Escena de la boda (Foto. T. Zarzuela) |
La del Soto
del Parral (Zarzuela en dos actos y tres cuadros de Luis Fernández de Sevilla
y Anselmo C. Carreño. Música de Reveriano Soutullo y Juan Vert.). M. Rodríguez.
C. San Martín. J. Palacios. A. Frías. D. Otaola. L. Álvarez. J. Cifuentes.Dirección
de escena: Amelia Ochandiano. Escenografía: Ricardo Sánchez Cuerda. Vestuario: Pedro
Moreno. Iluminación: Juan Gómez Cornejo (AAI). Coreografía: Amelia Ochandiano y
Luis Romero. Coro del Teatro de la Zarzuela (Dtor. Antonio Fauró). Orquesta de
la Comunidad de Madrid. Director musical: Martín Baeza-Rubio. Teatro de la Zarzuela, 03-12-2015.
Con lleno
hasta la bandera hemos tenido ocasión de asistir a la reposición de esta
magnífica obra zarzuela, presentada por la Zarzuela en 2010. La propuesta se
mueve dentro de cánones tradicionales, y aunque algunas novedades (como el
arranque del tercer cuadro) extrañen al público y a quien esto firma, lo cierto
es que se pudo apreciar la calidad del texto y la riqueza melódica de la
música. El público disfrutó, aplaudiendo al final y después de las principales
intervenciones de los solistas.
Desde 1927,
año en que se estrenó la obra en el Teatro de la Latina, de Madrid, el mundo ha
dado muchas vueltas, y en la fuerza centrífuga que este movimiento genera, la
zarzuela rural no tiene la consideración de entonces. Pero esto no significa
que haya que arrinconarla; basta con limar algunas asperezas, pulir algunos
detalles y, por parte del espectador, escucharla con la consideración de que no
se pretende mostrar la “realidad actual”.
La del Soto del Parral es una
historia de amor y la de una figura moral hoy poco o nada valorada: la
fidelidad a una palabra dada.
La
representación a que hemos asistido fue interpretada por el segundo reparto; un
reparto cohesionado, competente y capaz.
"Ronda de enamorados" (Foto. T. Zarzuela) |
María
Rodríguez, soprano vallisoletana, dio vida al personaje de Aurora, con energía
y convicción, y aunque no tiene una romanza propia, pudimos gustar su
interpretación vocal en los dúos con Miguel y Germán, protagonizado, por
cierto, por el barítono madrileño César San Martín, de voz varonil, redonda,
potente y con excelente línea de canto. Javier Palacios, tenor valenciano, dio
vida a Miguel; le encontramos algo justo en la interpretación de su papel aunque
lo resolvió con eficacia.
Autora Frías,
malagueña y Didier Otaola, madrileño, se hicieron cargo de la tradicional
pareja cómica. Dieron a sus personajes, Catalina y Damián, verosimilitud,
gracia y simpatía, lo que les premió el público con ovación de gala. Dos
personajes más, digamos secundarios, destacaron en la velada: Luis Álvarez, buen
actor, dominador de la escena y habituado a estos papeles, como Tío Sabino, y
Juanma Cifuentes, en el personaje de Tío Prudencio, el romancero intrigante
capaz de sembrar dudas e inquietudes en quienes le escuchan.
Mención aparte
merece el Coro titular del teatro, preparado con la eficacia habitual por
Antonio Fauró. Salir airoso de fragmentos conocidos por todos los aficionados,
como el inicial “Los cantos alegres de los zagales”, para hombres, el coro de
la consulta (“¿A la consulta se puede entrar?”), femenino, y el célebre “Dónde
estarán nuestros mozos”, con participación de la plantilla completa, tiene no
pocos riesgos, pues el aficionad “no pasa una”. Pero no hubo problema alguno.
La orquesta
fue dirigida por Martín Baeza-Rubio; la encontré demasiado potente, en especial
en los metales, en los momentos instrumentales, y más suave cuando acompañaba
las voces.
Debo destacar,
también, la intervención del dulzainero Fernando Llorente, verdadero virtuoso
del popular y difícil instrumento, y de dos niños (de los cuatro indicados en
el programa) que mostraron mucho aplomo en su larga intervención al comienzo
del último cuadro.
Vidal
Hernando.
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