Becqueriana.
Ópera en un acto. Texto de los
hermanos Álvarez Quintero. Música de María Rodrigo. Estreno: Teatro de la
Zarzuela, de Madrid, 9 de abril de 1915.
BECQUERIANA
Versión
de concierto. Reestreno en tiempos modernos
Auditorio
Nacional de Música, de Madrid
28 de
noviembre de 2016, 19.30 h.
Ficha
artística
Ruth
Iniesta, soprano. Alejandro del Cerro, tenor.
Coro de
Voces Blancas María Rodrigo (Dtora: Raquel García Hervás).
Orquesta
del Real Conservatorio Superior de Música de Madrid
Director
musical: José Luis Temes
El
programa se completa con
F. Calés
- Impresiones sinfónicas
M. Rodrigo - La copla intrusa M. Rodrigo - Rimas infantiles Con la colaboración del Centro Nacional de Difusión Musical (CNDM) |
Personajes
e intérpretes del estreno. La Ilusión (Presentación Nadal), La
Pasión (María Teresa Tellaeche), La Ternura (Rafaela Leonís), El Poeta (Ignacio
Genovés) y Una ninfa del bosque (Teresa Saavedra).
Argumento.
Atardecer,
con un cielo teñido de rosa y oro en un
bosque solitario. La brisa juega entre las ramas. Por un sendero aparece la
romántica figura del Poeta, “semejante a la de Manrique, aquel loco perseguidor
de un rayo de luna”[1],
lentamente, abstraído en sus pensamientos a propósito de la tarde que declina.
El rumor de las hojas se convierte en voces y el Poeta canta a la idealizada
mujer que anhela y a la que ofrece la vida y el alma.
Sus palabras estremecen el
bosque y, de improviso, surge ante él la figura de la Pasión, “de hermosura de fuego”,
preguntándole si es a ella a quien busca. La respuesta es negativa. Por el
camino opuesto llega la Ternura, humilde y suave, que inquiere al Poeta si es
ella la buscada. Otra negativa. La Pasión insiste, también la Ternura, y el
Poeta continua rechazándolas, recordando a ambas que conoce las mieles y el
veneno del amor.
Un súbito resplandor ilumina el
bosque y el Poeta encuentra ante sí a la Ilusión. El protagonista la reclama,
pero ella, incorpórea e intangible, huye. El Poeta, alucinado, va hacia ella y
al punto de tocarla, la Ilusión se desvanece en azulada llama, dejando al Poeta
triste y dolorido. Y como si despertara de un sueño, cae sollozando sobre un
tronco.
Comentario.
Que
conozcamos, sólo existen en nuestro inmenso corpus de teatro lírico, dos óperas
relacionadas con la obra de Bécquer, además de la de María Rodrigo. Se trata de
El monte de las ánimas, dos actos de
Luis Núñez Cepeda con música de Eduardo Rodríguez-Losada, estrenada en 1927 en
el Teatro Rosalía de Castro, de La Coruña, y La venta de los gatos, ópera en dos cuadros compuesta por José
Serrano sobre libreto, curiosamente, de los hermanos Álvarez Quintero, que se
dio a conocer en el Teatro Principal de Valencia en 1943.
María Rodrigo, compositora |
La obra de la pianista y
compositora María Rodrigo (Madrid, 1888–Puerto Rico, 1967), escrita en
“Fuenterrabía, agosto, 1913”,
se inspira en la rima “Yo soy ardiente, yo soy morena”, que abre el texto
quinteriano y está presente, también, en el desarrollo de la obra. Es página con
ciertas influencias wagnerianas (nada extraño si se tiene en cuenta que la
autora estudió en Alemania y tuvo como profesores, entre otros, a Ricardo
Strauss), consideradas entonces muy modernas y entre sus fragmentos destacan un
bailable y el soliloquio del Poeta (“Amor es engaño vano”).
La prensa de la época se ocupó
de esta partitura con distintas opiniones, algunas de ellas con cierto aire
condescendiente por ser la compositora mujer y además debutante en lides
teatrales. En La Correspondencia militar se
pudo leer: “Una melodía encantadora, todo poesía y todo
dulzura, cual corresponde al cerebro y al corazón femenino que la dio vida,
desgranaba en la orquesta sus notas que llegaban a nuestros oídos suaves,
tranquilas, acariciadoras”. En El Heraldo
de Madrid dijeron: “La primera damita compositora que hemos visto en escena
fue llamada, no por impulsos de cortesía, sino por dictados de justicia, pues
el mérito de su obra arranca el aplauso”; y reconocieron que “la técnica
amplia, la inspiración y el admirable conocimiento de los elementos
orquestales, la Srta. María Rodrigo fue ovacionada con entusiasmo,
especialmente en el bailable, que se repitió a instancias de todos”. Quien
firmó en Lira española, con el
seudónimo de “Arroyo Claro”, puso en letra de molde su entusiasmo: “La Srta.
Rodrigo, pues, ha empezado con una obra en la que tenía que salvar enormes
dificultades, tal vez sólo asequibles al genio de Wagner, y que salió airosa de
esta enorme prueba lo demostraron los aplausos con que fue premiada al
finalizar el bailable y la representación de Bequeriana”.
Aún disponemos del testimonio de Adolfo Salazar en la Revista Musical Hispanoamericana, escribió:
“La señorita Rodrigo hizo muy
bien presentando una obra ligera; nada más insoportable que las recargadas
obras de los principiantes, temerosos siempre de no parecer suficientemente
complicados. Y además: ¿qué mayor dificultad que mantenerse siempre dentro del
marco impuesto, sin salirse fuera del tiesto? Sencillez dice seguridad de mano
–no confundamos, sin embargo, sencillez con simplicidad–, y la seguridad de
mano y decisión de pensamiento, sentenciaban los viejos preceptistas, es lo que
caracteriza el maestro. Becqueriana, en
cuanto a la sensibilidad que revela, es bien la obra de una mujer. Su ligereza,
digamos fragilidad; su utilidad de mariposa es la contribución a la música del
eterno femenino. Sintiendo estas cualidades, algunos críticos han culpado a la
señorita Rodrigo de afrancesamiento (quieren decir debussismo). ¡Qué concepto de la mujer, de Debussy … y de la música!”.
[1] Recordemos que Manrique de Lara es el protagonista de la
leyenda soriana El rayo de luna, que
Bécqur publicó en El Contemporáneo, en
junio de 1862.
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