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martes, 23 de marzo de 2021

Zarzuela en femenino. Un descubrimiento.


Recital lírico de Cristina Toledo, soprano y Aurelio Viribay, piano. Teatro de la Zarzuela, 8-3-2021.

 

Coincidiendo con el Día Internacional de la Mujer, el Teatro de la Zarzuela, dentro de su ciclo “Notas del Ambigú” ofreció un recital de la soprano Cristina Toledo, acompañada por el pianista Aurelio Viribay, con un programa poco menos que inédito. La gran novedad radicaba en la interpretación de una docena de fragmentos de zarzuelas escritas por compositoras; obras totalmente desconocidas, quizá sólo porque fueron escritas por mujeres.

Se abrió el recital con la delicada y matizada música de la “Nana”, de Niní y Beatriz, de Remedios de Selva y Torres. Siguieron una melancólica “Balada asturiana”, y un castizo y elegante “Bolero” pertenecientes al sainete La Tranquilidad: pensión para señoritas, de la propia Selva. Perteneciendo a la obra de Carmen de Cantó Su última canción, la soprano madrileña interpretó dos fragmentos: “Tu mirada supo hablar”, música romántica y enamorada, y “Alerta, corazón”, con sonoridades de la música de cine o la comedia americana. De la compositora Blanca Lozano, de la que no se conocen ni siquiera sus fechas de nacimiento y muerte, se oyó un fragmento más tradicionalmente zarzuelero, “Cuando una niña es bonita”, perteneciente a su obra Un par de banderillas. Adela Anaya Ruiz compuso La tirolesa, de la que se interpretó la “Romanza de Maritza”, música poderosa y exigente. Cerraba esta selección de música escénica, un conjunto de fragmentos de partituras de María Rodrigo: “Canción de la muerte chiquita”, “¡Aquí, niñas, aquí me tenéis!”) y “Canción del sinito mío”, de la zarzuela cómica Diana cazadora o Pena de muerte al amor; músicas simpáticas, con alguna referencia folclórica y con un cierto aire pícaro en el último número. De Las hazañas de un pícaro, se escuchó vigorosa romanza “Yo he nacido en tierra castiza”, Por último se escuchó la canción “Viendo esta tierra de mis amores”, de La romería del Rocío, de aires andaluces como no podía ser menos.

El recital se cerró con un buen puñado de canciones de María de Pablos, María Teresa Prieto, Elena Romero y de la propia María Rodrigo, algunas más conocidas (aunque no podamos decir que sean populares). El pianista tuvo, además, una intervención solista, interpretando La copla intrusa, música cuyo sonido nos resulta familiar y que se inscribe en una tradición creativa en la que se advierten las influencias de Falla o de Albéniz. Música poderosa, racial, con aires de danza y una brillante paleta colorista.

Cristina Toledo, es dueña de una voz cálida y de rico colorido, expresiva y mesurada en el uso de sus recursos, canta con gusto y, hasta diría que con comodidad. Dio sentido teatral, sin exageraciones, a los textos, y mostró la potencia de sus agudos. En resumen, un buen recital del que sólo pudieron disfrutas unos pocos, a causa de las restricciones impuestas por la pandemia.

Podríamos haber buscado para este comentario adjetivos más rimbombantes y llamativos, más brillantes y exaltados, pero preferimos mantenernos en el terreno de la mesura y dejar en el aire una pregunta. Ya acaban de recuperarse músicas desconocidas, añadiendo el hecho de que fueron escritas por mujeres y que tienen valor musical por sí mismas; se ha dado un paso en la investigación, en el reconocimiento, incluso en la reivindicación, ¿Y ahora qué? ¿Van a quedar en el cajón en el que estaban? Sería mejor incorporarlas a los programas habituales de este tipo de conciertos; hacerlas circular por auditorios e incluso grabarlas.

No puedo concluir este comentario sin dejar constancia del agradecimiento a quienes han hecho posible el concierto: Daniel Bianco y el equipo del teatro de Jovellanos; la musicóloga y Directora del Centro de Documentación y Archivo, de la SGAE, Mª Luz González Peña, que ha buceado en los archivos de la entidad buscando estas música; y los intérpretes, Cristina Toledo y Aurelio Viribay, que las han puesto en pie, gracias a un trabajo serio y estudioso.

 Vidal Hernando.

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