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viernes, 23 de mayo de 2014

UN DIA SEÑALADO



EL DÍA DE LA ZARZUELA




Seb.

¡Buenos días, Don Hilarión! ¿Cómo nos va?

Hil.
Buenos días, Don Sebastián. Pues …, vamos tirando

Seb.
¿Qué le ocurre? Le veo un poco apagado.

Hil.
Pues sí, es verdad que no me encuentro muy católico.

Seb.
¿Y eso? ¿Algún  problema familiar o profesional?

Hil.
No, no, ninguno. Estoy un poco triste por causa de la zarzuela.

Seb.
¡No me lo puedo de creer!

Hil.
Don Sebastián, amigo mío, no lo tome usted a chirigota, ni atente contra la lengua de Cervantes.

Seb.
Perdone, Don Hilarión. Era sólo un intento de quitar hierro al asunto, de suavizar su preocupación.

Vamos, vamos. Descargue usted sus inquietudes craneales sobre el comprensivo lecho de mis oídos; hábleme como lo haría a su confesor, que me hay dicho un galeno amigo que hablar y escuchar son buenos remedios para las enfermedades del alma.

Hil.
No estoy muy seguro de la bondad de esa terapia, pero como es usted mi amigo, se lo voy a contar.

Esa mañana, mientras me afeitaba, me ha venido a la cabeza un interrogante: ¿Por qué no hay en España un Día de la Zarzuela?


Seb.
¿Un Día de la Zarzuela?

Hil.
Sí señor, un Día de la Zarzuela.

Mire usted, Don Sebastián: ahora mismo tenemos un día par casi todo: el del padre, el de la madre, el del trabajo, el de la mujer, en de los abuelos, el de la infancia … el de la paz, el de la cruz roja, el del cáncer, el del patrón y el de la patrona, el de la comunidad, …

Vamos, que tenemos más días que longaniza. Pero no, no tenemos un Día de la Zarzuela.

Seb.
Es verdad, no había caído. Pero tenemos un Día de la Música, y un Día del Teatro. Y como la zarzuela es un compendio de la una y lo otro …

Hil.
No me sirve, Don Sebastián; eso no me sirve, porque tan malo es ser huérfano como tener dos padres. El día de los músicos se celebra con muchos conciertos; en alguno de ellos quizá se toque algún fragmento de zarzuela, no lo discuto.  El día del teatro suelen verse tragedias, comedias … pero poca o ninguna zarzuela.

Seb.
Quizá tenga usted razón. Pero también tenemos el Día de la Ópera, que acaba de celebrarse hace unas fechas, y, como al fin y al cabo, ópera y zarzuela son primas hermanas …

Hil.
Un momento, amigo mío. Perdone que le interrumpa, pero en este tema, la zarzuela es más prima que hermana. Ni por presupuesto, no por ayudas financieras estatales, ni por prestigio entre las clases altas, ni por promoción y propaganda… Y, aunque todo el mundo reconoce que zarzuela y ópera son distintas, lo cierto y verdad que la ópera goza de más privilegios que la zarzuela.

Pero no es este el tema. Lo que yo quiero, es que haya en España un Día de la Zarzuela

Seb.
Y supongo que imagina usted la celebración por todo lo alto, magnífica y grandiosa: Excelentes representaciones, montajes espectaculares, recitales con las mejores voces, formidables orquestas, las bandas de los pueblos y ciudades tocando preludios e intermedios, zarzuela en calles y plazas…

Hil.
Hombre, eso sería ideal. Pero no lo pretendo, … por ahora. De momento, me conformaría con una pequeña muestra, con empezar. Me basta con sembrar … la cosecha vendrá a su tiempo.

Seb.
¿Y ha pensado usted en la financiación? Porque en este mundo que vivimos, para todo hace falta dinero.

Hil.
Pues la verdad es que no. Pero, si llega el caso, la propia zarzuela encontrará una solución. Siempre lo ha hecho; en sus muchos años de existencia, ha sido capaz de sortear muchos inconvenientes y seguir viviendo.

Mire usted, Don Sebastián: lo importante es el primer paso, ponerse en marcha. Empezar con poco, pero empezar.

Seb.
¿Ha pensado usted en buscar patrocinadores políticos?, porque son los políticos quienes manejan hoy el cotarro de las perras.

Hil.
¿Políticos? ¡Ni hablar! A los políticos no les interesa la zarzuela. ¿Cuántos jefes de estado o de gobierno, cuántos ministros, consejeros, alcaldes o diputados, ve usted asistir a la zarzuela con asiduidad?

Seb.
Hombre, Don Hilarión. No sea usted tan radical; algún político habrá quese interese por la zarzuela.

Hil.
Es posible, quizá alguna excepción que confirme la regla. Pero, créame, amigo mío, lo de los políticos no es buena idea.

Piénselo: si el Día de la Zarzuela lo apoyaran los políticos de derechas … tendríamos en contra a los políticos de la izquierda. Y a la viceversa, o sea lo contrario.

Y luego estarían los otros, los que siempre  se abstienen, los que no dicen ni mú, los de ni blanco ni negro, ni palante ni patrás, ni chicha ni limoná…

Seb.
En esto tiene razón, Don Hilarión.

Pero, dígame. Dejando aparte la cuestión financiera, ¿ha pensado usted cuándo podría ser el Día de la Zarzuela?

Hil.
Sí, señor. Está muy claro: el 10 de octubre.

Seb.
¿Y eso? ¿Es el de algún santo milagrero?

Hil.
No señor. Haga usted memoria. El 10 de octubre de 1856 se inauguró el Teatro de la Zarzuela, el teatro nacido para el género, el teatro de Madrid que más tiempo lleva funcionando, ininterrumpidamente, salvo un para de años a causa de un incendio.

Seb.
Es verdad, un 10 de octubre, el día del cumpleaños de la Reina Isabel II, que fue invitada a la inauguración.

Hil.
Pero no asistió. A mí me da que hubo algún problema de “protocolo“ o de “agenda”, como se dice ahora.

Seb.
¿Y eso?

Hil.
¿Hombre, usted dirá! ¿No se pudo abrir el teatro un día o dos después. ¿Quién escogió la fecha? ¿Los propietarios del teatro? ¿Y si hubiera sido una “sugerencia” de palacio con la excusa de hacer al Su Majestad un regalo excepcional?

Seb.
Hay que ver! ¡Qué suspicaz es usted!

Hil
.
Si. sí. Pero a Doña Isabel lo que le gustaba era la ópera.

Y a mi lo que ahora me interesa es el Día de la Zarzuela. ¡Brindo por eso!

Seb.
¡Y yo le acompaño!


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