público”, sin problemas, y para las otras … ha propuesto el estudio de varias fórmulas para que nadie vea mermados sus derechos, es decir que nadie va a salir perjudicado.

Seb.
¿Y si alguno se niega?.

Hil.
Ningún  problema, Se da a conocer su negativa a la opinión del pueblo, para que la gente sepa lo que ocurre, y le castigue con una buena dosis de indiferencia. Porque si no quieren colaborar, es lo mismo –cómo le diría yo–  que si el Señor Benlliure tapara con una lona sus esculturas. Es un supones, claro, porque el Señor Benlliure está difunto.

Seb.
No es mala idea. Que cada palo aguante su vela. Y… a esperar… que ya llegará el verano,  que en este caso viene a ser “dominio público”.

Y, dígame, ¿cuando veremos la primera zarzuela?
Hil.
Pronto, será pronto. Ahora hay que preparar todo, elegir títulos, hablar con los responsables, encajar la programación .. y esas cosas.

Bueno lo primero, es que el acuerdo se traslade al papel oficial. Pero eso es cosa de simple burocracia.

Seb.
¿Burocracia? ¡Dios, con la Iglesia hemos topado!

Hil.
No se preocupe, se va a firmar el próximo día 28.  Lo sé de buena tinta.


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