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jueves, 10 de octubre de 2013

CUENCA: RENACE LA ZARZUELA



Seb.










¡Buenos días, Don Hilarión! ¿Qué tal su fin de semana?

Hil.
Muy bien. Se lo podría cantar remedando aquello de El niño judío: De Cuenca vengo …

Seb.
¡No me diga que ha estado usted en Cuenca, en lo de la zarzuela!


Hil.
Sí, señor. Con eso de que está a una horita, picó usted mi curiosidad. Así que me dije, allá que voy. Eso sí, de incógnito, ya sabe usted que no me gusta llamar la atención.


¡Oiga, qué barbaridad eso del AVE! ¡Eso es un medio de transporte! ¡No se nota nada, ni ruido, ni traqueteo, ni carbonilla… y ¡qué velocidad! Si cuando lo de la Susana tengo a mano una cosa como ésta, ¡a buenas horas alquilo yo aquel simón! Porque, mire usted, a trescientos kilómetros por hora, podría haber pasado delante de las narices del impertinente ese, sin que se diera ni cuenta.

Seb.
Ya, ya. Pero hábleme usted de lo que interesa, de la zarzuela.

Hil.
De la zarzuela … Bien. Ahí va. Acomódese en el asiento y apriétese los machos, porque la noticia es de las de padre y muy señor mío.  No lo va usted a creer, pero …

Seb.
¡Dígame ya lo que sea! ¡Me tiene usted en ascuas!

Hil.
Bien, bien. Usted sabe que en todas partes cuecen habas, y que donde menos se espera salta la liebre…

Seb.
¡Déjese de refranes, Don Hilarión¡ ¡Hable usted de una vez!

Hil.
Bueno, bueno; no se impaciente . Lo que ha ocurrido es que ¡Ha nacido la zarzuela moderna! ¡¡La zarzuela de nuestro tiempo!!  ¡¡¡En Cuenca!!!


Seb.
¿Qué me dice?

Hil.
¡Lo que oye!. ¡Ha sido una cosa …. increíble!

Seb.
Pero, bueno ¿qué ha ocurrido? ¿cómo ha sido? ¡Déme usted detalles!

Hil.
Verá. Después de todas las sesiones académicas, y de los coloquios, densos aunque muy interesantes, la clausura, que todos esperábamos como la cosa habitual y rutinaria del agradecimientos de los organizadores a los asistentes y aplausos de los asistentes a los organizadores, no fue así. Empezó de una manera rimbombante, engolada y pomposa, pero de pronto se convirtió en una verdadera zarzuela cuya base era la biografía del maestro Guerrero.

Aquello ha sido un espectáculo brillante, rápido, ingenioso, dinámico, con carácter, con cinco personajes entregados, con guiños teatrales sorprendentes, con momentos de gran comicidad.

¡Mire usted! ¡Hace años que no me reía tanto! Bueno, yo y todos los que allí estábamos.

Un momento del espectáculo

Seb.

La música de Guerrero, supongo.

Hil.
Sí, sí, claro. Tres números musicales magníficamente cantados por una guapa soprano (hay que ver lo que ha mejorado la zarzuela en esto de las sopranos) acompañada por un pianista no demasiado entusiasta.

Los “papeles hablados”, eran tres. Una “directora de teatro”, egocéntrica y exigente, dura, muy crítica con el trabajo de sus colaboradores y con cierta inquina hacia la cantante; un primer actor intentando mostrar sus cualidades, como un divo, un ayudante de dirección tímido y apocado, insulso…

Seb.
¿Y el texto? ¿Quién ha escrito esto que tanto le ha entusiasmado?

Hil.
No lo sé. Lo pregunté y me contestaron que había sido cosa de todos ellos, aunque de alguno más que de otro. Ya lo averiguaré. Ayer, después de esta zarzuela había un vino y, claro, no era momento para investigaciones ni musicologías.

Lo que sí me pareció es que estos muchachos, decidieron tomar el toro por los cuernos, y cerrar las Jornadas de Zarzuela en Cuenca con una demostración de lo que hoy puede hacerse para dar nueva vida al género. Buscaron el camino directo y recordando al filósofo Descartes, revelaron que el movimiento se demuestra andando. Y con su espectáculo cerraron las Jornadas de la mejor manera. Detrás de las risas y las carcajadas, que fueron muchas, me pareció ver un nuevo renacimiento de la zarzuela, porque aquello ha sido una auténtica obra de género chico.

Seb.
Le veo muy entusiasmado, pero eso del movimiento andando no lo dijo Descartes, sino un filósofo de la antigua Grecia; sospecho que los únicos descartes que usted conoce, son los del mus.

Hil.
¡Bueno, ¿y que?! Al fin y al cabo, el mus es una filosofía. ¿O no?

Seb.
Me da envidia. ¿Usted cree que este espectáculo podrá verlo más gente?

Hil.
No lo sé. Yo se lo propuse a quien puede conseguirlo. Está bien disfrutar del repertorio de siempre, de los clásicos del género; bienvenidas, desde luego, las recuperaciones y los rescates … pero lo que vimos allí es la esencia misma del género, de un modelo que nunca pasará de moda mientras seamos capaces de reír.

Si don Jacinto hubiera escuchado ese relato de su vida, hubiera bajado al ruedo sin dudarlo. ¡Él, capaz de ponerse delante de cualquier morlaco que la vida le plantara enfrente y darle media docena de capotazos!

A mí me pareció un modelo de entretenimiento. Es un camino nuevo; sería una pena no transitarlo.

Seb.
Bueno, y del resto de sesiones de las jornadas, ¿qué me dice?.

Hil.
Pues, mire usted, mejor de lo que esperaba. Se han dicho y oído cosas muy interesantes, se han  puesto problemas sobre la mesa, manifestado distintos puntos de vista sobre la zarzuela; se ha podido comprobar cómo la pervivencia del género es un problema de todos y, lo que es más importante: se han sugerido soluciones que, si se trabaja sobre ellas con seriedad, pueden materializarse. No se pretenden utopías y esto es muy importante.

Seb.
¿Y de dinero? ¿Se ha hablado de dinero?

Hil.
La verdad es que no mucho. Claro que se ha denunciado, y lamentado, la disminución y desaparición de ayudas, la subida del IVA, la reducción del taquillaje, … Pero, vamos… no se ha llorado demasiado.

Seb.
No me extraña. Como no hay un duro, ese es un tema de conversación … corto.

Y dígame, ¿habrá mas jornadas en el futuro? ¿O será como aquello de debut, homenaje y despedida… en la misma función?

Hil.
Pues, verá usted. Parece que los organizadores tienen intención de continuar, pero claro, dependerá de sus posibilidades. O sea, que el tiempo lo dirá…

Seb.
Si lo dice el tiempo … Pero como lo digan los hombres del tiempo… Eso es otro cantar.

Hil.
Tiene razón, Don Sebastián, tiene muchísima razón. Entre los políticos y los hombres del tiempo no sabe uno si sacar el sombrero o el paraguas.

Seb.
Lo que está claro es que hay que cubrirse la cabeza, porque, con la que está cayendo …









































































Seb.
¡Buenos días, Don Hilarión! ¿Qué tal su fin de semana?

Hil.
Muy bien. Se lo podría cantar remedando aquello de El niño judío: De Cuenca vengo …

Seb.
¡No me diga que ha estado usted en Cuenca, en lo de la zarzuela!

Hil.
Sí, señor. Con eso de que está a una horita, picó usted mi curiosidad. Así que me dije, allá que voy. Eso sí, de incógnito, ya sabe usted que no me gusta llamar la atención.

¡Oiga, qué barbaridad eso del AVE! ¡Eso es un medio de transporte! ¡No se nota nada, ni ruido, ni traqueteo, ni carbonilla… y ¡qué velocidad! Si cuando lo de la Susana tengo a mano una cosa como ésta, ¡a buenas horas alquilo yo aquel simón! Porque, mire usted, a trescientos kilómetros por hora, podría haber pasado delante de las narices del impertinente ese, sin que se diera ni cuenta.

Seb.
Ya, ya. Pero hábleme usted de lo que interesa, de la zarzuela.

Hil.
De la zarzuela … Bien. Ahí va. Acomódese en el asiento y apriétese los machos, porque la noticia es de las de padre y muy señor mío.  No lo va usted a creer, pero …

Seb.
¡Dígame ya lo que sea! ¡Me tiene usted en ascuas!

Hil.
Bien, bien. Usted sabe que en todas partes cuecen habas, y que donde menos se espera salta la liebre…

Seb.
¡Déjese de refranes, Don Hilarión¡ ¡Hable usted de una vez!

Hil.
Bueno, bueno; no se impaciente . Lo que ha ocurrido es que ¡Ha nacido la zarzuela moderna! ¡¡La zarzuela de nuestro tiempo!!  ¡¡¡En Cuenca!!!

Seb.
¿Qué me dice?

Hil.
¡Lo que oye!. ¡Ha sido una cosa …. increíble!

Seb.
Pero, bueno ¿qué ha ocurrido? ¿cómo ha sido? ¡Déme usted detalles!

Hil.
Verá. Después de todas las sesiones académicas, y de los coloquios, densos aunque muy interesantes, la clausura, que todos esperábamos como la cosa habitual y rutinaria del agradecimientos de los organizadores a los asistentes y aplausos de los asistentes a los organizadores, no fue así. Empezó de una manera rimbombante, engolada y pomposa, pero de pronto se convirtió en una verdadera zarzuela cuya base era la biografía del maestro Guerrero.

Aquello ha sido un espectáculo brillante, rápido, ingenioso, dinámico, con carácter, con cinco personajes entregados, con guiños teatrales sorprendentes, con momentos de gran comicidad.

¡Mire usted! ¡Hace años que no me reía tanto! Bueno, yo y todos los que allí estábamos.

Seb.
La música de Guerrero, supongo.

Hil.
Sí, sí, claro. Tres números musicales magníficamente cantados por una guapa soprano (hay que ver lo que ha mejorado la zarzuela en esto de las sopranos) acompañada por un pianista no demasiado entusiasta.

Los “papeles hablados”, eran tres. Una “directora de teatro”, egocéntrica y exigente, dura, muy crítica con el trabajo de sus colaboradores y con cierta inquina hacia la cantante; un primer actor intentando mostrar sus cualidades, como un divo, un ayudante de dirección tímido y apocado, insulso…

Seb.
¿Y el texto? ¿Quién ha escrito esto que tanto le ha entusiasmado?

Hil.
No lo sé. Lo pregunté y me contestaron que había sido cosa de todos ellos, aunque de alguno más que de otro. Ya lo averiguaré. Ayer, después de esta zarzuela había un vino y, claro, no era momento para investigaciones ni musicologías.

Lo que sí me pareció es que estos muchachos, decidieron tomar el toro por los cuernos, y cerrar las Jornadas de Zarzuela en Cuenca con una demostración de lo que hoy puede hacerse para dar nueva vida al género. Buscaron el camino directo y recordando al filósofo Descartes, revelaron que el movimiento se demuestra andando. Y con su espectáculo cerraron las Jornadas de la mejor manera. Detrás de las risas y las carcajadas, que fueron muchas, me pareció ver un nuevo renacimiento de la zarzuela, porque aquello ha sido una auténtica obra de género chico.

Seb.
Le veo muy entusiasmado, pero eso del movimiento andando no lo dijo Descartes, sino un filósofo de la antigua Grecia; sospecho que los únicos descartes que usted conoce, son los del mus.

Hil.
¡Bueno, ¿y que?! Al fin y al cabo, el mus es una filosofía. ¿O no?

Seb.
Me da envidia. ¿Usted cree que este espectáculo podrá verlo más gente?

Hil.
No lo sé. Yo se lo propuse a quien puede conseguirlo. Está bien disfrutar del repertorio de siempre, de los clásicos del género; bienvenidas, desde luego, las recuperaciones y los rescates … pero lo que vimos allí es la esencia misma del género, de un modelo que nunca pasará de moda mientras seamos capaces de reír.

Si don Jacinto hubiera escuchado ese relato de su vida, hubiera bajado al ruedo sin dudarlo. ¡Él, capaz de ponerse delante de cualquier morlaco que la vida le plantara enfrente y darle media docena de capotazos!

A mí me pareció un modelo de entretenimiento. Es un camino nuevo; sería una pena no transitarlo.

Seb.
Bueno, y del resto de sesiones de las jornadas, ¿qué me dice?.

Hil.
Pues, mire usted, mejor de lo que esperaba. Se han dicho y oído cosas muy interesantes, se han  puesto problemas sobre la mesa, manifestado distintos puntos de vista sobre la zarzuela; se ha podido comprobar cómo la pervivencia del género es un problema de todos y, lo que es más importante: se han sugerido soluciones que, si se trabaja sobre ellas con seriedad, pueden materializarse. No se pretenden utopías y esto es muy importante.

Seb.
¿Y de dinero? ¿Se ha hablado de dinero?

Hil.
La verdad es que no mucho. Claro que se ha denunciado, y lamentado, la disminución y desaparición de ayudas, la subida del IVA, la reducción del taquillaje, … Pero, vamos… no se ha llorado demasiado.

Seb.
No me extraña. Como no hay un duro, ese es un tema de conversación … corto.

Y dígame, ¿habrá mas jornadas en el futuro? ¿O será como aquello de debut, homenaje y despedida… en la misma función?

Hil.
Pues, verá usted. Parece que los organizadores tienen intención de continuar, pero claro, dependerá de sus posibilidades. O sea, que el tiempo lo dirá…

Seb.
Si lo dice el tiempo … Pero como lo digan los hombres del tiempo… Eso es otro cantar.

Hil.
Tiene razón, Don Sebastián, tiene muchísima razón. Entre los políticos y los hombres del tiempo no sabe uno si sacar el sombrero o el paraguas.

Seb.
Lo que está claro es que hay que cubrirse la cabeza, porque, con la que está cayendo …



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