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viernes, 17 de mayo de 2019

Buscando a Doña Francisquita.


Doña Francisquita. Comedia lírica en tres actos. Texto de Federico Romero y Guillermo Fernández-Shaw. Música de Amadeo Vives.
Intérpretes: Sabina Puértolas. Ana Ibarra. María José Suárez. Ismael Jordi. Vicenç Esteve. Santos Ariño. Antonio Torres. Lucero Tena. Gonzalo de Córdoba.
Equipo técnico: Dirección de escena: Lluis Pascual. Escenografía y vestuario: Alejandro Andújar. Iluminación: Pascual Mérat. Coreografía: Nuria Castejón. Rondalla Lírica de Madrid “Manuel Gil” (Dtor. Enrique García Requena). Coro titular del Teatro de la Zarzuela (Dtor. Antonio Fauró). Orquesta de la Comunidad de Madrid. Director musical: Óliver Díaz.
Teatro de la Zarzuela, 16-5-2019.


En 1923, Federico Romero perdió, cuando lo llevaba al copista, el manuscrito de Doña Francisquita .. pero un desconocido llamado Fernando Álvarez Buznego lo encontró y lo llevó al Teatro Apolo. Esta anécdota la contó Lluis Pascual, con detalles cuya verosimilitud desconozco,  en la rueda de prensa de presentación de esta producción. Pero el director teatral no ha tenido la suerte de que apareciera un Álvarez Buznego, y ha tomado la calle de en medio: ha suprimido todo el diálogo hablado original, con lo que ha desaparecido el desarrollo argumental de la obra. También ha desaparecido el Madrid carnavalero y, junto a este desatino la dramaturgia de una gran obra teatral. Porque, parece que hay que volver a decirlo, la zarzuela es una obra teatral.

Eliminar el libreto de una zarzuela significa prescindir de la narración de la historia teatral. Por eso  el responsable de esta producción ha escrito un corto texto que pone, básicamente, en boca de un narrador y  productor de radio y televisión, al que hace gesticular cansinamente, ideas llenas de tópicos, y verter opiniones más que discutibles. Consigue así que casi no se entienda la idea básica de la historia. Por cierto, este texto hablado también salía en los sobretítulos, algo innecesario. Como la letra “nueva” no se ha incluido en el libro-programa, como suele ser habitual, no podemos dar detalles exactos, pero hemos escuchado reiteraciones tópicas de compromisos y prisas en la realización del trabajo,  influencias de un  señor ministro que se supone que es “conocido” del público y al que el narrador se pliega con el más grande servilismo;  incluso referencias ajenas al espectáculo, como la de los “herederos” y sus negativas a autorizar ciertas modificaciones, situación que el narrador-productor  resuelve  ”como quiere”. (Ya que hablamos de textos, en el programa de mano que se entrega a los asistentes, se ha incluido el argumento de la obra… pero el original de Romero y Fernández-Shaw (!)…

Eliminar el libreto ha dejado casi sin papel a Don Matías y a Doña Francisca. Pero como los aficionados conocen bien la Francisquita … no tienen problema en saber qué ocurre en la escena.  

La discusión sobre la calidad de los libretos es … eterna y seguramente inútil; hay defensores y detractores radicales sobre su modificación; también gentes condescendientes,  o indiferentes a los que sólo importa la música. En cualquier caso, eliminar un libreto como se ha hecho, es faltar al respeto al trabajo de unos autores, y nos permite poner en duda que sea buen camino para “dar a conocer nuestro patrimonio zarzuelero”. 

La versión ofrecida desarrolla su primer acto en un estudio de radio de los años 30, el segundo en un plató de los 60 y el tercero en un ensayo en 2019. El resultado es que el primer acto parece una versión de concierto teatralmente insulsa y sin nervio. El segundo mejora por el impulso del baile y el tercero es brillante gracias a la intervención magistral, extraordinariamente aplaudida, de una Lucero Tena imponente y muy querida.

Añadir leyeFrancisquita y Fernando (Foto. T.Zarzuela)
Mientras escribo estas líneas, me asaltan muchas ideas, pero voy a terminar esta parte de la crónica con un sola: Después de casi tres horas de espectáculo, descansos incluidos, creo que el responsable de la producción ha embarcado a solistas, coros y orquesta en una travesía que no lleva a puerto alguno.

Vayamos ahora a la realización. La primera idea es que, como espectadores, deberíamos tener claro que una función puede estar magníficamente interpretada, independientemente de su planteamiento. Es lo que ocurrió ayer. Cantantes, coro, rondalla, ballet, orquesta y dirección musical funcionaron muy bien y el público lo entendió y lo premió con intensos aplausos al final del espectáculo. Hubo momentos especiales, la romanza de Fernando (“Por el humo…”) sacó al “respetable” de una frialdad manifiesta, consecuencia de lo que veía en la escena; la intervención del ballet, poderosa, rica y con carácter “clásico popular”, y, sobre todo, la presencia de Lucero Tena, firme, segura, dando muestra de su extraordinaria capacidad para obtener infinitos colores sonoros de sus castañuelas.

Soledad Puértolas (Francisquita), lució una voz soberbia  y, al tiempo, delicada. Segura en los agudos y en los adornos, cantó con elegancia y delicadeza.  Ana Ibarra (Aurora) fue una Beltrana de carácter, poderosa en los graves y firme en el otro extremo, y dio visualidad a un personaje decidido.  María José Suárez (Francisca) resulto bien, aunque se ha quedado casi sin papel (el propio personaje se queja con frecuencia). Lo mismo le ha pasado a Santos Ariño (Don Matías), que, a pesar de quedar como un papel de segunda, dio verosimilitud a su personajes con un canto rico y adecuado. Vicenç  Esteve fue un Cardona de mérito; el difícil papel, lo solventó con alguna destemplanza en el tercer acto, pero, en general salió airoso del encargo. Ismael Jordi (Fernando), fue la estrella de la noche; su voz de timbre metálico, firme, vigorosa, cantó con exquisito gusto e interpretó sus intervenciones con vehemencia y sentido teatral. Convenció al auditorio que siempre tiene en la memoria otros Fernandos que han pasado por la Zarzuela, especialmente el de Alfredo Kraus a cuya memoria han sido dedicadas todas las funciones.

El coro, como es habitual, excelente: impostación, color, cohesión y sentido teatral fueron la firma de sus intervenciones. Como en otras ocasiones hay que aplaudir el trabajo preparatorio de Antonio Fauró, su director.

Óliver Díaz dirigió la orquesta.
La rondalla quedó un poco oscurecida al estar situada en el foso; su capacidad sonora no puede competir con la de la orquesta, pero, claro, sacarla en escena sería rendirse al costumbrismo, y según declaró el responsable de la escena, ya no sabemos hacer costumbrismo y el espectador tampoco lo entiende. La Orquesta de la Comunidad sonó muy bien; cohesionada, rica en contraste, destacando numerosos detalles gracias al excelente trabajo de su director; Óliver Díaz, siempre atento a la escena, fue capaz de mostrar planos sonoros, intensidades, colores, y, sobre todo, supo mantener al grupo en el plano que le corresponde.

El vestuario me pareció rico y variado, aunque para grabar un programa de radio, no hacen falta los “modelitos” elegantes y distinguidos de los personajes; en tales casos los protagonistas suele ir “de calle”:

No alargaremos más esta simple crónica de una función en la que escuché opiniones negativas, comentarios muy críticos con la puesta en escena, pero al final del espectáculo no hubo pateos ni silbidos, como si parece que ocurrió en la función del estreno.

Me pregunto si es buena idea que esta mala adaptación de una obra maestra, vaya a ser ofrecida a través de la red. ¿Es este el tipo de zarzuela que queremos dar a conocer?
 
Escena del tercer acto (Foto. T.Zarzuela)
El Hernando

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