Seb.
Se acusa a la zarzuela de la flojedad de sus argumentos,
de que sus historias no se sostienen. ¿Está usted de acuerdo?
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Hil.
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Pues verá usted, querido amigo. En muchos, muchísimos
casos, es cierto: los argumentos son endebles, flojos. ¿Y qué?
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Seb.
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Me sorprende usted, Don Hilarión. Afirma que son
muchísimas las zarzuelas con argumentos débiles y no parece preocuparle.
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Hil.
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Pues claro que no, porque no tiene mayor importancia. La
historia del teatro y de la literatura en sus variadas especialidades, está
plagada de narraciones inverosímiles en sus planeamientos y débiles en sus
desarrollos. Puede decirse que hay géneros completos cuyas historias son
totalmente increíbles, y poco menos que insulsas, si se analizan fríamente.
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Seb.
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Diga usted alguno …
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Hil.
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Los cuentos infantiles, siempre fantásticos e irreales;
esa llamada “literatura romántica femenina”, donde una pobre y desgraciada
muchacha termina encontrando un príncipe como premio a su abnegación y
caridad; esas historias de dioses que bajan del cielo para enamorar (o
violentar) a las bellas mortales; esas historias de aventuras cuyo
protagonista está siempre en el sitio adecuado y en el momento oportuno…
Piénselo detenidamente y llegará usted a la conclusión de
que en la literatura y en el teatro, todo es imaginación, fantasía,
invención…Sólo las obras que responden a los planteamientos que llamamos
“realistas” tienen que ver con la realidad, como su propio nombre indica
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Seb.
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Tiene usted razón. El teatro es ficción, como la novela o
la poesía.
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Hil.
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Por eso no entiendo que se critiquen los argumentos de
zarzuela y no tanto los de ópera, o
los de novela. Debe ser una costumbre, una muletilla que asociamos con
esa palabra.
Pero, abordemos el tema desde otros puntos de vista. En
España llamamos zarzuela a cualquier obra que sea cantada y hablada. Sin
embargo, usted y yo sabemos que, bajo esa denominación genérica, hay varios
tipos.
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Seb.
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Cierto. Tenemos zarzuela grande, género chico, sainete,
zarzuela de costumbres, revista de actualidad, revista de espectáculo,
humorada … Un montón de clases, de subgéneros, como dicen los expertos.
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Hil.
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Y cada uno con sus características y exigencias propias y
exclusivas. Cuando se dice eso de que los argumentos zarzueleros son
endebles, ¿a qué se refieren: a un drama social como Juan José, a una zarzuela de costumbres aragonesas como La
Dolorosa, a un sainete lírico como La revoltosa, a una revista como La
Gran Vía,
o a un pasatiempo picarón como Las Leandras?.
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Seb.
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Hombre, Don Hilarión, se habla en general…
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Hil.
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Ya, ya, … en
general, … negativo.
Pero hay mas. Cada género conlleva un tipo de desarrollo,
a veces deliberadamente incorrecto o inculto. Imagínese usted a un churrero
de Embajadores, que se cruza con la diosa de sus sueños, ¿le recitará un par
de sonetos o dos docenas de alejandrinos, o le dirá un piropo, más o menos
como éste: “camine usté despacio,
cacho e’gloria, pa’quel calorcito de su cuerpo, evapore las huellas del rocío
matutino”?
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Seb.
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¡Por Dios, Don Hilarión!
Reconozca que le ha quedado a usted un poquito cursi el piropo.
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Hil.
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¿Cursi? Empalagoso como un jarabe y más inculto que un
Diccionario cerrado, pero …
Para concluir. Si una humorada nos hace reír, si una obra
“de argumento” nos hace pensar, si la frase comprometedora de una vedete
escultural revoluciona nuestras hormonas, ¿no ha conseguido el autor su
objetivo? ¿Qué es más importante, el envoltorio o el contenido? ¿El hábito o
el monje?
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Seb.
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Tiene usted buena parte de razón, pero no olvide aquello
de la mujer del César, que además de honrada deberá parecerlo, y que el
hábito no hace al monje.
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