Pasillo veraniego en un acto en verso y
en prosa. Texto de Miguel Ramos Carrión. Música de
Federico Chueca. Estreno: 23 de junio de
1897, en el Teatro Apolo, de Madrid.
Acción
Personajes.
Asia, joven poetisa enamorada de Serafín,
soprano (Isabel Brú). Pepa, dueña de un puesto de aguadora,
soprano (Joaquina Pino).
Don Aquilino, actor (Julio Ruiz). Lorenzo, pareja de Pepa, tenor cómico (Emilio
Mesejo). Manuela, aguadora callejera, mezzosoprano
(Clotilde Perales). Doña Simona, madre de Asia, mezzosoprano
(Pilar Vidal). Serafín, enamorado de Asia, tenor cómico
(Vicente Carrión). Garibaldi, el Gachó del arpa, músico
ambulante, tiple (Juanita Fernández). Vicente, hombre de Manuela, barítono
(Eliseo Sanjuán).
Números musicales.
· Preludio.
· Coro de niñeras (“Tanto vestido blanco”).
· Coro de barquilleros (“Vivimos en la Ronda de Embajadores”).
· Vals-cuarteto. Asia, Pepa, Simona y Serafín (¨Está dormida?
Dormida está).
· Mazurca. Pepa, Garibaldi, y Coro (“Ya es más de la una y media”).
· Panaderos. Pepa, Manuela y coro. (“Ya está ahí la Manuela”).
· Cuarteto. Pepa, Manuela, Lorenzo y Vicente. (“Vamos a ver, ¿qué ha
pasao?”).
· Pasacalle. Pepa, Manuela, Lorenzo, Vicente (“Pa que veas, Manuela,
lo que es Vicente”).
Argumento. Al alzarse el telón, Asia se encuentra recitando versos a un pájaro
enjaulado. La poética situación es interrumpida al aparecer doña Simona
portadora de una carta del tío Antonio cuya lectura devuelve a ambas mujeres a
la más cruda realidad. Esta no es otra que la desesperada situación económica
de madre e hija. El tío Antonio anuncia en la misiva que dejará de enviarles dinero
salvo que la niña Asia se case de una vez con suprimo Aniceto. La joven
desfallece ante tamaño anuncio y declara que o boda con Serafín, su joven
enamorado, o muerte. La llegada del casero, dispuesto incluso, al desahucio,
complica más la situación y doña Simona toma una heroica decisión. Habrá que pedir
dinero al novio de la niña, Serafín, que parece rico y que a buen seguro no se
negará.
En el siguiente cuadro Lorenzo y Pepa, pasan por un trago similar.
Si no pagan a don Aquilino los veinte duros convenidos, el puesto de agua de
Pepa será embargado. Serafín pretende que Pepa ponga un narcótico en el agua de
doña Simona y así poder disfrutar de Asia con toda libertad. Pepa no acepta,
pero sí Lorenzo. A cambio, claro está, de una modesta suma que aliviará la
deuda de Pepa y permitirá airear los, mantones de Manila, celosamente
"guardados" en el Monte de Piedad. Sin embargo, Pepa avisa a doña
Simona de las intenciones de Serafín. Al cabo, es el muchacho el que toma la
droga y queda profundamente dormido. La última escena comienza con la discusión
de Pepa y Manuela, una aguadora callejera que pregona su mercancía frente al
puesto de Manuela. El fondo de la disputa es cosa de pantalones y no por celos
comerciales. Al final, el embrollo terminará en fiesta y las protagonistas en
amigas íntimas, como lo habían sido antes. Lorenzo y Vicente se van a la
verbena con Manuela y Pepa. Asia y su madre, resignadas, deciden volver al
pueblo. Y Serafín termina en la prevención por escándalo público, pues al quedar
dormido, unos ratas le han dejado en paños menores.
Comentario. Agua, azucarillos y aguardiente nació como una obra de
circunstancia; la temporada teatral estaba finalizando y los aficionados
pensaban que se trataba de una obra de relleno, pero se encontraron con una
maravilla, desde el primer momento. Tanto fue así que, al finalizar la
representación, después de haber repetido casi todos los números cuatro o cinco
veces, Chueca fue llevado a hombros desde el teatro, hasta su casa en el 104 de
la calle de Alcalá, algo más arriba de donde esta calle se une con la de O’Donell.
Quienes conozcan Madrid podrán comprobar que se trata de un buen paseo.
La música de Chueca, chispeante y despreocupada, corrió de boca en
boca inmediatamente. Desde entonces, todos los números de la partitura gozan de
particular y merecida fama. Díganlo, si no, ese Coro de niñeras (Tanto vestido
nuevo...) o el de barquilleros en el que los personajes pregonan tanto su
mercancía como su origen (Vivimos en la Roda de Embajadores...). Tampoco hay
que olvidarse de la excelente mazurca o del delicado vals, y por supuesto, no puede
quedar sin cita la escena final entre las aguadoras que se ha convertido en la
bronca más famosa de la zarzuela.
El libreto indica que, para no hacerse la
mutación a la vista del público, debe caer un telón supletorio en el cual se
halle pintada una alegoría, que represente la apoteosis del botijo. En letras
muy grandes estará escrito lo siguiente:
Al Botijo
Soneto
Desprecio del Japón o de la China
el grandioso tibor de porcelana,
el vaso etrusco, el ánfora romana,
y la tinaja griega y damasquina.
Te canto a
ti, que el agua cristalina
sabes frigorizar sin pompa vana,
expuesto en el balcón o en la ventana,
a los besos del aura vespertina.
Cuando mi boca en ti, bello cacharro,
busca ardorosa el abundante chorro
y con mis manos cálidas te agarro,
siempre encuentro propicio a mi socorro,
el caudal que refrescas en tu barro
y que brota sutil por tu pitorro.
Asia Pérez.
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