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jueves, 6 de febrero de 2025

La Corte de Faraón de nuevo en la Zarzuela.

 

Opereta bíblica en un acto, divida cinco cuadros y en verso. Libreto de Guillermo Perrín y Miguel de Palacios (versión de Emilio Sagi y Enrique Viana). Música de Vicente Lleó.

Intérpretes principales: María Rey-Jolí (Lota), María Rodríguez (La Reina), El Casto José (Jorge Rodríguez-Norton). El Gran Faraón (Luis Cansino), El General Putifar (Ramiro Maturana) y Enrique Viana (Sul).

Equipo artístico: Dirección de escena: Emilio Sagi. Escenografía: Daniel Bianco. Vestuario: Gabriela Salaverri. Iluminación: Eduardo Bravo. Coreografía: Nuria Castejón. Producción de los Teatros Arriaga (Bilbao), Campoamor (Oviedo) y Teatro del Canal (Madrid). Teatro de la Zarzuela, 5 de febrero de 2005.

No se puede decir que La corte de Faraón sea obra frecuente en el Teatro de la Zarzuela. Desde 1910, año en que se estrenó y pasados los 60 años de prohibición franquista, sólo se ha ofrecido, según datos del investigador Victor Pagán, en dos ocasiones: año 1876 (2 funciones) y 1999 (10 funciones). Nos llega ahora en la versión dirigida por Emilio Sagi que ha ya se ha visto en otros teatros hispanos.

La corte se Faraón es, probablemente, una de las obras de nuestro repertorio que con más modificaciones sobre el original se ha representado. Creo que son  dos los motivos principales para estos cambios: el segundo la escasa duración de la función que requiere “alargamientos” para poder ofrecerla aisladamente conforme a los usos de nuestro tiempo; el primero, la propia naturaleza de la opereta. En este sentido, y según las versiones que hemos tenido ocasión de contemplar, los cambios más habituales son presentar a algunos de los personajes, especialmente José, como de tendencias afeminadas, algo que en el original no es. Perrín y Palacios escribieron un personaje José “casto” (es decir, que se abstiene de todo goce sexual (DRAE), no afeminado (en la visualización de sus formas y expresiones) como se sugiere en el espectáculo comentado. En La corte de Perrín y Palacios, el José no quiere saber nada de mujeres, pero tampoco de hombres.

La versión de Emilio Sagi presenta una lectura de ambiente gay, que se traduce en media docena de fornidos y formados bailarines y en el ambiente general del espectáculo. Se han realizado cortes en el texto original que no tienen demasiada importancia, porque no alteran la naturaleza dramática de la opereta.  La música, en general, tampoco ha sido retocada. Lo más destacado de esta versión está en la intervención del tenor y cómico madrileño Enrique Viana) (como Sul), que lleva él solo, el peso de una escena simpática, entretenida, crítica, picarona, y agridulce, que cala en el público con un mensaje directo y efectivo. Vestido de mujer, canta, además las “coplas babilónicas” con algunos detalles humorísticos de primer nivel. Además, se dirige al público (especialmente al masculino) para hacerle cantar el popular estribillo. Y lo consigue. La inclusión de este aparte tiene un detalle positivo, a mi parecer:  no altera el curso de la narración original, a pesar del canto del “ay ba”. Viana es, sin duda, el gran triunfador del espectáculo.

La música de La corte de Faraón, no es mucha ni ofrece grandes dificultades. Fe ofrecida por los cantantes sin problemas, cumpliendo con sus respectivos papeles. Quizá deberíamos destacar a los protagonistas principales: María Rey-Jolí hizo una Lota con clase, desenvolviéndose en su papel con gracia, personalidad y cierta picaresca; María Rodríguez (La Reina), sacó su papel adelante sin grandes virtudes ni defectos; el Gran Faraón (Luis Cansino), pese a su escasa intervención, lució su voz poderosa que fue apreciada por el público; el General Putifar (el barítono Ramiro Maturana), tampoco tuvo problemas con su papel. El Casto José, estuvo a cargo del tenor, Jorge Rodríguez-Norton, de buena escuela y estupenda interpretación, tampoco tuvo problemas con su papel,

Muy buena la dirección del espectáculo. Emili Sagi sabe sacar adelante un trabajo complicado, con planteamientos sencillos y eficaces. Sabe mover a lo intérpretes y plantear un ritmo interpretativo que el espectador aprecia. Muy atractiva la escenografía de Daniel Bianco, a base de tonos dorados y de luvia de oro, que, a veces, planteaba problemas a los bailarines. El vestuario, de Gabriela Salaverri, adecuado a lo que es tradicional en esta opereta y la coreografía, desarrollada por Nuria Castejón, manteniendo siempre el ambiente que se supone egipcio.

El Coro del Teatro, excelente, como siempre. Bien se ve que prepara a conciencia sus intervenciones. La orquesta me pareció algo precipitada en algún  momento, pero en general bien.

 José Prieto Marugán. Fotos: Elena del Real. Teatro de la Zarzuela.

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