Hil.
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¡Buenos
días tenga usted, Don Sebastián! ¿Cómo le trata la vida?
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Seb.
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¡Buenos
días, Don Hilarión! No sé si se me nota, pero ¡estoy contentísimo! ¡Más
alegre que unas castañuelas!
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Hil.
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Y,
¿a qué se debe su eufórico y satisfactorio estado? ¿Ha hecho usted algún buen
negocio? ¿Le ha tocado la lotería? ¿O le ha hecho ojitos alguna hurí del
paraíso?
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Seb.
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Nada
de eso, amigo mío. Algo mucho más sorprendente. ¡No se puede usted imaginar!
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Hil.
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Gordo
debe ser, sin duda, porque situarlo por encima de los negocios, de la lotería
o de una diosa … ¡Vamos, diga, diga,!
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Seb.
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Tome
usted buena nota, Don Hilarión. Apunte en las efemérides de la zarzuela la
fecha del 10 de abril de 2014. Destáquela con guarismos mayestáticos, porque
en ese día, la zarzuela, que andaba un poquito epidémica –todo hay que
decirlo– ha vuelto a renacer.
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Hil.
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¡Qué
me dice!
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Seb.
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¡Lo
que oye!
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Hil.
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Y,
¿cómo ha sido? ¿Cosa de milagro?
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Seb.
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No,
señor. ¡Cosa de la tecnología!
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Hil.
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¿La
tecnología? ¿Eso de las máquinas y los ordenadores?
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Seb.
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Se
lo voy a decir con claridad. Respire usted hondo. ¡Ahí va!: El día susodicho, festividad de San
Ezequiel, se ha transmitido la zarzuela El
paraíso de los niños, a través de un sistema al que llaman “streaming”,
mejor dicho, “striming”, porque ese vocablo es inglés.
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Hil.
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¿”Striming”?
¿Qué es eso? Me suena a estrecho, incluso, fíjese usted, lo que es la
cacofonía, a estreñir.
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Seb.
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Nada
de estrecho. Y nada de estreñir, porque, por si usted no lo sabe (que me
colijo que no lo sabe), para el “striming” se necesita una banda (o sea una
capacidad de transmisión) ancha, cuanto más ancha mejor. Nada de estrecheces.
Mire
usted, “striming” es un mecanismo para transmitir archivos, de imagen o
sonido, a varios ordenadores en el
mismo momento en que el hecho sonoro o
visual se está produciendo. Es decir, es una lectura en continuo.
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Hil.
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O
sea, como la televisión en directo.
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Seb.
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Bueno,
para usted, que es un analfabeto tecnológico, y perdone el señalamiento, sí,
mas o menos como la televisión en directo.
Si
quiere le explico los detalles y le pongo al corriente de las características
y posibilidades de este sistema. Pero quizá sea mejor dejar las
consideraciones técnicas y los cuestionamiento tecnológicos a un lado y
quedarse con lo mollar, con lo sustancioso: la transmisión de una zarzuela
mediante este moderno sistema.
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Hil.
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Perdóneme,
querido amigo. Aunque usted me ha llamado “analfabeto tecnológico”, no soy un
iletrado: ya sabía que alguna ópera y alguna zarzuela se había transmitido
por este sistema, digamos que a modo de tanteo o experimento.
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Seb.
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Yo
también lo sabía. Pero es que la noticia, no es sólo esa sino que la obra
haya sido El paraíso de los niños, una
preciosa zarzuela infantil, y que se haya transmitido nada menos que a ¡82
colegios! ¿Se da usted cuenta? ¡82 colegios! de distintas autonomías ¡viendo
y escuchando una zarzuela! ¡82 colegios! de varias provincias con maestros
que se interesan por la zarzuela! ¡82 colegios! de varias ciudades con niños
ensimismados viendo el teatro y la música.
¡Cientos
de niños! No sé si es una maravilla o
un milagro.
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Hil.
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¡Espere,
espere! ¿Me está diciendo usted que una zarzuela, infantil por más señas, se
ha transmitido por Internet, a 82 colegios a la vez? ¿Y que un buen montón de
profesores se han interesado por la zarzuela? ¿Y que un cerro de niños y
chavales han visto –y oído– por primera vez en su vida una zarzuela?
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Seb.
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Eso
es. ¿No le parece importante?
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Hil.
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¡Pues
claro! ¡Importante y destacado, relevante, notorio, singular, noticiable! ¡82
colegios!
Esto
puede ser el resurgir de la zarzuela. ¿Cuántos de esos niños pueden haber
quedado infectados por el virus de la zarzuela?
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Seb.
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¡Hombre,
Don Hilarión! ¡Infectados! …
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Hil.
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Perdóneme,
Don Sebastián, es deformación profesional, como soy boticario …ando siempre
entre virus, bacterias y células deterioradas. Pero, usted me entiende.
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Seb.
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¡Claro
que le entiendo!
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Hil.
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¿Y
a quién se le ha ocurrido esto?
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Seb.
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Pues
supongo que al Teatro de la Zarzuela, que es el responsable de la producción
y a la Universidad Carlos III, de Leganés, desde cuyo teatro se ha realizado
la transmisión.
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Hil.
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¿Y
cómo han reaccionado los niños? ¿Y sus padres?
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Seb.
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Pues
la verdad es que no lo sé. Intentaré enterarme, pero, vamos, supongo que unos
y otros estarán contentos. Como usted puede suponer, la zarzuela no perjudica
a nadie.
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Hil.
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Pues
me ha alegrado usted el día. En cuanto llegue a la botica me voy a preparar
un buen jarabe para celebrarlo.
Aunque,
hay un pequeño detalle, que …
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Seb.
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¿De
qué se trata? ¿Quiere usted que le explique algo más?
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Hil.
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No,
no. Es lo del nombrecito. ¿No podríamos llamarlo de alguna manera más
castiza? Esto del “estrimin” …
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Seb.
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Hombre,
Don Hilarión, eso será cosa de la Academia de la Lengua.
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Hil.
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¡Pues
apañaos vamos!
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