Seb.
|
¡Buenos
días, Don Hilarión!
|
Hil.
|
Los
tenga usted, Don Sebastián.
|
Seb.
|
Perdóneme
que vaya al grano directo. Como me consta que es usted un hombre docto y
rico…
|
Hil.
|
¿Rico?
|
Seb.
|
Rico
… en conocimientos y sapiencia.
|
Hil.
|
¡Ah!
Creí que se refería usted a dineros. Y, como están las cosas, de eso no se
puede hablar; Hacienda tiene ojos y oídos por todas partes.
|
Seb.
|
Ya,
ya. Le entiendo. Me refería, como digo, a su rica sabiduría zarzuelera porque
quiero preguntarle algo sobre ella.
|
Hil.
|
Pregunte,
inquiera, interrogue.
|
Seb.
|
Supongo
que habrá observado usted que últimamente en algunas representaciones, hay
pocos descansos; que se interpretan sin interrupción dos o tres actos.
|
Hil.
|
Cierto,
muy cierto, amigo mío. Lo he observado, ¡y lo he sufrido! Mire usted, en el Juan José, del maestro Sorozábal, he
salido del teatro con las ancas almidonás,
o como dice el pueblo llano, con el culo planchao. ¡Figúrese! ¡Casi dos horas sin poder moverme del
asiento! ¡Si hasta es peligroso!
|
Seb.
|
¡Hombre!
Cansao … no digo que no, pero
peligroso…
|
Hil.
|
¡Sí,
señor, claro que sí! Verá usted. Cuando se está largo tiempo poco menos que
inmóvil en una misma postura, la circulación de la sangre puede verse
contraída por la misma inactividad; si la postura es sentada, el problema
puede verse agravado por la compresión que ejercen el abdomen, el tronco, las
extremidades superiores y la cabeza, sobre arterias, venas y capilares de la
zona de reposo. Consecuencias: hormiguillo en glúteos, muslos y demás,
enrojecimiento de rodillas, y, aunque parezca mentira, sobrecarga del músculo cardíaco , que ha de
vencer la resistencia adicional que supone la postura susodicha.
|
Seb.
|
Ya
entiendo. Pero, al margen de las consecuencias médicas que esto pueda tener,
lo que yo quiero preguntarle es su opinión sobre esta práctica de eliminar
los descansos.
|
Hil.
|
Pues
la verdad es que he meditado sobre el tema; he sopesado las posibles ventajas
y los probables inconvenientes; he barajado los argumentos en un sentido o en el otro …
|
Seb.
|
¿Y?
|
Hil.
|
Que
no. Que no me parece bien. Por razones diversas.
|
Seb.
|
Pues
vaya usted esgrimiendo argumentos.
|
Hil.
|
En
primer lugar, una consideración técnica. Desde los amojamaos helenos, o sea los antiguos griegos que inventaron el
teatro, este espectáculo se ha dividido en acto, cuadros y escenas. Y aunque
se hayan cambiado los nombres… cada cosa es cada cosa, y tiene sus
características.
|
Seb.
|
A
saber …
|
Hil.
|
¡Don
Sebastián! ¿Me está usted dando coba? ¿Tengo que recordárselo?
|
Seb.
|
No
me lo tome a mal, amigo mío. Es verdad que creo saber las diferencias, pero a
veces, dudo… Usted me entiende.
|
Hil.
|
Sea. En el arte, como usted conoce, no son
aplicables los rigurosos principios de la ciencia, donde siempre seis por
cinco son treinta … aunque haya
alguien que se lleve tres … No
obstante, quienes tenemos cierta vocación pedagógica consustancial, nos vemos
obligados a sintetizar, en aras de la necesaria generalización didáctica. En fin … Vayamos al meollo.
Acto es cada una de las grandes partes de una obra.
Se caracteriza por cambios de lugar, época, o tiempo. Se cierra con una
bajada del telón.
Cuadro es la división
de un acto. Se caracteriza por modificaciones en la decoración, No requiere
bajada del telón; basta con oscurecer la escena. No siempre existen en las
obras teatrales o zarzuelas.
Escena es parte de un
acto o cuadro. Se caracteriza por el cambio de personajes en escena (entradas
o salidas).
|
Seb.
|
Además,
estas divisiones sirven para cambiar decorados, muebles, adornos … y para que
los intérpretes descansen un poquito.
|
Hil.
|
Y
para que los espectadores también lo hagan. Y para que comenten y cambien
opiniones. Y para que asimilen lo visto y escuchado hasta el momento. Y no
nos olvidemos de la importancia de las relaciones sociales de los entreactos.
|
Seb.
|
¡Y
que lo diga! Y se aprende, y se amortizan los foyeres, los ambigúes, los
bares … ¿Ha caído usted en que si no hay descansos, el del bar no hace caja?
|
Hil.
|
¡Pues
claro! En estas cosas, la única caja del tabernero es … la mortuoria de su
negocio. Pero hay más.
Mire
usted. Antes de ayer vino a la botica el concesionario del bar del teatro
pidiéndome una medicina para los nervios, la ansiedad, la angustia, la
desazón … porque con esta moda, me
dijo muy compungido, no le llegaba la camisa al cuerpo. Y ya sabe usted, que
en cuanto se enfrían la tripa ….
|
Seb.
|
¡Hombre,
Don Hilarión! ¡Habérmelo mandado! Porque yo le hubiera arreglado la camisa;
ya sabe usted que es lo mío.
Pero,
sigamos, ¿por qué cree usted que están quitando los descansos?
|
Hil.
|
Las
causas pueden ser varias y diversas. A saber:
Razón artística. Se supne que
el espectador se va a meter más en la historia al no tener interrupciones.
Razón social. Si el
asistente no tiene ocasión de comentar, de intercambiar puntos de vista con
otros, etc. etc., menos posibilidades de que se queje. Como usted sabe, al
finalizar la función, la gente sale escopetá,
casi en desbandada; apenas se forman corrillos y, en el caso de que se
produjeran disgustos o incomodidades a causa de la función, ¿dónde van a
protestar, si ya no hay nadie?
Razón económica. Piénselo:
quitar un par de descansos, supone entre 30/40 minutos de ahorro de
electricidad y calefacción en el teatro. Y como está la coyuntura económica,
no es poco..
Razón laboral. Tener media
hora, la de los descansos, a los cantantes, coristas, músicos de orquesta y
personal auxiliar (menos los de sala), sin trabajar, empieza a verse como no
rentable en esta sociedad que sólo mira la relación precio/renta de las
cosas. Aún de las del arte.
|
Seb.
|
¿Y
usted cree que …?
|
Hil.
|
¡Ah,
Don Sebastián! ¡Yo ya no creo en casi nada! Pero quizá esto sea como lo de la
botica. Usted me entiende.
|
No hay comentarios:
Publicar un comentario