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domingo, 3 de noviembre de 2013

EL ESPIA



Pensamientos de un barbero.



Me acabo de enterar y no doy crédito. Me lo ha dicho un cliente y me he quedado de piedra. Está visto que la vida está llena de sorpresas.

¡Nos ha espiado! ¡A todos! ¡Un país amigo! ¡Increíble, inaudito, insospechado, inverosímil, insólito, imprevisto, inadmisible, indigno, inexplicable…! ¡Todo lo que empieza por “in”, menos imposible o improbable!

¡Nos ha espiado! ¡Vaya novedad! Cóleras teatrales aparte, aquí, desde que el mundo es mundo, todos espiamos a todos. O a los que podemos. Conocer de antemano lo que piensan o planean hacer otros, es consustancial al ser humano. A veces nos interesa saber cosas de los demás sólo por curiosidad, otras por interés, algunas por necesidad y no pocas por obligación.


Basa con mirar a nuestro alrededor, con suficiente perspectiva.  Todos los países, tienen un departamento de espionaje (o de información, como dicen); se conocen sus nombres, se saben sus presupuestos (también se sabe que hay dineros ocultos para ellos) … de muchos de ellos, se elogia su eficacia, de otros su torpeza. O sea, que esto de los espías es de lo más normal.

Pero no son los únicos. ¡Las veces que un hombre corriente se topa con un espía en un día cualquiera!. Se levanta, se asea, desayuna y sale a trabajar; en la escalera se cruza con la portera a la que saluda cortésmente, pero nada mas, porque sabe o sospecha que es una chismosa y todo lo cotillea. Anda unos metros y pasa delante de la casa donde vive una famosa actriz: lo sabe porque  la cera de enfrente está llena de “paparazzi”: Se acerca al quiosco, compra el periódico y ve, en la portada, la noticia del día: a fulano le acusan de algo sucio, de mangonear algo, de perjudicar a alguien… Coge un taxi, y el conductor le dice que ha oído a otro cliente que se prepara una buena; no sabe de qué, dónde, ni por qué, ni para qué, … pero va a ser gorda. Llega a la oficina y procura eludir la cercanía de un compañero, porque cree que es un chivato que le va al jefe con todos los cuentos… En el trabajo, alguien le dice que los teléfonos están pinchados y mucho cuidado con los e–mail … Él mismo intenta sonsacarle a un compañero si la fama de facilona que tiene la de contabilidad es cierta… No es por nada, sólo por saber …

¡Qué cosas! ¡No es todo esto una suerte de espionaje, aunque lo llamemos de formas distintas! La portera es una simple cotillona, los “paparazzi” son “informadores”, el periódico no ha vigilado, ha conseguido la noticia gracias al “periodismo de investigación”, el taxista es un indiscreto que larga cualquier cosa que escucha, El compañero es un pelota, un trepa y un chivato … ¡Hay que ver, la fuerza que tiene el lenguaje para acallar nuestra conciencia!.

Esto de espiar debe ser una especie de mandamiento genético: espiaos los unos a los otros, como yo os espío, pero ¿está bien? ¿es moralmente aceptable o ha de ser condenado? ¿en qué casos? ¿con qué intenciones? ¿a quién? ¿durante cuánto tiempo?

Muchas preguntas y ninguna respuesta. Acciones y reacciones, varias… para achantar la indignación que, como una ola traicionera, amenaza nuestra estabilidad emocional. El gobierno llama al embajador a consultas (me gustaría ver qué se dice, y cómo, en estas consultas, aunque fuera por un agujerito … pero eso sería espiar); la prensa, la radio, la televisión y un género de individuos que todo lo saben, todo lo critican y a nada o muy poco se comprometen –los tertulianos–, se enfadan, comentan, opinan, juzgan y condenan… pero al día siguiente, la noticia y el tema de conversación serán otros. Los legisladores prometen hacer una ley que prohíba hablar por teléfono tapándose la boca con las manos; el partido de la oposición reclama al del gobierno que emplee la contundencia que él mismo no empleó anteayer. Los profesionales de la protesta … protestan…

Algo hay que hacer, desde luego. Así no podemos seguir. Pero la cosa es muy complicada.

Todo esto ha surgido, me dicen los clientes, porque un individuo que trabajaba para los espías, se ha largado llevándose consigo una gran cantidad de información. El espía, traidor para unos, se ha convertido en héroe para otros. Me dicen que va soltado la información gota a gota.

También aquí surjen muchas preguntas.¿qué información destila? ¿para qué? ¿quién la compra o es gratis? ¿a quien beneficia o perjudica? ¿por qué? ¿dónde guarda esa información? ¿tiene, verdaderamente, tanta y tan sensible información como parece? … ¡Quién sabe! ¡Quizá habría que espiarle para enterarse!

Por cierto, si el espía es un delincuente, un traidor, ¿por qué nadie reclama a quien le protege?


Lamparilla

(Todo esto es consecuencia de que no sólo de zarzuelerías vive el hombre).

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