Düo de Micaela y Don José (T. de la Zarzuela) |
Carmen. (Zarzuela en cuatro actos
a partir de la “opéra-comique” de Ludovic Halévy y Henri Meilhac, basada en la
novela “Carmen” de Prosper Merimée. Música de Georges Bizet). J. Pérez. R.
Ignacio. J. Palacios. I. Rodríguez García. M. Nogales. R. Amoretti. J. Galan.
M. Atxalandabaso. F. Tójar. G. Bullón..
J. Vicente Ramos. Coro del Teatro de la Zarzuela. Pequeños
cantores de la JORCAM. Orquesta de la Comunidad de Madrid. Dirección de escena: Ana
Zamora. Dirección musical: Yi-Chen Lin. Teatro de la Zarzuela, 23-10-2014.
No es habitual
comenzar un comentario crítico con la referencia a la hoja-programa que se
entrega a los espectadores. Lo hago porque en ella falta el nombre del autor, o
autores, del texto castellano, en el que se han basado Saúl Aguado y Ana Zamora
para elaborar el que escuchamos, autores que fueron Rafael María Liern (para la
Zarzuela) y Eduardo de Bray (para el Circo de Barcelona).
Tampoco
creemos que la presentación de la Carmen-zarzuela
se debiera a la “valentía” de Ducazcal, empresario de la Zarzuela, y al
director y compositor Gerónimo Giménez; conociendo la personalidad de Felipe
Ducazcal, deberíamos pensar más en razones económicas, o, incluso, de otra naturaleza.
En este mismo blog hay una entrada sobre la polémica entre la Zarzuela y el
Real sobre el tema.
No estoy
convencido de que Merimée, Halévy, Meilhac, Liern o de Bray tuvieran intención
de convertir al personaje de Carmen en una heroína popular, ni en una
abanderada reivindicativa, ni en un mito. Pero Carmen es, según para quien,
alguna de estas cosas. Sea lo que fuere, la ventaja de ser un mito o un héroe,
es que todo el mundo “sabe” de qué va, con lo cual si la escenografía no
presenta lo que dice el libro, no importa demasiado; se supone que el público
está enterado. Claro que con esa enorme estructura “mural”, que apenas cambia es difícil imaginarse, una
plaza de Sevilla, la taberna de Curro
Flores, o la sierra de los bandoleros (por cierto, una sierra llena de sacos
terreros, como barricadas…). Tampoco me convenció el movimiento de actores, un
sube y baja por la gran rampa del
“muro”, por el que entran y salen, indiscriminadamente, gitanas,
cigarreras, bandoleros y soldados. Además, la monumentalidad de la estructura,
hace que en algunas escenas los intérpretes estén demasiado apretados. Hay
otros detalles: el cambio de época en cada acto, la transformación de los que
acompañan a los bandidos en milicianos, la asunción de Carmen, tras su muerte,
con corona de flores incluida, el desvaído colorido de tintes republicanos del
vestuario, un torero con las mismas botas que calzan los militares…
No entendí el
significado de la presencia de Micaela y
Carmen al comienzo de cada acto, ni la oportunidad de las frases proyectadas
sobre la tela. ¡Qué habilidad no traducir el epigrama atribuido al griego
Páladas o Paladas, hasta el último
acto! Durante tres horas no supimos lo
que quería decir. Por cierto, el señor Páladas parece ser un ilustre
desconocido: ni siquiera aparece en la Wikipedia en castellano, y en la “Wiki”
en inglés se dice que fue el mal carácter de su esposa la causa de su
misoginia.
En la parte
musical, la cosa fue distinta. Me gustó el coro de niños, y el titular del
teatro. La orquesta sonó bien, controlada por una directora de origen chino y
educación austríaca que llevó la música con demasiado rigor rítmico en
ocasiones, como en la habanera, que me pareció falta de esa envoltura
acariciadora que posee. En la obertura encontré un poco excesivo el volumen, no
así en el resto de la zarzuela. Estupenda la entrega de la orquesta.
En los
personajes protagonistas, me gustó mucho Rocío Ignacio (Micaela). La portorriqueña
Jossie Pérez (Carmen) cumplió con su papel en la parte cantable, aunque tuvo
más dificultades en la hablada. Javier Palacios me pareció un Don José
convincente, metido en el papel con intensidad dramática. Isabel Rodríguez y
Marifé Nogales, las gitanas Frasquita y Mercedes, estuvieron muy a la altura de
sus personajes, más alegres y desenfadadas que trágicas, cantaron con solvencia
y soltura. Los bandidos, Javier Galán(El Donaire y Mikeldi Atxalandabaso (El
Remendado), acertados y en sus personajes. A Francisco Tójar (Zúñiga) lo
encontré algo encorsetado. Rubén Amoretti, por último, hizo un Escamillo
potente gracias a su profundo voz de bajo manejada con eficiencia.
Me gustaron el
número de las cartas, el quinteto y encontré fuera de lugar ese final (no
existente en el texto original) en el que Carmen es rodeada por niños que la
colocan una corona de flores. ¿Qué se pretendía, hacer de Carmen una virgen,
una santa, una mártir?
Me pareció muy
bueno el trabajo del libretista castellano Eduardo de Bray en lo que a la
traducción de los textos cantados se refiere. Ya es muy difícil adaptar una
letra a una música existente, de manera que coincidan los acentos fonéticos con
las inflexiones musicales y se mantenga, además, el sentido de lo que se dice;
si, además, la letra es una traducción, las dificultades aumentan. Y como el
resultado es muy bueno, me parece de justicia destacarlo.
Un pequeño
detalle. Un colega comentaba que en la Carmen
que el vio, Don José mataba a Carmen estrangulándola; echaba de menos el
compañero el uso de la navaja, arma tradicional usada en estas tierras y
ambientes. Pues bien, en la función que se comenta, Don José da muerte a su
amada con la tradicional navaja, arma tópica, ya se sabe. pero de tópicos
también vive el hombre.
Vidal
Hernando.
No hay comentarios:
Publicar un comentario