Seb.
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Buenos días, Don Hilarión. Ya tenía ganas de encontrarme
con usted porque tengo que consultarle algo.
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Hil.
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Buenos días, Don Sebastián. Usted dirá, ¿qué le preocupa?
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Seb.
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¿Conoce usted a Don Santiago Ramón y Cajal? Mejor dicho,
¿tiene usted alguna amistad con él?, porque conocerlo lo conoce todo el
mundo.
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Hil,
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¿Y por qué me pregunta usted si soy amigo de Ramón y
Cajal?
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Seb.
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Como siempre se refiere usted a él, de tú.
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Hil.
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Verá usted. Le llamo de tú de manera coloquial, lo mismo que
llamo de tú a Ortega y Gasset o a Menéndez Pidal; y conocerle, lo que se dice
conocerle, pues no, mire usted. Él es un gran neurólogo, un médico ilustre,
un investigador de prestigio … ¡Figúrese! ¡Le han dado el Premio Nobel! ¡Con
la rabia y la envidia que nos tienen los extranjeros!
Pero, ¿a qué viene su pregunta?
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Seb.
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Se lo diré. Usted sabe que soy un simple tendero y como me
han dicho que Don Santiago es una eminencia, pensé: ”Si yo pudiera
preguntarle”.
Enseguida me acordé de que es médico y como usted es
farmacéutico, me dije: ¡Ya está! Primos hermanos: Don Hilarión tiene que
conocerlo.
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Hil,
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Pues ya le digo. Pero déjese de circunloquios, que da
usted mas curvas que las Siete Revueltas de Navacerrada. ¿Qué necesita de
Ramón y Cajal?
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Seb.
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Mire usted. He estado viendo con toda atención la nueva
temporada que anuncia el Teatro de la Zarzuela para determinar qué espectáculos me
interesaban, con idea de sacar un abono, como hago todos los años.
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Hil.
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Muy bien. Yo he de hacer lo mismo, pero todavía no me ha
dado tiempo. ¡Hay tanta gripe estival este año y tanta alergia, que no doy
abasto a preparar anticatarrales y antitusígenos.
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Seb.
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(Y a llenarse los bolsillos de paso.)
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Hil,
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¿Cómo dice?
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Seb.
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No, nada. Que sí, que este año anda medio mundo tosiendo y
el otro medio estornudando.
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Hil.
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Decía usted lo del abono ¿Y qué ocurre?
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Seb.
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¡Que hay que ser una eminencia para enterarse! ¡Un cerebro
privilegiado! ¡Por eso pensé en Don Santiago!
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Hil,
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Bueno, bueno. Permítame que le ayude. Yo no soy Don
Santiago, pero sí conozco el método científico. Verá usted cómo siguiéndolo
paso a paso, llegamos a la solución. Veamos, en primer lugar, las premisas
esenciales, los datos de origen. Hablamos de abonos líricos.
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Seb.
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Efectivamente.
Sepa usted que habrá representaciones y zarzuela en
versión de concierto, o sea sin escena. Hay más espectáculos, pero hemos
dicho que nos quedamos con las zarzuelas y óperas.
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Hil.
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Eso es.
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Seb.
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La temporada empieza con dos conciertos de La tempranica que no entran en los
abonos.
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Hil,
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¿Y eso? ¿Es que La
tempranica no es una zarzuela?
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Seb.
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¡Claro que lo es!, Pero no entra. Para nuestro estudio, el
tema es como una regla de tres simple.
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Hil.
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No le entiendo. ¿Una regla de tres simple?
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Seb.
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Sí, señor. La regla de las tres palabras: “Esto es así”,
“lo digo yo”, “órdenes de arriba” … tres palabras. Y “simple” porque la cosa
es muy sencilla: o lo tomas o lo dejas. Total que “regla de tres simple”,
viene a decir, traducido: ¡No hay mas!
¡Punto!
Pero déjeme que siga.
Luego hay cuatro representaciones completas, con sus
cantantes, su orquesta, su coro, su escenografía, sus trajes y sus luces;
tres zarzuelas en versión de concierto y dos representaciones de ópera.
Hay, también, dos representaciones para niños que no
entran en ningún abono, aunque en el calendario parece que sí.
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Hil.
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Hombre. Considerando cómo está la cosa, parece una
programación interesante y eso que a mi, ya lo sabe usted, lo de versión de
concierto … Pero, … del mal el menos.
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Seb.
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Continúo, si me lo permite.
Las tres zarzuelas en versión de concierto son Catalina, El dominó azul y El diablo en el poder, tres obras muy
interesante pero muy desconocidas.
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Hil,
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Tiene usted razón, don Sebastián. Esas no hay que
perdérselas.
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Seb.
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En las representaciones se va a reponer La del manojo de rosas, que nos la
sabemos de memoria.
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Hil.
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Eso será por la crisis, digo yo. Siempre es más barato
repetir que hacer una producción nueva.
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Seb.
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Lo supongo. Pero, ¡otra vez el Joaquín y la Ascensión, el Capó y la Clarita! Pero de cara a
la ecuación de los abonos, hay que aplicarle lo de la regla de tres simple.
Se estrenará una nueva producción de Curro Vargas, obra muy atractiva;; un programa doble formado por Blas el payaso, de Sorozábal y la
ópera I pagliacci, de Leoncavallo; y otro doble que ofrecerá Los amores de la Inés, de don Manuel de
Falla y, agárrese los machos, La
verbena de la Paloma.
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Hil.
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¡Qué me dice! ¿Otra vez usted y yo en las tablas?
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Seb.
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No sé si en las tablas o en el burladero, porque como es
nueva producción ¡vaya usted a saber! Con el caldillo que hay en el país, lo
mismo le transfieren a usted de la botica al departamento contable de un
partido político. Lo digo por lo de los mejunjes..
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Hil,
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¡Don Sebastián!
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Seb.
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Por último, déjeme que termine, un espectáculo del que
nada sé, pero que titulan De lo humano
… a lo divino (Anatomía de las pasiones), de un compositor
“decimoséptimo” llamado Juan Hidalgo.
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Hil.
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¿Cómo “decimoséptimo”?
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Seb.
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Claro, si a uno del siglo XIX lo llamamos “decimonónico”,
a uno del XVII, “decimoséptimo”. ¿O no?
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Hil.
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¿De lo humano … a lo
divino?. Música barroca, sin duda,
pero ¿cómo lo harán? Habrá que verlo. ¡Mientras no resulte “entre Pinto y
Valdemoro”.
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Seb.
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Bien. Para toda esta variada programación el Teatro de la
zarzuela ofrece nada menos que doce posibilidades de abono, con distintas
funciones. Cáselas usted con las fechas que ofertan y valórelas con las
distintas opciones de precio, según sea usted, o no, mayor de 65 años, o
menor de 30, o familia numerosa. Vea si puede constituir un grupo (50
personas mínimo) o si le interesa más aprovechar el “día del espectador” y
dígame si no le vendría bien la ayuda de Don Ramón y Cajal.
¡Ah! No hay ningún abono que recoja todos los espectáculos
líricos.
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Hil,
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¿Ramón y Cajal? Mucho mejor Leonardo.
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Seb.
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¿Qué Leonardo? ¿El protagonista de La bruja?
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Hil.
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¡Qué Bruja ni
qué gaitas! ¡De Don Leonardo Torres Quevedo!
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Seb.
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¿El gran matemático, precursor del cálculo automático y,
en consecuencia, de los modernos ordenadores? ¿El que inventó una máquina que
jugaba al ajedrez?
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Hil.
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¡El mismo que viste y calza! ¡Un genio de los números!
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Seb.
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Pero, dígame, ¿gDon Leonardo, ¿vive todavía?
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Hil.
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¡Y yo qué sé! Pero si no vive hay que resucitarlo. Nuestro
país no puede estar ni un minuto más, sin mentes privilegiadas como la suya,
capaz de averiguar qué abono de la
Zaruela es el más interesante y recomendable, considerando
las opciones de obras elegidas y la relación calidad-precio.
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