El Comendador y Casilda (Foto: Javier del Real) |
La villana. (Zarzuela en tres actos. Texto de Federico Romero y Guillermo
Fernández-Shaw. Música de Amadeo Vives. N. Beller Carbone. A. Ódena. J. de
León. R. Muñiz. Directora de escena: Natalia Menéndez. Escenografía: Nicolás
Boni. Vestuario: María Araujo. Coro titular del Teatro de la Zarzuela. Orquesta
de la Comunidad de Madrid. Director musical: Miguel Ángel Gómez Martínez.
Teatro de la Zarzuela, 2 de febrero de 2017.
Si me permiten el juego de palabras, La villana es una obra soberana, una de
las grandes del repertorio. Es mucha su música, y de calidad indiscutible. La
parte vocal, muy exigente y dotada de una unidad no demasiado frecuente; no contiene
pirotecnias ni romanzas de bravura, aunque para salir airoso de esta partitura
hay que cantar y mucho. La orquesta no se limita a doblar la melodía del
cantante, ni a subrayar armónicamente romanzas o dúos, tiene su propia
personalidad, construida a base de colores, del juego de timbres de una rica
instrumentación, de segundas melodías, de contrapuntos. Hace falta apostar
fuerte para montar esta zarzuela cuyo valor se reconoce, pero que no tiene la
popularidad que merece, porque no se programa. Conste que el Teatro de la
Zarzuela, ha cubierto esta apuesta con decisión y hasta con valentía.
Hemos tenido ocasión de escuchar una excelente
interpretación tanto de los solistas, como de las segundas partes. Nicola
Beller Carbone, soprano alemana educada en España, hizo una Casilda excelente
por voz y dicción con momentos especialmente destacables como la famosa romanza
de la capa (“La capa de paño pardo”) o la “plegaria” del tercer acto. Ángel
Ódena, barítono tarraconense, de probado prestigio dio vida a un Peribáñez
poderoso y seguro, con presencia y prestancia; fue aplaudido en sus romanzas.
El tinerfeño Jorge de León, tenor, fue Don Fadrique, el comendador; voz
brillante y lírica, de timbre redondo destacó en su intervención solista en el
primer acto (“Tus ojos me miraron”). A ellos hay que sumar la colaboración del
bajo burgalés Rubén Amoretti, en el importante papel de David, el judío y en el
de menos importancia del Rey. Todos ellos, además, hicieron frente a los dúos,
nada menos que siete, de todos con todos. Un esfuerzo, como decíamos,
importantísimo.
El coro en lo vocal demostró su muy buena
preparación, como es habitual. Denso y redondo, sin estridencias, aun en los
momentos más comprometidos.
La orquesta merece comentario especial. En el
podio, el granadino Miguel Ángel Gómez Martínez, habitual ya de este teatro –lo
que es muy de agradecer– supo extraer colores y timbres, dinámicas, equilibrios
con la escena. Siempre atento a los detalles y a la concertación puso de
manifiesto la densidad del trabajo instrumental del músico catalán.
La escasa intervención del ballet, en la “Jota
castellana” del tercer acto, me resultó demasiado estilizada, quizá para
señalar el carácter castellano y no aragonés, bailada, además en un espacio que
se me antojaba pequeño. En favor de la coreografía de Mónica Runde he de añadir
que huyó del folclorismo tradicional que solemos ver.
Peribáñez es nombrado caballero. (Foto: Javier del Real) |
La escenografía simple, dos grandes muros y una
empalizada que señalan los espacios abiertos o los interiores de la casa de
Peribáñez. La división del escenario con una línea de espigas creo que
dificultaba el deambular de la masa coral. El movimiento de actores diría que
fue académico y la separación de escenas, demasiado rápida. La obra es larga,
pero unos segundos de silencio entre cuadros servirían para que el espectador cambiase, sin
sobresaltos, de actitud receptora. Un detalle que no me satisfizo fue que
durante la interpretación de sendos números musicales, se movieran los muros de
la escena, con algún pequeño ruido.
En resumen, ha sido un acierto programar La villana, zarzuela importantísima, que no ha recibido la
promoción que merece. Valoren ustedes estos datos: En el Teatro de la Zarzuela,
se ha ofrecido en tres ocasiones: en los años 1927 (el de su estreno) y 1928, se
hizo 82 veces; en 1984, veintiocho funciones, y este 2017, trece representaciones.
Les doy las cuentas hechas: entre el estreno y la primera reposición,
transcurrieron 57 años; entre la esta la
de ahora, 33 años. ¿Cuánto tendremos (o tendrán) que esperar para volver a
verla?. Cada vez echo más de menos un
DVD, porque La villana de Romero,
Fernández-Shaw y Vives, hay que verla más de una vez para disfrutas de todos y
cada uno de sus detalles.
Vidal Hernando.
No hay comentarios:
Publicar un comentario