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jueves, 18 de julio de 2013

TELEVISIÓN INTERACTIVA



 
Pensamientos de un barbero.
 
Desde que mi señora madre, que Dios haya, me trajo a este mundo  (alguno le llaman “valle de lágrimas”, seguramente por sus inconfesadas predisposiciones a la melancolía y una permanente fijación por lo depresivo) son muchas  las cosas que he visto. Unas las he entendido, otras me las han explicado (lo que no quiere decir que haya llegado a su comprensión) y alguna ha mostrado estar fuera de mi alcance intelectual.

No sé, por otra parte, lo que me quedará por ver en esta civilización que avanza a tanta velocidad, en todos los órdenes del conocimiento humano. Pero hay algo que nunca veré, aunque viva más años que Matusalén, el bíblico patriarca auqe alcanzó la bonita cifra de 969 años; me estoy refiriendo a la televisión interactiva.

Puedo imaginar la expresión de sorpresa, especialmente de aquellos que tienen en su casa uno de esos modernos aparatos, plagado de conectores, de nombre tan familiares como incomprensibles: USB, HDMI, LED, …, a los que llaman “plasma”, denominación bastante apropiada, pues para muchos la tele es como la sangre.

Pero no, la televisión interactiva no la conoceré,  por una simple razón: a ninguno de los que la manejan le interesa, porque la interacción es que la comunicación se produzca en ambos sentidos.  

No se trata de que nos ponga algún artilugio para que podamos enviar un mensaje conciso de entre varios preestablecidos. Esto no es interactividad, sino una forma subliminal de control, dirigida y hasta manipulada.

No, la interacción a la que me refiero es la que cubra todo el espectro, la que vaya tanto en un sentido como en el otro. Aquella por la que se pueda desmentir a quien, desde la pantalla, trata de engañarnos; aquella por la que el espectador pueda contestar a quienes buscan convencernos con fasos o interesados argumentos.

Interacción es que quien nos trata como subnormales e ignorantes, puede darse cuenta, a vuelta de correo, de que no lo somos,. Aquella por la que pudiera contrarrestarse la información tendenciosa,; aquella por la que pudiéramos exigir datos y no opiniones, casi siempre interesadas.

Una televisión de esta naturaleza no la veré nunca.

Fíjese el lector que no pido lo que para algunos podría ser una justa correspondencia. Es decir, ofender a quienes me ofenden, molestar a los que me molestan, insultar a quienes me insultan. Esto último ya lo hago algunas veces en el ámbito de mi privacidad doméstica, aunque lo único que consigo es que mis familiares me digan: ¡estás tonto! ¡Mira que hablarle a una máquina!.
 
Lamparilla

(Todo esto es consecuencia de que no sólo de zarzuelerías vive el hombre).

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