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miércoles, 17 de julio de 2013

ZARZUELAS VERANIEGAS - LOS AFICIONADOS




Seb.
¿Y qué me dice usted de los grupos de aficionados?

Hil.
Supongo que se refiere usted a los aficionados que hacen zarzuela, no a los aficionados a escucharla. Pues, ¿qué quiere que le diga? Que hay de todo, como en botica.

Seb.
¡Hombre! … eso de en botica, viniendo de usted …

Hil,

Comprenderá, amigo mío, que soy el más indicado para utilizar una frase tan popular.

Seb.
Por supuesto, Don Hilarión. No seré yo quien ponga en duda su autoridad en ese terreno, pero claro, de haber sido usted cura, podría haber dicho… “De todo hay en la viña del Señor”… 


Hil.
Bueno, bueno. Creo que no se trata de saber si hay más cosas en la botica o en la viña. Lo que quiero decir es que entre esos grupos, los hay buenos, malos, regulares, semitorpes, mediolelos, …

Seb.
Pare, pare … no se acelere. No se acalore, no vaya a subirle la temperatura de las neuronas y tengamos un disgusto. Échese usted un traguito de zarzaparrilla al coleto y hablemos tranquilamente.

Hil,
Es que cuando se tocan ciertos temas, me enciendo.

Seb.
Claro; si se le recalienta la sesera, puede terminar en incendio declarao.

Hil.
De acuerdo, de acuerdo. Mire usted, en esto de los aficionados, hay mucha tela que cortar.

Seb.
De telas y cortes, no me hable. Eso es lo mío. Y aunque no soy chismoso ni cotilla, bien sabe usted que me paso el día cortando trajes y vestidos.

Hil,
Me quiero referir a que el tema es abordable desde distintos puntos de vista. Por ejemplo. el nombre. ¿Se ha dado usted cuenta de que la mayoría se llaman “amigos” de la zarzuela?

Seb.
¡Hombre, no querrá usted que se declaren enemigos!

Hil.
No, desde luego que no, pero …

Seb.
El nombre no tiene mayor importancia; de alguna manera hay que llamarse y en la “amistad” caben los más grandes sentimientos: cariño, amor, respeto, admiración…

No me negará usted que, en el fondo, estos conceptos son la base de la existencia de esos grupos.

Hil,
Sí, si. No lo niego. Pero no olvide usted, querido amigo, que estos grupos también buscan una manera de entretenerse y divertirse.

Seb.
Claro. Y también tratan de difundir la zarzuela entre sus vecinos. Si no fuera por ellos, en muchos lugares de España no se escucharía ni una nota de zarzuela. Piénselo usted y estará conmigo en que todos estos intereses son perfectamente compatibles.

Hil.
Pues .. Sí, la verdad es que sí.

Seb.
Y, además, suelen ser grupos sin ánimo de lucro. Es decir, no le cuestan un céntimo al erario. Aunque, es verdad que, en algún caso, reciben algún apoyo en especie (les dejan el teatro, la utilería, las partituras, …), el noventa y nueve por cien de los gastos proceden de sus propias cuotas o son pagados a escote.

Hil,
¡Eso sí me parece bien! ¿Qué digo bien? ¡Excelente! Cada día estoy más harto de que todo en este país tenga que ser subvencionado: el cine, el teatro, el fútbol, los miles y miles de oenegés, asociaciones benéficas, grupos de ayuda, sindicatos, partidos, empresas, empresarios, libros, periódicos, …

Seb.
No siga usted por ahí. Si le parece, podemos tratar el tema otro día, pero hoy, presione usted la sinhueso entre los maxilares… vamos, muérdase usted la lengua, y volvamos a los grupos de aficionados a la zarzuela. ¿Qué opina usted de sus interpretaciones?

Hil.
Ahí sí que hay de todo. Como en botica, como en la viña, … como en las subvenciones. He tenido ocasión de asistir a alguna y he visto cada cosa …

Mire usted, para subirse a un escenario hace falta aprenderse el papel, saber decirlo, gesticular con normalidad y sin artificiosos aspavientos. Pero, sobre todo, hace falta superar  la timidez. Pero una cosa es vencer el miedo y otra muy distinta, aniquilarlo con irresponsable desvergüenza.

Y si hablamos de canto… Cuando uno pretende cantar en público, debe tener un mínimo de musicalidad, ir con la orquesta o el piano, y no por su cuenta, debe ser capaz de llegar a los agudos… Si usted no puede coon la “espada triunfadora”, cántele a un cuchillo de cocina. Cante con tranquilidad, deje que la música le ayude y le lleve.

Seb.
Le encuentro muy exigente.

Hil.
No lo crea, Don Sebastián. En absoluto. Mire, si usted es un miembro del coro, no dé codazos al de al lado para que se le vea; hable usted con normalidad, no grite para que se le oiga más que al otro.

Si es usted músico, apóyese en la orquesta; ella le ayudará, porque si se le enfrenta … perderá.

Seb.
Bueno, bueno, Don Hilarión. Los aficionados no siempre son así.

Hil,
¡Claro que no! Debo decirle, en honor a la verdad, que he visto funciones de aficionados muy dignas, presentada con mucho gusto, con seriedad y con muy buenos resultados.

He escuchado en alguna ocasión, voces excelentes; cantantes de muy buen nivel; actores que bien podrían ser profesionales.

Por supuesto, no olvido que muchos de los nombres importantes de la zarzuela, nacieron en pequeños grupos de aficionados.
 
Seb.
Entonces, ¿está usted de acuerdo conmigo en que los aficionados cumplen un importante labor?

Hil.
Sí, sí.  Claro que sí. No hace falta que me apriete mucho para que diga que cumplen una labor social y artística …

Seb.
Pero, Don Hilarión, sus críticas son muy duras.

Hil.
No se equivoque amigo. Cierto es que me confieso exigente, pero no vea usted en ese comportamiento intransigencia o desprecio. No. Lo que busco y pretendo es estimular a esas gentes que tanto se esfuerzan, para que corrijan errores y defectos y mejoren. En el fondo, los aficionados son un potencial enorme que la zarzuela no puede permitirse el lujo de perder.  Son ellos quienes mantienen encendida la llama de nuestro género lírico en este tiempo en que los conjuntos nacionales no salen de la capital, donde los grupos de la autonomía tal no pueden trabajar en la autonomía cual, donde los medios de comunicación están “comunicando” para la zarzuela.

Seb.
Me sorprende usted, Don Hilarión. No esperaba una defensa tan clara.

Hil,
Mire usted, querido amigo. En el fondo, lo que pretendo con mis críticas aceradas, con mis exigencias, es comportarme como ese buen maestro que, sabedor del potencial de un buen alumno, le estimula y le exige para que aprenda más.

Para conseguir una meta sólo hay un camino: el esfuerzo. Y el que no transite por esa senda, será un mediocre; puede que con dinero, poder o influencia, pero mediocre.


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