Filosofías
de barbero.
REPRODUZCO ESTA ENTRADA,
YA PUBLICADA EL 9-11-2012,
PORQUE CREO QUE SIGUE SIENDO VIGENTE
(Ustedes disculpen)
Cada vez que
hay elecciones en este país nuestro, o de quien sea, lo cual entre municipales,
autonómicas y generales sucede cada tres días y el de en medio, se suscita el
tema del debate entre los candidatos en la televisión. No se concibe debate si
no es en la tele. ¿Habrá debate? ¿No lo habrá? ¿Estarán de acuerdo los
“debatistas” con el moderador elegido por su probada independencia política?
¿Es bueno para la democracia o no lo es? ¿Cómo va a desarrollarse? ¿Entre los
dos principales candidatos o entre todos los primeros espadas de las más
relevantes partidos? ¿Cuál será la estructura? ¿Habrá turnos de réplica? ¿Se
producirán la discusión y la controversia o cada uno hablará de lo suyo?.
Estas
preguntas, y otras muchas que omito porque un simple barbero no puede abarcar
tema de tanta complejidad en toda su amplitud, se las plantean los centenares
de expertos, politólogos, tertulianos, consejeros, asesores, periodistas,
analistas, comunicadores… Opinan, dan datos y consejos, muestran resultados de
encuestas y suponen quién será el ganador, antes, incluso, de que se decida que
va a celebrarse el debate (cosa que está más que decidida, aunque hasta última
hora no se diga, porque unas elecciones sin debate, son menos elecciones).
Desde el punto
en que se convocan las elecciones, anticipadas o en su plazo natural, la sombra
del debate comienza a planear sobre la cabeza de todos los que, de un modo o de
otro, tendrán alguna relación con él.
Los asesores
de imagen estudian a la persona de la que deben potenciar los valores positivos
de su exterior y disimular los defectos. Decidirán cómo habrá de presentarse su
candidato: ropa, gestos, palabras, miradas, pausas, lenguaje corporal,
movimiento de manos …
Los
escenógrafos pensarán cómo será el plató en el que se desarrollará el debate;
imaginarán formas, volúmenes, emplazamientos, colores, materiales … todo lo
necesario para que el entorno sea neutral. O eso dicen.
Los posibles
regidores de TV, de acuerdo con los correspondientes asesores de imagen y
directores de campaña, determinarán tipo, número y duración de planos, tiros de
cámara, enfoques --- ¿Se mostrarán los pies y los calcetines?
Similar
actividad y equivalente responsabilidad tienen los responsables de la
iluminación, los técnicos de sonido, azafatas, responsables del catering (el
papeo que no falte) y hasta los conductores de los vehículos que irán a buscar
a los “debatientes”. Ya se sabe que si un conductor se mete en un atasco, su
“debateador” se pondrá nervioso y verá muy mermada sus posibilidades de ganar
el debate.
Todos estos
detalles estarán, durante días, en las antenas de radio, en la rotativa de los
periódicos y en las parabólicas de las televisiones.
Por fin, llega
el día señalado ¿Cuántos individuos han pasado la noche en vela, incapaces de
conciliar el sueño? Es la hora de la verdad; todo tiene que funcionar
perfectamente, con la exactitud de un reloj suizo. ¡El futuro del país depende
del debate!
Tras él.
magistralmente llevado por el moderador, los “debatientes” se dan la mano con
olímpica deportividad, pero algo hay algo muy importante: uno ha ganado, el
otro no. Los expertos, analistas, politólogos, tertulianos, correveidiles y
demás no se pondrán de acuerdo en quién, pero todos dirán que ha ganado uno.
Sin embargo, el
que firma, un simple fígaro, que se gana la vida afeitando barbas ajenas,
atusando cabellos, eliminando cañones y, en algún caso, ejerciendo de
sacamuelas, no acaba de entender para qué sirve un debate de estos. Uno gana y
otro pierde ¿Y qué? ¿Va a gobernar mejor el del traje azul o el del terno gris?
¿Influirá en la prima de riesgo que el “debatiente” ganador necesitara más
refuerzo del maquillaje que el otro? ¿Quién va a representar mejor al país en
el extranjero, el barbilampiño o el de pelo en pecho? ¿Quién va a enfrentar
mejor los peligros a que se enfrentará la nación en los próximos años: el que
más nos hizo reír o el que tiene más retranca?-
A un simple
rapabarbas como este maestro del barrio de Lavapiés, lo que le parece necesario
es que los candidatos expongan sus ideas, sus programas, las posibilidades
reales de conseguir lo que ofrecen, la forma en que pretenden conseguir lo
prometido, qué van a hacer con los impuestos, con la economía, con la salud, la
cultura, la educación (no son lo mismo), etc. Sólo los enamorados ofrecen la luna y sólo las
inocentes enamoradas creen que se la darán
A un simple
barbero, cansado ya de dar jabón a clientes de todo tipo y condición, le parece
que esto de los debates es un invento que nos cuesta dinero y que sirve para
poco. Y siempre recuerda la misma historia: En 1934, en un acalorado debate en
el Congreso, José María Gil Robles habla desde la tribuna de oradores y un
adversario político le increpa:
-
¡Su señoría es de los que
todavía llevan los calzoncillos de seda!.
Carcajada
general de sus correligionarios. Gil Robles aguantó el chaparrón estoicamente y
cuando las risas se calmaron, contestó:
-
No sabía que la esposa de su
señoría fuera tan indiscreta.
Esta vez las
risas sonaron en otro lugar del hemiciclo.
¿Y qué?
¿Alguien puede decirme si afectó al destino, a la economía, a la situación de
los españoles, la chuscada de uno y de otro? Fíjense ustedes en la importancia
del asunto que a estas alturas, no
sabemos si los calzoncillos eran de seda o no. ¡Menuda incógnita histórica!
¿Dónde están los periodistas de investigación?
Lamparilla
(Todo
esto es consecuencia de que no sólo de zarzuelerías vive el hombre).
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