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viernes, 28 de abril de 2017

Una falsa acusación


Los protagonistas de la ópera (Foto. Jundación March)

Mozart y Salieri. Escenas dramáticas en dos actos. Libro basado en la obra del mismo título de Alekxandr Pushkin. Música de Nicolái Rimsky-Kórsakov. I. Stánchev. P. García-López. F. Parrado. R. Rivero. Dirección de escena: Rita Rita Cosentino. Escenografía: Antonio Bartolo. Vestuario: Gabriela Salaverri.  Iluminación: Fer Lázaro. Director musical y piano: Borja Mariño. Auditorio de la Fundación Juan March, de Madrid, 27 de abril de 2017.

A pesar de la reconocida falsedad de que Salieri envenenara, o hiciera envenenar, a Mozart por envidias profesionales, la historia sigue estando presente en el imaginario colectivo, por la extraordinaria fuerza que entre los hombres tienen la mentira, la morbosidad, la propaganda y, vaya usted a saber, cuantos otro intereses.

El acercamiento a esta historia puede realizarse desde la óptica de la película Amadeus que ridiculiza, equivocada y gratuitamente, al compositor de Salzburgo, o bien con otra intencionalidad: el resultado de la envidia y de los celos. En esta línea se produce la obra teatral de Pushkin y la pequeña ópera de cámara de Rimsky-Kórsakov, que hemos tenido ocasión de contemplar, en una de las sesiones escolares del ciclo Teatro Musical de Cámara, organizado conjuntamente por la Fundación March y el Teatro de la Zarzuela, de Madrid.

Tenía dudas de que una página no muy adecuada para iniciar a chavales jóvenes, que nunca han tenido ocasión de ver y escuchar una ópera. Reducir la acción a dos cantantes, el acompañamiento instrumental a un piano, un movimiento escénico necesariamente escaso porque no hay mucho juego posible … no me parecía la mejor experiencia para empezar en esto del teatro musical. Añádase que la ópera se cantó en ruso … aunque se contó con sobretítulos que permitieron entender el diálogo.

Escena de la ópera (Foto: Fundación March)
Pero hay que descubrirse ante la extraordinaria receptividad de los chavales. El interés de un auditorio de este tipo puede medirse por el comportamiento que presentan. He observado que cuando el asunto les interesa, les sorprende, les llama la atención, el silencio que prestan los muchachos es máximo, pero si algo no les motiva, o no atrapa su atención, empieza a escucharse en la sala el murmullo de inquietos movimientos y comentarios susurrados. Un par de veces pude advertir esta reacción. Pero he de añadir que el trabajo previo de los profesores de este novísimo público, dio su fruto y los jóvenes se comportaron estupendamente. Más activos y hasta sorprendentes estuvieron en el breve coloquio que viene produciéndose al final de estas representaciones (¡estupenda idea!). Aquí, salvada la timidez inicial, se advirtió el interés por el espectáculo y por el trabajo de quienes lo hicieron posible.

Mozart y Salieri, me parece una página de lento desarrollo con pocas posibilidades escénicas. No obstante salí con la impresión de haber asistido a un espectáculo muy elaborado, muy cuidado y con un planteamiento musical interesante. El trabajo vocal de Mozart, el tenor cordobés Pablo García López, fue correcto y expresivo; el bajo búlgaro Ivo Stánchez (Salieri), mostró una voz poderosísima, quizá con un volumen algo excesivo para el tamaño de la sala, pero magnífica. Fue, sin duda, la gran sorpresa para el auditorio.  Borja Mariño, desde el piano, se encargó de la parte instrumental; adecuado, dando cobertura a los cantantes y prestándoles el necesario soporte.

La dirección escénica, de Rita Cosentino, muy sencilla (la obra no da para mucho más), se completó con unas proyecciones de vídeo adecuadas y bien resueltas, porque añaden valor a la narración y no le restan protagonismo.

En resumen, los chavales aplaudieron con bastante entusiasmo y, gracias al trabajo previo de sus profesores (que luego continúa en la escuela o instituto después de la representación), da sus frutos. Esto es lo importante.

Vidal Hernando.








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