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sábado, 17 de abril de 2021

Benamor. Un divertido enredo.

 


Enrique Viana.
Opereta en tres actos de Antonio Paso y Ricardo González del Toro. Música de Pablo Luna. Miren Urbieta-Vega. Cristina Faus. Irene Palazón. Amelia Font. Esther Ruiz. Enrique Viana. César San Martín. Gerardo Bullón. Gerardo López. Francisco J. Sánchez. Emilio Sánchez. Dirección de escena: Enrique Viana. Escenografía: Daniel Bianco. Vestuario: Gabriela Salaberri. Iluminación: Albert Faura. Coreografía: Nuria Castejón. Coro de la Comunidad de Madrid, titular del Teatro de la Zarzuela (Dtor. Antonio Fauró). Dirección musical: José Miguel Pérez-Sierra. Teatro de la Zarzuela, 15-4-2021.

Casi cien años ha tardado esta opereta en volver a subir al escenario del teatro que la vio nacer. Mucho tiempo, que los historiadores expertos y sociólogos podrán justificar, o quizá no; pero que, a juzgar por lo visto y oído no ha mermado las cualidades de una obra desenfadada, entretenida, simpática, y enrevesada que no pretende plantear conflictos ni señalar problemas. Sólo busca distraer al “respetable” durante algo más de dos horas.

Al parecer, el texto ha sido aligerado en algunas escenas y, al mismo tiempo, se han añadido parlamentos y diálogos, especialmente protagonizados por el tenor Enrique Viana, que añade a su papel del Abedul, el Gran Visir, los roles del Pastelero y la Confitera, personajes delineados con el sarcasmo, la ironía y la sátira que caracterizan a Viana, y que fueron aplaudidos por el público, aunque no se integran en la trama argumental del original de Paso y González del Toro. La opereta gira en torno a una idea: el problema al que se enfrentan Benamor y Dario, hija e hijo de Pantea, cuando les toca la llamada del amor, porque, en realidad ella es él y él es ella. El conflicto ha de resolverse con discreción ya que nadie, salvo su madre, conoce el cambio aparente de sexo de los hermanos. Durante el desarrollo quedan retratados el mujeriego Visir, que sufre de sordera temporal cada vez que pasa la noche con una mujer; tres pretendientes a la mano de Benamor:  un impetuoso príncipe guerrero (Rajah-Tabla), otro delicado y afeminado (Jacinto), y un aventurero español (Juan de León). Como es de esperar, serán Benamor y Darío quienes terminen eligiendo a sus futuras parejas y Juan Español quien proponga la solución al problema, que el Visir es incapaz de encontrar, a pesar de sus ruegos e invocaciones al mismísimo Zaratustra.


La música de Benamor es importante en cantidad y responde a los modelos de la opereta habituales en la época. Números corales, intervenciones de los personajes protagonistas, apoyados en melodías y danzas de corte oriental y de modelos urbanos: valses, cuplés, marchas, dúos, tercetos …de todo el conjunto,… Se hicieron especialmente famosas la romanza de Juan “País de sol”, quizá la única zarzuelera de todo el conjunto, de vigoroso arranque y elegante melodía; el llamado “paso del camello”, fragmento algo pícaro que protagoniza la esclava Nitetis, y  la “Danza del fuego” que cierra el segundo acto y que se ha independizado de la opereta, pasando al repertorio de compañías de ballet.

La puesta en escena, dentro de lo que es esperable por la naturaleza de la obra, es excelente. La escenografía, responde a la idea que se tiene de la antigua Persia y resulta, además, sencilla para con ligeros cambios, crear la idea de diferentes lugares. Firmada por Daniel Bianco merece aplausos. La iluminación, responsabilidad de Albert Faura, recrea los ambientes, y destaca momentos como las invocaciones de Abedul a Zaratustra. El vestuario, de Gabriela Salaverri, espectacular; sedas, turbantes, velos y tules para el conjunto; modelo “militar” para Rajah-Tabla; llamativo y paradójico para Jacinto y viajero para Juan de León. Espectacular para los personajes a cargo de Viana.

La interpretación musical estuvo en el terreno de lo correcto. Miren Urbieta-Vega (Benamor) cantó con solvencia luciendo la calidad y energía de su voz. Cristina Faus (Darío) estuvo igualmente correcta. Gerardo Bullón, barítono madrileño de voz poderosa, llena y con firmes graves, dio vida a un temible Rajah-Tabla y Gerardo López, tenor malagueño fue Jacinto, el príncipe afeminado, papel que forzó como exigen este tipo de roles en el teatro para buscar la risa y el aplauso. Juan de León, el aventurero español, fue interpretado por César San Martín que hizo un personaje desprendido, chulesco y mundano. Se lució especialmente en la viril y delicada romanza “País de sol” (también llamada “canción española).

La figura principal entre los solistas fue Enrique Viena en sus tres papeles. Viana es un hombre de teatro, que domina la escena, que sabe modular los tiempos, los silencios y la exposición de los textos con eficacia; provocando la sonrisa con su ironía, el aplauso con sus aceradas opiniones y la risa con los chistes directos. Fue calurosamente aplaudido.

El coro, como siempre, bien preparado y eficaz, a pesar de tener que presentarse reducido por la situación pandémica que atravesamos. No siempre se le escuchó con claridad, porque, al estar habitualmente colocado al fondo del escenario, sufrió el exceso de presencia con que, a mi juicio, se comportó la orquesta. Me resultó demasiado sonora en los metales y en la percusión y creo que debió “morigerarse” para que destacaran algo más las voces.

En resumen, una gran recuperación, con el adecuado planteamiento para un vodevil, una opereta, una obra de enredo, divertida, simpática y distraída sin más pretensiones que hacer pasar al espectado un buen rato agradable. (Fotografías: Teatro de la Zarzuela)

 Vidal Hernando.

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