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miércoles, 17 de febrero de 2016

¡DE UN TIRÓN!

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Seb.
¡Buenos días, Don Hilarión!

Hil.
Los tenga usted, Don Sebastián.

Seb.
Perdóneme que vaya al grano directo. Como me consta que es usted un hombre docto y rico…

Hil.
¿Rico?

Seb.
Rico … en conocimientos y sapiencia.

Hil.
¡Ah! Creí que se refería usted a dineros. Y, como están las cosas, de eso no se puede hablar; Hacienda tiene ojos y oídos por todas partes.

Seb.
Ya, ya. Le entiendo. Me refería, como digo, a su rica sabiduría zarzuelera porque quiero preguntarle algo sobre ella.

Hil.
Pregunte, inquiera, interrogue.

Seb.
Supongo que habrá observado usted que últimamente en algunas representaciones, hay pocos descansos; que se interpretan sin interrupción dos o tres actos.


Hil.
Cierto, muy cierto, amigo mío. Lo he observado, ¡y lo he sufrido! Mire usted, en el Juan José, del maestro Sorozábal, he salido del teatro con las ancas almidonás, o como dice el pueblo llano, con el culo planchao. ¡Figúrese! ¡Casi dos horas sin poder moverme del asiento! ¡Si hasta es peligroso!
 
Seb.
¡Hombre! Cansao … no digo que no, pero peligroso…

Hil.
¡Sí, señor, claro que sí! Verá usted. Cuando se está largo tiempo poco menos que inmóvil en una misma postura, la circulación de la sangre puede verse contraída por la misma inactividad; si la postura es sentada, el problema puede verse agravado por la compresión que ejercen el abdomen, el tronco, las extremidades superiores y la cabeza, sobre arterias, venas y capilares de la zona de reposo. Consecuencias: hormiguillo en glúteos, muslos y demás, enrojecimiento de rodillas, y, aunque parezca mentira,  sobrecarga del músculo cardíaco , que ha de vencer la resistencia adicional que supone la postura susodicha.

Seb.
Ya entiendo. Pero, al margen de las consecuencias médicas que esto pueda tener, lo que yo quiero preguntarle es su opinión sobre esta práctica de eliminar los descansos.

Hil.
Pues la verdad es que he meditado sobre el tema; he sopesado las posibles ventajas y los probables inconvenientes; he barajado los argumentos  en un sentido o en el otro …

Seb.
¿Y?

Hil.
Que no. Que no me parece bien. Por razones diversas.

Seb.
Pues vaya usted esgrimiendo argumentos.

Hil.
En primer lugar, una consideración técnica. Desde los amojamaos helenos, o sea los antiguos griegos que inventaron el teatro, este espectáculo se ha dividido en acto, cuadros y escenas. Y aunque se hayan cambiado los nombres… cada cosa es cada cosa, y tiene sus características.

Seb.
A saber …

Hil.
¡Don Sebastián! ¿Me está usted dando coba? ¿Tengo que recordárselo?

Seb.
No me lo tome a mal, amigo mío. Es verdad que creo saber las diferencias, pero a veces, dudo… Usted me entiende.

Hil.
Sea.  En el arte, como usted conoce, no son aplicables los rigurosos principios de la ciencia, donde siempre seis por cinco son  treinta … aunque haya alguien que se lleve tres …  No obstante, quienes tenemos cierta vocación pedagógica consustancial, nos vemos obligados a sintetizar, en aras de la necesaria generalización didáctica.  En fin … Vayamos al meollo.

Acto es  cada una de las grandes partes de una obra. Se caracteriza por cambios de lugar, época, o tiempo. Se cierra con una bajada del telón.

Cuadro es la división de un acto. Se caracteriza por modificaciones en la decoración, No requiere bajada del telón; basta con oscurecer la escena. No siempre existen en las obras teatrales o zarzuelas.

Escena es parte de un acto o cuadro. Se caracteriza por el cambio de personajes en escena (entradas o salidas).

Seb.
Además, estas divisiones sirven para cambiar decorados, muebles, adornos … y para que los intérpretes descansen un poquito.

Hil.
Y para que los espectadores también lo hagan. Y para que comenten y cambien opiniones. Y para que asimilen lo visto y escuchado hasta el momento. Y no nos olvidemos de la importancia de las relaciones sociales de los entreactos.

Seb.
¡Y que lo diga! Y se aprende, y se amortizan los foyeres, los ambigúes, los bares … ¿Ha caído usted en que si no hay descansos, el del bar no hace caja?

Hil.
¡Pues claro! En estas cosas, la única caja del tabernero es … la mortuoria de su negocio. Pero hay más.

Mire usted. Antes de ayer vino a la botica el concesionario del bar del teatro pidiéndome una medicina para los nervios, la ansiedad, la angustia, la desazón …  porque con esta moda, me dijo muy compungido, no le llegaba la camisa al cuerpo. Y ya sabe usted, que en cuanto se enfrían la tripa ….

Seb.
¡Hombre, Don Hilarión! ¡Habérmelo mandado! Porque yo le hubiera arreglado la camisa; ya sabe usted que es lo mío.

Pero, sigamos, ¿por qué cree usted que están quitando los descansos?

Hil.
Las causas pueden ser varias y diversas. A saber:

Razón artística. Se supne que el espectador se va a meter más en la historia al no tener interrupciones.

Razón social. Si el asistente no tiene ocasión de comentar, de intercambiar puntos de vista con otros, etc. etc., menos posibilidades de que se queje. Como usted sabe, al finalizar la función, la gente sale escopetá, casi en desbandada; apenas se forman corrillos y, en el caso de que se produjeran disgustos o incomodidades a causa de la función, ¿dónde van a protestar, si ya no hay nadie?

Razón económica. Piénselo: quitar un par de descansos, supone entre 30/40 minutos de ahorro de electricidad y calefacción en el teatro. Y como está la coyuntura económica, no es poco..

Razón laboral. Tener media hora, la de los descansos, a los cantantes, coristas, músicos de orquesta y personal auxiliar (menos los de sala), sin trabajar, empieza a verse como no rentable en esta sociedad que sólo mira la relación precio/renta de las cosas. Aún de las del arte.

Seb.
¿Y usted cree que …?

Hil.
¡Ah, Don Sebastián! ¡Yo ya no creo en casi nada! Pero quizá esto sea como lo de la botica. Usted me entiende.

           


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