Hil.
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Buenos
días, Don Sebastián, viene usted tarde.
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Seb.
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Buenos
días, Don Hilarión. Tiene usted razón, pero sólo un par de minutos.
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Hil.
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Perdóneme,
pero ¡estoy tan impaciente por darle a usted una noticia…!
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Seb.
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¿Será
importante, supongo?
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Hil.
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¿Importante? ¡¡¡Tras-cen-den-tal, amigo mío!!!
¡Fundamental, básica, determinante, histórica! No le digo más que, de aquí en adelante
habrá un antes y un después.
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Seb.
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Eso
no me sorprende. Así ocurre siempre: a
partir de un momento concreto, lo pasado es antes y lo porvenir, después.
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Hil.
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No
se chunguee usted, Don Sebastián, que lo de la noticia va en serio. Y cuando
se ponga en marcha la cosa será gorda, pero muy gorda.
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Seb.
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No
me lo tome usted en cuenta; a veces reacciono de manera casi automática. Es
oír una frase y contestar con otra inmediatamente, sin pensar. Y la verdad
usted me lo puso como el producto primario de la consorte del gallo: a huevo.
Pero,
venga, venga la noticia.
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Hil.
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Ahí
va: acabo de descubrir la manera de terminar con el problema de los móviles
en el teatro.
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Seb.
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Así,
sin más. ¿Me está usted diciendo que ha encontrado una solución para esa
nefasta costumbre, esa lacra social, ese desprecio educativo, esa
desvergüenza comportamental de tener
el móvil encendido, ¡y hasta usarlo! durante las representaciones de la
zarzuela.?
¿Es
eso, exactamente?
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Hil.
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Sí
señor, pero no una solución: ¡Cuatro!
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Seb.
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Pero,
¿Qué me dice?
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Hil.
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Lo
que oye. ¡Cuatro! Como los puntos cardinales, como los puntos de la baraja…!
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Seb.
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¡…como
los puntos gramaticales: punto, punto y coma, punto y aparte y puntos suspensivos…!
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Hil.
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Bueno,
dejémoslo. ahí. ¡Cuatro soluciones! ¡Y tres de ellas tecnológicas!
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Seb.
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¿Cómo?
¿Pero es que usted es tecnólogo?
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Hil.
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Pues
claro. No olvide que un boticario es un científico, un mago de la química, un
artista de la combinatoria molecular… Y en mi tiempo libre, además de
zarzuelero, soy un enamorado de la tecnología. No digo amante … porque ella
no quiere… que a veces se pone muy terca y no nos entendemos, pero
amante… ¡incondicional!
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Seb.
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Vale,
vale, no sigamos orbitando sobre el tema y deme usted los detalles.
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Hil.
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Lo
haré. Cuatro soluciones, digo. La primera es de tipo disciplinario. Consiste
en que los acomodadores, en lugar de abandonar la sala cuando empieza el
espectáculo, se queden dentro, vigilando, discretamente. Y cuando un
espectador eche mano del móvil … le llamen la atención, y si es reincidente o
no atiende la sugerencia, incluso le invite a abandonar la sala. ¡Así se hacía antes en los cines! ¿Se acuerda
usted?
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Seb.
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Sí
que me acuerdo. Pero esa solución no
es viable. Los trabajadores y sus sindicatos se opondrán; ellos no son
policías. No querrán hacer un trabajo
antipático que, hasta puede poner en peligro sus propinas.
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Hil.
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Habría
que verlo. A lo mejor pierden las propinas de los señalados, pero ¿y si se
ganan las del resto de espectadores.
No
deseche usted la idea. Es cuestión de darle algunas vueltas, de encontrar la
manera de plantearla, de mostrarla como un servicio a la Zarzuela, al Arte, a
la Cultura. Y lo de las propinas, es fácil de resolver: incluir el montante perdido
en la masa salarial. Y algún día de permiso, por aquello del estrés y la
presión laboral de la nueva función. Ya lo sabe usted: Las penas, con pan son
menos.
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Seb.
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No
lo veo, Don Hilarión, no lo veo. Pero siga usted. Segunda solución.
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Hil.
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Segunda
solución y primera tecnológica. Solución de Servicio. Le daré sólo los
detalles generales.
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Seb.
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Adelante.
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Hil.
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Esta
idea resuelve el problema dando, al mismo tiempo, un servicio a los
maniáticos del celular. Se basa en los siguientes elementos básicos:
1
– Un programa informático que intercepta las comunicaciones entrantes y graba
la información más básica (hora,
número llamado y número llamante y un contador) en una especie de contestador
automático.
2
– Al inicio del descanso, y al finalizar la representación, en la pantalla de
sobretítulos, y si se quiere por la megafonía se van “cantando” (digo
cantando por la cosa de que la zarzuela es música), los mensajes:
·
El número tal ha sido llamado por el número cual,
a las x horas, x minutos.
Con
esto sería suficiente, pero se podría sofisticar. Por ejemplo, accediendo a
la agenda de los teléfonos llamados, el mensaje de aviso podría ser algo así:
·
El propietario del teléfono xxx que llame a su
mujer. Le ha llamado siete veces, o las que fuere.
Dese
cuenta de que el sistema no se quedaría con el contenido de las llamadas, para
no dar lugar a un mensaje como este:
·
Cariñito, en cuanto acabes ven rápido, que te
espera una zarzuela en 3 actos y epílogo.
Este
servicio, al que podemos llamar ACAM (Almacenamiento Colectivo de Avisos y
Mensajes), puede ser gratuito; es decir ofrecido como una deferencia del
Teatro. También se podría cobrar, claro está, aunque esta opción no la he
estudiado con detalle todavía, porque tiene muchas connotaciones sociales,
políticas, económicas.
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Seb.
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Ya,
ya, pero, ¿dígame? ¿Cómo se consigue interceptar las llamadas?
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Hil.
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Pues
muy fácil. Eso es trabajo para “El Blanquecino”.
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Seb.
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¿El
Blanquecino? ¿Quién es ese individuo?
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Hil.
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Podría
decirle que un “sujeto que tiene vergüenza, pundonor y lo que hay que tener”,
pero no cuadra porque Curro “El Blanquecino” es un pirata informático que ha
tomado ese apodo en homenaje a Edward Snowden, ese bucanero que ha espiado a
la CIA y que ahora está protegido en Rusia.
Y claro, como “Snow”, en inglés, significa “nieve”, Paco, o sea Curro,
se hace llamar “El blanquecino”.
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Seb.
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¿Y
usted cree que…?
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Hil.
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¡Pues
claro! ¡Lo que no pueda Curro!
Pero,
escuche, escuche. Tercera solución, técnica también. Es de carácter
correctivo y la he llamado DMA (Detector de Móviles Activos).
Consiste,
primero, en la obtención de la topografía de las butacas del teatro, obtenida
mediante un procedimiento similar al de los GPS. Mediante unas coordenadas se
establece el centro “geográfico” de la butaca. Después se determina el ámbito
de influencia del asiento, porque el
móvil no va a estar siempre en el imaginario punto de corte de los dos ejes de
la butaca.
Con
todo esto, puesto sobre el mapa del teatro, tenemos identificados cada uno de
los asientos.
La
siguiente fase es utilizar una serie de sensores, captadores lumínicos, mejor
dicho, estratégicamente colocados en el teatro. Cuando se encienda un móvil,
los detectores lo “verán” y pasarán sus coordenadas al programa principal,
que ordenará la ejecución de alguna de las acciones asociadas a las tres
versiones de esta aplicación.
Versión
1. Básicamente consiste en la señalización del móvil pillado, mediante la
proyección, sobre el punto topográfico central de la butaca, de un pequeño
rayo láser que, en la oscuridad de la sala, todo el mundo podrá ver. El dueño
del móvil será señalado por los demás espectadores como infractor.
Versión
2. En lugar del rayo láser, se proyectará un aviso en el cartel de
sobretítulos. Algo así como: “En la butaca tal de la fila cual del piso xxx,
se ha localizado un móvil infractor. Por favor, apáguelo. Muchas gracias”:
Versión
3. Esta es mucho más drástica. Se trata de una variante de la versión 1. Al
móvil detectado, se le envía un potente halo de luz láser negra.
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Seb.
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¿Un
láser negro? ¿Qué es eso?
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Hil.
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¿Usted
sabe lo que es la luz negra en el teatro? Pues algo parecido. Un láser negro,
no se ve; nadie se enterará, salvo el dueño del móvil, porque se le quemará
en las manos.
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Seb.
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¡Reconcho! ¡Va usted a renovar el parque móvil!
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Hil.
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El
Parque Móvil, no. Eso es cosa del gobierno. Diga usted el parque celular y
estará cada cosa en su sitio. Pero sí, esta solución ayudará a reducir la
obsolescencia de estos teléfonos, porque todavía hay alguno que…
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Seb.
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¿Y
la última solución?
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Hil.
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¡Ah!
Esa es la más fuerte, la más radical y agresiva. Todavía no tiene nombre,
pero ando buscando para ella uno de tipo castizo. Algo así como “pa’que
t’enteres”, “se te emplea”, “qué t’as creido, listo”… Aunque también
barajo nombres más técnicos como VZ (Venganza zarzuelera) o EQANET (El que
avisa no es traidor)).
Consiste
esquemáticamente en lo siguiente:
1
– Se localiza el móvil infractor y se toman sus datos básicos, como en la
solución segunda.
2-
No se deja que la comunicación progrese. En su lugar se envía un programa al
terminal transgresor que contiene la música de un fragmento de zarzuela
populachero y, sobre todo, machacón.
3
– Junto a la música se envía un calendario de activación del sonido, que lo
arrancará cada cierto tiempo, (variable en función de un cálculo ponderado de
ciertas características del teléfono) y, sobre todo, en cuanto se establezca
una comunicación entrante o saliente.
4
– Este programa estará residente y oculto durante dos o tres días. Pero, los
datos fundamentales de la operación se guardarán en una base de datos, y si
el teléfono es “reincidente”, el castigo durará más tiempo.
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Seb.
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Perdóneme,
Don Hilarión. Está usted hablando de algo así como un “Virus”. En los móviles,
que yo sepa, no hay virus.
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Hil.
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¡Que
se lo han dicho a usted! Seguro que los hay. Y si no son virus, serán
bacterias, o MDC (microorganismos
dañinos para el cuerpo). ¿Para qué cree usted que todo el mundo pone fundas a
sus móviles? ¡¡Para prevenir contagios!!!
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Seb.
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¡Qué
barbaridad! Y, ¿qué piensa usted hacer con sus “inventos”?
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Hil.
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Pues
lo que se hace en estos casos. Patentar las ideas, para que no me la
pisen, buscar a Curro “El Blanquecino”
y alguno de sus colegas para desarrollar las aplicaciones y ofrecérselas al
Teatro de la Zarzuela y a otros locales. Y a esperar.
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