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lunes, 9 de junio de 2014

ZARZUELA: EL DIABLO EN EL PODER




Zarzuela en tres actos en verso. Texto de Francisco Camprodón. Música de Francisco Asenjo Barbieri. Estreno: 11 de diciembre de 1856[1], en el Teatro de la Zarzuela, de Madrid. Acción  en Madrid, época del estreno; primer acto en el claustro o patio de un convento, los otros dos en la antecámara real.



El diablo en el poder será ofrecida, en versión semiescenificada
en el Teatro de la Zarzuela,
los días 11, 15 y 21 de junio.



Personajes e intérpretes principales del estreno. 
Elisa de Montellano, amiga de Enriqueta (Isabel Valentín, soprano). Enriqueta de Ubilla, amiga de Elisa (Matilde Flores, mezzosoprano). Princesa de los Ursinos (Luisa Santamaría, soprano).
Antonio de Ubilla, hermano de Enriqueta, enamorado de Elisa y el Diablo (José Carbonell, bajo). Conde de Montellano, padre de Elisa (Francisco Calvet, bajo). Conde del Sauce (Vicente Caltañazor, tenor cómico). Auvigni, pretendiente  de Elisa (Ramón Cubero, barítono).

Sinopsis. Acto I. Claustro de un convento. Elisa y su amiga Enriqueta esperan a sendos mozos que las cortejan. El Conde del Sauce muestra su intención de conjurar al Diablo para salir de la miseria. Entran el Conde de Montellano y Antonio de Ubilla. El primero, agradecido porque le ayudó a defenderse de unos espadachines, entrega a Antonio un anillo que le permitirá entrar en el Palacio del Buen Retiro, donde podrá medrar si es hábil.


Antonio se entrevista con su hermana Enriqueta, diciéndola que busca al Conde del Sauce para entregarle una herencia. Por la conversación, Enriqueta descubre que su hermano es el galán que ha enamorado a Elisa y corre a avisarla.

Elisa y Antonio sostienen un amoroso diálogo y cuando la muchacha se retira, Antonio ha de esconderse porque aparecen en el claustro la Princesa de los Ursinos y Auvigni. La Princesa está dispuesta a ayudar a Auvigni a obtener el permiso del padre de Elisa, utilizando unos documentos que le comprometen al padre de la muchacha.

Llega el Conde del Sauce que invoca al diablo. Antonio, al enterarse de que el Conde es la persona que busca, sale de su escondite haciéndose pasar por el Diablo y prometiendo al Conde toda clase de riquezas si le obedece.

De pronto, aparecen unos alguaciles que confunden a la pareja con los atacantes de Conde de Montellano. Pero cuando van a detenerles, Antonio muestra la sortija y los alguaciles se retiran, pidiendo disculpas. El Conde del Sauce queda impresionado por el poder del Diablo.

Acto II. Palacio del Buen Retiro La Princesa de los Ursinos, haciendo referencia a los documentos que le comprometen, consigue el permiso de Montellano para casar a su hija con Auvigni que, gracias también a la influencia de la Princesa, será distinguido con un título aristocrático. Montellano comenta la osadía del joven que le ayudó a defenderse de unos maleantes, el cual pretende su apoyo para conseguir la mano de una joven distinguida cuya identidad no conoce.

Ocupa ahora la escena el Conde del Sauce, satisfecho por la herencia recibida. Regresa el Conde de Motellano, desesperado porque Elisa no quiere casarse con Auvignin. El Conde del Sauce, envalentonado por su relación con el Diablo, se ofrece como mediador a cambio de una embajada. Montellano se retira y aparece Ubilla, al que el del Sauce cuenta su acuerdo con Montellano, añadiendo que él se interesa por una muchacha llamada Enriqueta. Ubilla promete ayudarle y le dice que si llama a Elisa, vendrá acompañada de Enriqueta. Así ocurre, quedando el Conde asombrado. Enriqueta coquetea con el del Sauce y Elisa promete a Ubilla que sólo se casará con él.

Ubilla ha conseguido hacerse con los comprometedores papeles  y exige a la Princesa de los  Ursinos que deshaga el compromiso entre Elisa y Auvigni. La dama, sorprendida, le amenaza de muerte si se interpone en su camino, pero el muchacho no se arredra. Aparecen el Conde del Sauce, Montellano y Auvigni, convencidos de la inminente boda, pero la entrada de Elisa, es dejará perplejos: No está dispuesta a casarse y prefiere el claustro. Al salir Elisa, Ubilla declara su amor por ella, pero el padre de la muchacha, encolerizado, contesta que no aceptará nunca a una persona sin título.

Ubilla decide utilizar los papeles y convence al Conde del Sauce para que se acerque a la Princesa y le diga: “Yo tengo lo que buscáis”. Cuando éste lo hace, aprovechando el revuelo formado por el rumor de que ha estallado una crisis, la Princesa no cae en la trampa y descubre que quién de verdad tiene los papeles es Ubilla. Informa a Montellano y éste manda prender a Ubilla y al Conde del Sauce, por su insistencia en afirmar que Antonio es Lucifer. Sin embargo, es Ubilla quien entra en escena dando lectura a un pliego según el cual Montellano es destituido y desterrado. Ubilla aprovecha para susurrar a la Princesa que si él fuera detenido, el Rey conocería los documentos que la comprometen. La Princesa, advirtiendo su situación, da su brazo a U/billa y juntos, abandonan la sala ante la sorpresa de todos.,

Acto III. La Princesa planea su venganza cuando entra Ubilla pidiendo su ayuda para ser nombrado ministro: en el momento en que cese, entregará los documentos comprometedores. La Princesa accede y promete su ayuda al Conde del Sauce en su pretensión al ministerio, aunque, al encontrarse con Enriqueta, ésta la dice que si acepta el puesto no se casará con él.

La Princesa habla ahora con Montellano al que explica su apoyo a Ubilla y que ha conseguido del Rey la promesa de casar a Elisa con el Marqués de Rivas, título que será adjudicado a Auvigní; de esta manera se vengará de Ubilla que sólo quiere un título con el que estar a la altura de la clase social de su amada. El Conde de Montellano, al saberlo, queda conmovido .

Entra Elisa triste, porque, aunque ha obtenido el perdón de su padre, el Rey la obliga a casarse con el marqués de Rivas. Ubilla comprende el deber filial de la joven y el Conde comienza a ver a Ubilla con buenos ojos, al advertir la nobleza del muchacho y, sobre todo, la devolución de los papeles a la Princesa. Montellano suplica a la de los Ursinos su ayuda y esta entra en la cámara real.

Reaparece la Princesa con buenas noticias: el Rey ha nombrado ministro y marqués de Rivas a Ubilla. El Conde del Sauce será enviado a realizar estudios agrícolas a Pinto; el muchacho se sorprende al conocer que Enriqueta es hermana del Diablo. Pero no le importa: Si el Diablo va a casarse, él hará lo mismo, aunque se pregunta qué va a ser del país con el diablo en el poder.

Números musicales.
Acto I.
·       Coro de educandas y Romanza de Elisa (“Vamos a correr”).
·       Dúo del Conde de Montellano y Antonio de Ubilla (“Mil gracias, mancebo”).
·       Romanza de Antonio de Ubilla (“En mi ausencia”).
·       Dúo del Conde del Sauce y Antonio de Ubilla (“Dicen que en sábado”).
·       Final I acto. Conde del Sauce, Antonio de Ubilla. Coro de alguaciles (“Los villanos que al ministro”).
Acto II.
·       Cuarteto. Elisa de Montellano, Enriqueta de Ubilla, Conde del Sauce y Antonio de Ubilla (“¡Oh, qué talento!”).
·       Dúo de la Princesa de los Ursinos y Antonio de Ubilla (“La política es un juego”).
·       Coro de la crisis y Conde del Sauce (“Parece que hay crisis”).
·       Final II acto. Todos (“El Rey a Montellano”).
Acto III.
·       Romanza de la Princesa de los Ursinos (“Domar mi orgullo”).
·       Cuarteto. Elisa de Montellano, Princesa de los Ursinos, Conde de Montellano y Antonio de Ubilla (“Si alguna vez a solas”).
·       Coro y Conde del Sauce (“¿Serán ciertos los rumores?”).
·       Coro final (“Puede que siendo ministro el diablo”).

Comentario. Es la primera zarzuela estrenada en el Teatro de la Zarzuela, de Madrid y fue escrita en circunstancias difíciles para Barbieri, tanto personales (su padre estaba muy enfermo) como profesionales (la Zarzuela necesitaba un éxito que consolidara sus maltrechas arcas), El diablo en el poder fue la obra que resolvió este problema pues tuvo un éxito extraordinario.  El sugerente título no es mas que eso, sugerencia. Cotarelo aclara el tema con una explicación clara: “Este “diablo” tiene muy poco de infernal; es el inofensivo historiador Antonio Ubilla, marqués de Rivas, a quien el libretista hace un intrigante formidable que atemoriza a la Princesa de los Ursinos y derriba al primer ministro, Conde de Montellano (que nunca lo fue), para encaramarse él en el puesto (que nunca ocupó) y casase con la hija de su enemigo (que no fue su mujer), etc. etc.).

El propio Barbieri, escribe sobre esta falta de rigor histórico: “Muchas de las alusiones políticas que tiene El diablo en el poder eran tan adecuadas a cuanto ocurría en la época de su representación, que parecía que a propósito se había escrito, lo cual, no era así, pues estaba compuesta en una situación política enteramente contraria a la de entonces”. No obstante, la obra fue suspendida por el gobernador de Madrid, que obligó a recortar el texto del llamado “coro de la crisis”, aunque parece que consiguió resultados contrarios a los pretendidos.

El diablo en el poder es una obra de gran teatro, con rica armonía y “floreos de instrumentación”; en palabras de Cotarelo, alguno de cuyos números musicales fueron repetidos. Entre ellos seguramente estarían alguno de sus tres dúos que sostiene Antonio de Ubilla con el Conde de Montellano (“Mil gracias, mancebo”), con el Conde del Sauce (“Dicen que en sábado”) y con la Princesa de Ursinos (“La política en un juego”). También destacan dos cuartetos, uno en el segundo acto (“ ¡Oh, qué talento!”) y otro en el tercero (“Si alguna vez a solas”). Pero el número más atractivo quizá sea la Romanza de Antonio de Ubilla (“En mi ausencia”), fragmento que todavía sigue escuchándose en recitales y conciertos. También fueron aplaudidos el introductorio “Coro de educandas”; que abre la zarzuela, el de alguaciles, que cierra el primer acto y el polémico “Coro de la crisis” del segundo acto.


[1] Algunos autores ofrecen fechas erróneas. García Carretero, da el día 12; Alier y Cotarelo, el día 14. La correcta es el 11, como demuestran las crónicas de El Clamor Público, La Época y La Iberia, del día 12, hablan de “anoche se estrenó”.

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