¡Cómo está Madriz! (Un viaje alucinante por la Villa y Corte, de
Miguel del Arco (basado en La Gran Vía y
El año pasado por agua), Música de
Federico Chueca y Joaquín Valverde).
M. Rey-Joly. A. Font. A. Navarro. P. León. L.
Cansino. A. Ruiz. C. Crooke. P. Quiralte.
Movimiento
escénico: C. Martos de la Vega. Vestuario: P. Moreno. Diseño de video: J.
Rodón, Iluminación: J. Llorens. Escenografía: E. Moreno. Dirección de escena:
M. del Arco. Coro del Teatro de la zarzuela
(Dtor.: Antonio Fauró). Orquesta de la Comunidad de Madrid. Dirección musical: José
María Moreno. Teatro de la Zarzuela, de Madrid, 2 de junio de 2016.
No cabe duda
que este espectáculo, con el que se cierra la temporada 2015-16 de la Zarzuela,
ha conseguido uno de sus objetivos: que se hable de él. También ha conseguido
que el público se divida, unos a favor defendiendo la bandera de la
“actualización” del género, y otros clamando en el desierto porque se respeten
las obras originales; no sé si esto de dividir al personal es un objetivo, pero
el resultado es evidente. Vayamos por partes.
¡Cómo está Madriz! es un espectáculo formado aprovechando el éxito de dos
obras maestras del género chico: La Gran
Vía y El año pasado por agua. De
su música se ha hecho una selección (dejando fuera, la “mazurca de los
paraguas”), y se han añadido el coro introductorio de El barberillo de Lavapiés y
el “Vals de la bujía” de Luces y sombras.
Con los textos originales Miguel del
Arco ha hecho de su capa un sayo, y ha añadido una buena porción de creación
propia, creando de esta manera un espectáculo en dos partes, largo (2 horas y
veinte minutos) que, situándose en la línea de la crítica social, costumbrista
y política de algunas obras del género chico (no todo es de este tipo), se
actualiza llenando la escena de referencias a las críticas de nuestra España
actual identificada con Madrid. Con cierta dosis de ingenio, que no se puede
negar, se satirizan y denuncian la corrupción, la falta de transparencia, de
libertad, la justicia, la iglesia … pretendiendo crear, a pesar del humor y del
carácter lúdico del espectáculo, una situación negra, desagradable, odiosa de
esta gran ciudad y, a través de ella, del país entero. Demasiados lugares comunes. Creo que no
merece la pena destacar detalles, algunos inoportunos y de mal gusto, que todos
conocemos, incluso los responsables, y que nadie remedia. De la indecencia
ética y moral de muchos políticos ya nos informa a diario la prensa, la radio y
la televisión, que también tiene qué callar cuando dan pábulo a simples
comentarios sin consistencia e, incluso, cuando ellos mismos crean el rumor
para aprovechar sus resultados.
Me interesan
más otros aspecto de esta función. En primer término, el tema de la “adaptación”.
¿De verdad necesita ´la zarzuela estas modernizaciones? ¿Por qué se hacen sólo
en el texto? No es que lo defienda, ni mucho menos, pero ¿son las mazurcas,
polcas, e incluso valses y chotis, bailes populares? ¿Es éste el camino de
revitalizar un género que ha evolucionado a lo largo del tiempo? Si tenemos hoy
gentes capaces de escribir un libreto actual, y seguro que los hay, y músicos
en condiciones de ponerlos en solfa, ¿por qué no dar pasos por ese camino,
recurriendo a las situaciones sociales de nuestro tiempo, usando músicas de
estos tiempos, incluso empleando los poderosos medios que las nuevas
tecnologías ponen a nuestro alcance? Eso sí sería una forma de recrear el
género, de revitalizarlo, de hacerlo popular. ¿No se hacen y se estrenan otro
tipo de obras líricas: óperas, musicales, teatro con música …? En fin … la
estéril polémica de siempre.
El espectáculo
de ¡Cómo está Madriz! funciona, mejor
en su primera parte que en la segunda, en la que algunas escenas (la de los escritores
y la de Tórtola Valencia) nos parecen forzadas. Quizá sería interesante pulir
algún detalle, como la presencia de tanto personaje que sólo apunta una frase,
una idea, pero en general el público se divierte, ríe espontáneamente con
algunos de los chascarrillos, y, como se sabe la música, la canta por lo
bajini.
La puesta en
escena es espectacular. Tiene mérito mover a tantas personas en la escena de la
Zarzuela con dinamismo y hasta con gracia. Las proyecciones de viejos lugares de Madrid, ayudan a dar
sensación de movimiento. El vestuario es grandioso, no sólo por la cantidad de
trajes empleados, sino por su adecuación al entorno en que se mueve la
representación. Sólo el comienzo, con la presencia de las Calles, cuyos nombre
figuran en grandes mantones, es un derroche de imaginación en los complementos
que los identifican: la sartén, la montera, el tamaño, … llaman la atención.
Pedro Moreno ha realizado un trabajo muy meritorio.
El
comportamiento del coro estupendo, como viene siendo habitual. Empastado y
redondo en lo musical y con gracia y soltura en lo actoral. En las intervenciones habladas me pareció
advertir un exceso de volumen, quizá se buscaba el efecto de dar más fuerza a
las palabras pronunciándolas muy altas.
El reparto es
espectacular. Aunque hay intervenciones mínimas, la nómina es enorme: 35
intérpretes (coro aparte) para 68 papeles, zarzueleros, fantásticos e
históricos. Todos ellos cumplieron eficazmente su cometido. En los papeles principales Paco León, figura
central de la historia, estuvo brillante, en un rol que parece pensado para él.
Dueño de muchos recursos interpretativos dio una lección de buen hacer y bien
hará la Zarzuela en tenerlo presente para futuras intervenciones. Luis Cansino
dio vida a El Caballero de Gracia y al Policía de Seguridad; mucho mejor en el
primer personaje que en el segundo, que es de menos lucimiento, desde luego.
Entre ellas, la
figura principal fue María Rey-Yoli, que dio vida a Merche, la esposa de Paco
en la parte actual de la trama y la Menegilda en la parte de La Gran Vía. Muy bien, voz lírica, dominó
con soltura su doble papel y cantó con elegancia. Amparo Navarro fue una Doña Virtudes
modélica, dando fuerza al personaje, aún a costa de lo estrictamente solfístico
(en el género chico estos detalles son fundamentales). Amparo Navarro brilló en
su interpretación de El Elíseo; presencia vocal, poderosos agudos y estupenda
traducción de un personaje peligroso por lo conocido.
La dirección de
orquesta, quizá algo elevada de volumen, fue adecuada y correcta.
En resumen, una
función interesante, divertida, ágil, aprovechando el tirón de dos obras
fundamentales, para ofrecer un texto con demasiados lugares comunes y un cierto
carácter mitinero y catastrofista.
Vidal Hernando
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