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miércoles, 7 de agosto de 2013

JURAR O PROMETER EL CARGO





Pensamientos de un barbero.

-         ¿Juráis o prometéis, por vuestra conciencia y honor, cumplir fielmente las obligaciones del cargo?

Esta, u otra fórmula parecida, es la que se usa para tomar posesión de un cargo. Pero, ¿por qué jurar o prometer? ¿No suponen ambas opciones, el compromiso público de cumplir unas normas y obligaciones? ¿Por qué los “laicos” prometen en vez de jurar? ¿Cómo se puede prometer o jurar por una patria en la que no se cree? ¿Cómo se lo aceptamos a estos individuos?

No me diga usted, amigo que me lee y quizá comparte mis pensamientos, que el tema no tiene enjundia.

Tengo en un anaquel de mi establecimiento unos pocos libros para entretener el tiempo, mientras espero a un cliente y no me apetece filosofar, ni fisgar desde la puerta cómo van y vienen las gentes por la calle. Entre esos libros figura un Diccionario, y a él recurro en cuanta ocasión se me ocurre. Suele servirme de gran ayuda.


Para los redactores de tan docto volumen no es lo mismo jurar que prometer, aunque la práctica diaria de nuestro tiempo ha igualado las dos acciones, de manera que las consideramos equivalentes: da igual jurar que prometer. Sin embargo, para mí, prometer es como más descafeinado, pero ya se sabe que soy un rapabarbas a la antigua y vivo de mi barbería, y no conviene que me meta en sutilezas ni especulaciones teóricas de cierto nivel intelectual. Lo mío es rapar barbas, y punto.

Pero avancemos un poco en el tiempo, dejando incluso a un lado las grandiosas y exageradas ceremonias de este tipo que, sin duda, ofrecen curiosidades a cualquier mente inquieta y vayamos, por así decirlo, al final de este proceso.

Ya ha jurado o prometido el cargo el interfecto; ha pasado el tiempo prescrito por la cortesía; se ha disfrutado – eso siempre –  de los privilegios y ventajas que conlleva el cargo y llega el momento de hacer balance.

¿Ha cumplido el personaje? Si la respuesta es afirmativa, ¿hay que premiarle, cuando no ha hecho más que lo que dijo y lo que tenía que hacer?

Pero, si el individuo no ha cumplido, debería ser censurado, corregido, castigado, pero ¿ocurre en la vida real?  Casi nunca. Muchas veces, lo contrario: damos honores, medallas, cargos y prebendas a quien se ha comportado con negligencia, a quien ha sido cegado por la soberbia, a quien ha despreciado a los que no pensaban como él. Damos premios, cargos o prebendas a quienes nos han engañado, a quienes nos han llevado a la ruina, a quienes nos han puesto en ridículo.

¿De que nos sirve entonces tanta parafernalia de juramentos o promesas?
Lamparilla

(Todo esto es consecuencia de que no sólo de zarzuelerías vive el hombre).

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