Opereta en dos
actos y un epílogo, de José Muñoz Román. Música de Francisco Alonso. Estreno: 6
de febrero 1943, en el Teatro Martín, de Madrid. Acción del primer acto en El Cairo, la del
segundo en un oasis y la del epílogo en Alejandría.
LUNA
DE MIEL EN EL CAIRO
Teatro de la Zarzuela – 31 de enero al 15 de Febrero
de 2015.
Intérpretes
Ruth Iniesta (Martha). Mariola Cantarero (Myrna).
María José Suárez (Marisa / Márgara)
David Menéndez (Eduardo). Enrique Viana
(Rufi). Manel Esteve (Regidor /
Secretario). Eduardo Carranza (Don Celestino / Ministro de Lymburgo).
Escenografía: Daniel Bilanco. Vestuario:
Jesús Ruiz. Coro del Teatro de la Zarzuela. Orquesta de la Comunidad de
Madrid. Director de escena: Emilio Sagi. Dirección musical: Kevin Farrell.
Nueva producción del Teatro de la Zarzuela.
(Programa doble con Lady, Be Good!, musical en dos actos de Guy Bolton, Fred Thompson
e Ira Gershwin, con música de George Gerswhin).
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Personajes principales e intérpretes del estreno. Martha, princesa de incógnito y enamorada de Eduardo (Maricarmen,
vedete). Myrna, cantante, esposa de Rufi (Aurelia Ballesta, tiple). Doña Basilisa, aristócrata
y dama de compañía de Martha (Sara Fenor, actriz cantante). Lilyan (Margarita
Arranz, actriz cantante). Elena, madre de Rufi (Pilar Perales, actriz). Márgara
(Mercedes Cerrillo, corista).
Don Moncho, millonario gallego (José
Álvarez Lepe, actor cómico). Eduardo, compositor (Carlos Casaravilla, tenor). El
Mudir, gobernador de El Cairo (José Bárcenas, tenor cómico). Rufi, libretista, esposo
de Myrna (Rafael Cervera, actor cantante). Florido, secretario de Don Moncho (Luis Heredia, actor cantante). Ponciano
Mendes, padre de Myrna (Tomás González, actor).
Decorados de Morales y Asensi sobre
bocetos de Vargas Ruiz. Vestuario de Humberto Cornejo. Figurines de Julio
Torres.
Números musicales. Acto I. Preludio.
Foxtrot de Eduardo (“Su voz apenas cantaba”; “Ven que te espero en El Cairo”).
Caricatura del swing. Myrna. Rufi. Eduardo. Coro (“Llévame a una “boite” que
esté de moda”). Dueto de Martha y Eduardo (“Ven compositor”). Martha y
oficiales (“Está llorando”). Salida del Mudir y coro (“Delicada es la misión”).
Martha, Mudir, Basilisa (“Por amores fingí”). Fin I acto. Vals. Eduardo, Martha y tiples
(“En la noche azul”).
Acto II. Preludio y
canción de Dragomán (“Soy dragomán y mi dolor”). Terceto. Marta, Eduardo, Myrna
y coro (“Una princesita de alma soñadora”). Terceto. Marchiña. Myrna, Rufi,
Eduardo (“No te enfades ni por nadie ni por nada”). Baile tirolés. Otto y Fritz
(“El baile del tiro-tirolés”). Canción de Martha (“Tu melodía llega a mi”). Fin
acto II. Marta, Eduardo, todos (“Mentían sus ojos”)
Epílogo. Apoteosis.
(“Hay que olvidar”).
Argumento[1]. Acto I. En un suntuosos
hotel de El Cairo, Eduardo busca inspiración para su próxima opereta. También
están Rufi, su libretista, Don Moncho, un espléndido millonario gallego y otros
personajes. Eduardo necesita un gran amor que le motive y Myrna, esposa de
Rufi, le sugiere la Princesa Marta, que se encuentra en el hotel, disfrazada, porque
su padre quiere casarla con un vejestorio. Martha acepta la propuesta que se le
hace y canta una canción que el compositor reconoce: es la que oyó por teléfono
y la que le ha llevado a Egipto. Los dos están dispuestos a casarse.
Aparece el Mudir
y ordena que nadie salga del hotel. Busca a Myrna, que se ha escapado, porque
su padre, el general mexicano Ponciano Mendes se opone a su amor con Rufi. En realidad, el Mudir tiene el encargo del
militar que Myrna y Rufi se casen inmediatamente, pero la pareja acaba de
escapar en avión hacia Constantinopla.
Marta, vestida
de novia, entra diciendo que es Myrna y pide a Eduardo que se case con ella,
aunque no se casarán realmente porque los papeles son los de Myrna y Rufi.
Eduardo acepta. Regresa el Mudir diciendo que han detenido a la Princesa
Martha, que pretendía escapar con un músico español, que ha sido encarcelado
(en realidad son Myrna y Rufi).
Acto II. Un oasis donde los recién casados tienen que
pasar la luna de miel por orden del general mexicano; si el matrimonio va bien,
recibirán una recompensa, pero si no, serán divorciados. Myrna parece muy
alegre, pero Martha la recuerda que debe parecer triste. Rufi, que ha escapado,
intenta abrazar a Myrna que le rechaza, recordando que ellos siguen siendo
Eduardo y Martha. Todo se complica con
la presencia inoportuna de Don Moncho y Doña Basilisa (dama de compañía de Martha).
Eduardo está a punto de descubrir el enredo, pero Martha lo impide: hay que
seguir fingiendo.
Una criada
anuncia la llegada de dos personas: Don Ponciano (padre de Myrna) y Elena
(madre de Rufi) que quieren casarse y buscan el consentimiento de sus hijos. Al
verlos, Ponciano, como no le conoce, se equivoca, abraza al compositor y le
pide la mano de su madre; Rufi, acepta, en nombre de Eduardo.
Don Moncho, al
ver que la situación se enreda cada vez más, propone escapar, pero Ponciano y
Elena aparecen diciendo que han visto a sus respectivos hijos abrazando a otras
personas. La confusión aumenta porque, Florido, el secretario de Don Moncho se
hace pasar por el Príncipe Ciríaco, que es, para el Mudir, el verdadero
pretendiente de Martha. El Mudir se desespera. Ponciano pretende aclararlo
todo: su hija, dice, se está haciendo pasar por una princesa, pero no es la que
Elena conoce, es la otra. Rufi y Myrna, entrando, confirman quienes son y
Eduardo se entera de que la Princesa Martha era quien trataba de inspirarle. El
músico, enfadado, rompe los papeles y se marcha.
Epílogo. Hotel de
Alejandría. Rufi escribe su opereta mientras Eduardo recuerda que Martha, la
culpable de todo, está zarpando en un barco. Don Moncho les recuerda que hay
que estrenar la obra porque no queda dinero. A Rufi y Eduardo no se les ocurre
nada y Don Moncho les da la solución: escribir lo que ha pasado. La propuesta
convence a todos. Sólo es necesario cambiar el triste final por otro alegre y
amoroso. Don Moncho va sugiriendo ideas y hace entrar a su hija Carmina, que
resulta ser Martha. Eduardo la abraza y la muchacha confiesa que la verdadera
princesa le cambió los papeles y ahora trabaja como mecanógrafa.
Comentario. Una de las más interesantes obras de Francisco Alonso de la
posguerra, Luna de miel en El Cairo, presenta
dos características evidentes. De un lado puede decirse que es una “opereta
arrevistada” de las denominadas “blancas”, consecuencia de las directrices
político-morales de la época, caracterizadas por la ausencia de cualquier
referencia erótica, tanto en el texto como en el vestuario, a pesar de que la
protagonista sea una vedete y no una soprano. La otra cualidad es la música.
Alonso, siempre muy pendiente de la evolución de la música teatral de su
tiempo, emplea en esta obra –como en otras–, ritmos novedosos procedentes del
extranjero; formas alejadas de las tradicionales en la zarzuela.
La obra se
presta a una escenografía y un vestuario espectaculares, con todos los
ingredientes de lo exótico. El texto, con un enredo bastante complicado, y de
un desarrollo extraordinariamente rápido, muestra el formidable ingenio de su
autor, un maestro en este tipo de teatro.
En cuanto a la
partitura, llama la atención la referencia al jazz y la moderna orquestación
utilizada por el compositor granadino, que llega a emplear el saxofón,
instrumento inexistente en las zarzuelas tradicionales. Podemos destacar el inicial fox-trot de
Eduardo, que reaparecerá a lo largo de la opereta; la “caricatura del swing”,
con sus llamativos solos de trompeta y trombón. La salida del Mudir es pomposa
y hasta solemne, como corresponde a la dignidad del personaje. La marchiña se
convirtió, desde el primer momento, es éxito multitudinario, un verdadero “bombazo”.
El vals que cierra el primer acto deriva en ritmo de blues y toda la partitura
está llena de sorprendentes efectos instrumentales.
La parte vocal
no es demasiado exigente, influida, sin duda, por las características canoras
de los intérpretes a los que estaba destinada.
Un detalle
curioso es que, a pesar de titularse Luna
de miel en El Cairo, la música es de evidente influencia norteamericana.
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