Se cumplen
hoy, 17 de noviembre de 2016, los primeros cien años del estreno de La canción del olvido, comedia lírica en
un acto escrita por Federico Romero y Guillermo Fernández-Shaw, con música de
José Serrano. El acontecimiento tuvo lugar en el Teatro Lírico de Valencia e
intervinieron como intérpretes principales Concha Gil (Rosina), Amparo Martí
(Flora Goldoni),
José Sala
(Capitán Leonello), Patricio León (Toribio Clarineti) y José Caballer (Sargento
Lombardi).
Como es
sabido, la obra se ambienta en la ciudad imaginaria de Sorrentinos, cerca de
Nápoles, en el año de 1799. Allí, Rosina, princesa de Ferratta se enamora del
capitán Leonello, interesado por la cortesana Flora Goldoni. Para conseguir su
objetivo, Rosina convence a Toribio Clarineti de que se haga pasar por su
marido e intente conquistar a Flora. Contará con la ayuda de un paje que será
la propia Rosina, también disfrazada. Rosina consigue que Flora se entreviste
con Toribio cuando llega Leonello. La princesa sugiere que engañe a la ingrata
cortesana conquistando a la esposa del supuesto príncipe, es decir a ella
misma. Leonello entra en el palacio de Rosina y duda de lo correcto de sus
intenciones. La mujer se despierta y termina convenciendo al capitán de lo que
es el verdadero amor. Leonello queda tan enamorado que al encontrarse con
Toribio le reta a muerte. Por suerte aparece Rosina, descubre toda su argucia y
ofrece sus manos al enamorado Leonello.
Son
conocidas, también, las peripecias del libreto antes de ser estrenado. Le fue
ofrecido a Amadeo Vives, que lo rechazó por estar trabajando en una obra
similar de Martínez Sierra. Fue luego entregada a Pablo Luna, que ni siquiera
llegó a leerlo. Y, por fin, cayó en manos del maestro Serrano, quien decidió
ponerla en música con la doble intención de ayudar a dos noveles libretistas y
demostrar a los responsables de la
Sociedad de Autores Españoles, con quienes no se relacionaba,
que era capaz de seguir estrenando sin su apoyo.
La zarzuela
tuvo un éxito inmediato. La popularidad de una obra puede medirse de varias
formas: por el número de representaciones ofrecidas, por los comentarios elogiosos
de críticos, comentaristas y gacetilleros en la prensa, por los rendimientos de
los derechos de autor (datos perseguidos por las gentes pero casi nunca
alcanzados) y por la aparición de chistes, chascarrillos, poesías de poca
monta, parodias y otros géneros de literatura menor. De estos documentos (al
fin y al cabo lo son), vamos a ocuparnos en las líneas siguientes. De ellos y de los más serios lo hemos hecho
en nuestro libro Guillermo Fernández-Shaw. Aproximación a su vida y a su obra, recientemente
publicado y comentado en este mismo blog (Véase el apartado Mis libros).
La canción del olvido alcanzó
niveles insospechados de popularidad y su influencia se extendió a terrenos y
actividades no musicales. Los Reyes asistieron a la representación número 68 de
Madrid, fue noticia destacada en la prensa la publicación del libreto, y hasta
se editaron muñecos recortables: Rosina tenía dos trajes, uno de trovador y el
otro elegante y distinguido; se vendían en la célebre Librería Pueyo, Arenal,
6.
La fama desmesurada
de varios de los números llegó a cansar. En Heraldo
de Aragón (26–7–1917), un anónimo comentarista se quejaba en clave de
humor: comenzaba recordando el célebre texto:
Soldado de Nápoles
que vas a la guerra,
para
continuarlo a su modo:
tocando y cantando
se saca la perra.
Agarra los bártulos
y vete a otra parte,
que ya estamos pletóricos
de tanto escucharte.
La Canción era relacionada con la vida
cotidiana; se publicaban chistes y se escribían versos, en clave de humor,
que llegaban a la queja porque no había
más que “canción del olvido” por todas partes, y ya se sabe que lo poco agrada
y lo mucho enfada. De la documentación disponible en la Fundación Juan
March rescatamos algunos testimonios que hoy nos hacen sonreír.
Los libretistas. F. Romero y G. Fernández-Shaw |
En la sección
“La Semana Cómica”,
de Luis Gabaldón, y acompañada por un dibujo del famosísimo Tovar, publicada en
Blanco y Negro, el 28 de abril de
1918 se escribía:
Nuestras más
ilustres fregonas han tomado por su cuenta al “soldado de Nápoles”, y no hay
fogón donde no preste servicio.
Siempre fue muy
fácil la aproximación del soldado al servicio doméstico; pero esta vez el
simpático Pepe Serrano lo ha conseguido con lo pegadizo de su música. Y por
paradójico contraste, La canción del
olvido lleva camino de no olvidarse nunca.
En La Acción (13–4–1918), se pudo leer:
A lo de la
subida del pan no se le puede poner música, dice un colega.
Naturalmente.
No faltaba sino ponernos a cantar, con música de Serrano:
Soldado de Nápoles,
el hambre te acecha;
no comes ya rosca
ni comes libreta.
En una viñeta
de El Mentidero (Abril 1918), el Tío
Sam[1] encabeza una pequeña tropa
de americanos dirigiéndose hacia Europa. El pie dice:
Soldados de Wilson
que vais a la guerra,
quedaos en casa
que os traerá más cuenta.
“Microbio” en
El Parlamentario no resistió la
tentación de aportar su granito de arena.
Silueta del día
¡Soldado
de Nápoles si vas a la guerra!
Mira, soldado
de Nápoles; si, como nos asegura el cantable, vas efectivamente a la guerra,
monta en el primer rápido y sal pitando, porque una cosa es que tu espíritu se
inflame de bélico ardor, y otra que nos hagas víctima del mismo, sin tener en
cuenta nuestra condición de neutrales.
lL compositor. J. Serrano |
Y mira lo que
son las paradojas: A esa cancioncita tuya, con la que nos despierta la churrera,
nos ameniza la menegilda, nos excitan los ciegos filarmónicos y nos arrulla el
vigilante nocturno, la llaman ¡agárrate! La
canción ¡¡del olvido!! ¿Del olvido? Pues hazte un croquis, si llegan a
denominarla recuerdo. ¡Cómo para pedir un pasaporte y emigrar a las islas
Haití! porque por mucha inspiración que destilen las estrofas del maestro
Serrano –y sí que la destilan– no hay derecho a convertirnos la acreditada
trompa de Eustaquio en un disco Odeón, con la susodicha cancioncilla como
impresión única.
“Primorosa
clavellina…”
ataca la
portera apenas asoma Febo por el horizonte, y
“Marinela,
Marinela…”
contestaba ipso facto la cocinera del segundo,
acompañándose con el almirez.
“Soldado de
Nápoles,
si vas a la
guerra”,
chilla,
interviniendo en el concierto la fámula del cuarto, añorando a un quinto, que
sirve en León, y que la balancea los domingos en la Fuente de la Teja.
Y nosotros, con
el tímpano destrozado nos disponemos a dar voces, reclamando la intervención de
los guardias, arrancándonos, sin duda por contagio, con esta estrofa:
“Si muero, no oyéndote,
¡¡¡qué muerte
más buena!!!
Pero quizá la
prueba más clara de la popularidad –y del cansancio– de la “serenata” sea que a
una grave epidemia de gripe que se extendió por España en aquel 1918, se la llamara
“el soldado de Nápoles”; La canción del
olvido se convirtió en una verdadera plaga y se la asoció con la otra
epidemia, la sanitaria. Veamos la noticia que ofrecía El Sol, el 24 de mayo de 1918:
La última
epidemia. La enfermedad de “El soldado de Nápoles”:
Continúa con la
misma intensidad la misteriosa, aunque afortunadamente no grave, enfermedad que
tiene en la cama a gran número de madrileños. Por telegramas recibidos de
provincias parece que la dolencia ha hecho ya su aparición en otras poblaciones.
Algunos
servicios públicos de Madrid se resintieron ayer a causa de las bajas
experimentadas en los encargados de realizarlos. Se da el caso de que entre los
empleados de tranvías hay cerca de 200 atacados.
A algunos
individuos les ataca la enfermedad tan súbitamente que es preciso atenderlos en
la farmacia más próxima.
El carácter
leve de esta epidemia ha hecho que la gente no se alarme. Lejos de ello, la
dolencia ha dado lugar a que el humorismo de los madrileños se manifieste
donosamente: ya le llaman por ahí la epidemia del “soldado de Nápoles”; sabido
es cómo invadió esta canción todas las calles, plazas y cocinas que tiene
Madrid.
En la Dirección
de Seguridad ha habido también muchas bajas, entre ellas el inspector Sr.
Gullón, y en no pocos talleres el trabajo no se realiza como de ordinario, a
causa de la escasez de personal.
“Mefisto”, en
Heraldo de Aragón, de Zaragoza
(28–5–1918) apuntó una nueva letra para la conocida serenata, enlazándola con
la epidemia gripal:
Coplas del día – Cántelas
usted
La “grippe” de moda, graciosamente conocida por el
“Soldado de Nápoles”. Música de “La Canción del Olvido”.
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Coro
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Soldado de Nápoles
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que das tanta guerra,
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en forma epidémica
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tu fiebre me aterra.
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No seas malévolo,
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ni des tanto mal,
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microbio “grippal”
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que en todos te cuelas
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¡bien nos amuelas!
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Barítono
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Soldado de Nápoles
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¡maldita tu suerte!
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tu fiebre fatidica
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presagia la muerte;
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eres antipático
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y causas mi pena;
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quien no fue tu víctima
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¡qué suerte tan buena!
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Coro
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Soldado de Nápoles
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que en moda te has puesto;
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huye de aquí rápido
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pues yo te detesto.
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Tu moda epidémica
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es muy antihigiénica,
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y aquí en Aragón
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tendrá tu infección
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la gran maldición.
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¡Gua… són!
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Hoy, cien
años después de su nacimiento, La canción
del olvido se ha tornado inolvidable para todos, … para todos menos para
los programadores de teatros que no se han acordado de ella en la efemérides.
Que la hubieran recordado habría sido otra canción, pero en estas latitudes
seguimos con el mismo cantar.
José Prieto Marugán
Gracias. Hermoso artículo. Saludos desde Perú.
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