Hil.
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Del salón en el ángulo oscuro, / de su dueño tal vez
olvidada, / silenciosa y cubierta de polvo, / veíase el arpa.
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Seb.
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¡Pero, bueno, Don Hilarión! ¿Usted recitando a Bécquer? ¿A
qué se debe tan sorprendente novedad?
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Hil.
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¡Ay, amigo mío! ¡Me trae recuerdos!
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Seb.
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¿Sentimentales?
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Hil.
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Sí, señor. Amorosos.
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Seb.
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¡No puedo creerlo! ¡Todo un Don Hilarión romántico, y,
perdone el señalar, blandengue! Yo siempre le he visto como un castigador y
un chuleta.
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Hil.
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No se acelere, Don Sebastián, que se precipita usted por
el precipicio. Y las prisas pa ná
son buenas. ¿No se dice que en el amor, como en la guerra, todo vale? Pues,
eso. Mire usted. Recuerdo una de mis conquistas gracias a Bécquer,
precisamente. Era una muchacha guapa, joven, bien plantá, pero dura, muy dura. Inmarcesible.
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Seb.
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Querrá usted decir inaccesible.
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Hil.
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¡Lo que sea! ¡Qué más da! ¡Que no había manera, vamos!
Recuerdo que eché mano de todo el arsenal. ¡Nada! Pero un día me enteré de que
le gustaban los versos… Compré Las mil
mejores poesías de la lengua castellana…
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Seb.
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¡No me diga que se las leyó todas!
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Hil.
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No, señor; no hizo falta. En cuanto llegué a Bécquer lo ví
claro. Vamos, que la contemplé rendida. Fue al segundo intento. Al primero le dije aquello de Por una mirada, un mundo … Y cuando
recité, emocionado, aquella otra rima de ¿Qué
es poesía?, desapareció toda su resistencia y cayó en mis brazos,
suavemente, como las hojas en el otoño.
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Seb.
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¡Qué bonito!
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Hil.
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Pero no me he acordado de Bécquer por eso, sino porque
–¡atienda usted bien!– se ha escrito una nueva zarzuela, basada en sus
leyendas.
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Seb.
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¿Una zarzuela nueva! ¿En el siglo XXI? ¿Está usted seguro?
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Hil.
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Más seguro que de la eficacia del aceite de ricino, que ahora
viene en pildoritas.
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Seb.
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¿No se habrá confundido usted? Ya sabe que Bécquer
escribió media docena de zarzuelas, aunque firmadas con seudónimo: Tal para cual, La venta encantada, La cruz
del valle, Las distracciones, El
nuevo Fígaro y Clara de Rosemberg. Las dos últimas
firmadas como Adolfo Rodríguez y las anteriores como Adolfo García.
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Hil.
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Claro que lo sé. Y también que no tuvieron ningún éxito.
En el fondo, el gran poeta sevillano fue, en vida, un hombre sin suerte, un
infeliz, un desdichado, casi, casi un desgraciado, como si dijéramos.
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Seb.
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Pero usted habla de una zarzuela nueva, nueva, de verdad.
¿Quién la ha escrito?
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Hil.
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Lorenzo Moncloa. un conocido tenor nacido en Lima (Perú) y
Carlos Crooke, un cantante y actor especializado en papeles cómicos.
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Seb.
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¿Y la música?
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Hil.
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César Belda, músico, pedagogo, director de musicales y de la Orquesta Sinfónica
Chamartín, de Madrid.
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Seb.
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¿Belda, Belda? Me
suena ese nombre.
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Hil.
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Claro. Un tal Joaquín Belda fue colaborador del granadino
Francisco Alonso en revistas tan famosas como Las verbeneras, Las aviadoras, Las guapas, Las cariñosas o La alegre juventud. No sé si serán
parientes, pero por eso le suena a usted el apellido.
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Seb.
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¡Qué barbaridad! No sé si es usted un erudito o un sabihondo!
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Hil.
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¡Pse!
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Seb.
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¿Y los intérpretes?
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Hil.
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Tome nota:
Hevila Cardeña, soprano toledana, Cristina Palomo, actriz, también toledana,
Ángel Castilla y los ya dichos Lorenzo Moncloa y Carlos Crooke, que también
se han encargado de la dirección
escénica..
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Seb.
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¿Y de qué va la historia?
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Hil.
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Pues, básicamente, del amor no correspondido de Gustavo
Adolfo Bécquer por la cantante Julia Espín, apoyado en algunas de sus
leyendas: La rosa de pasión, La venta
de los gatos, La promesa, El Cristo de la Calavera, El rayo de luna …
Todos estos elementos se conjugan en una concepción
moderna del espectáculo teatral, en el empleo de una escenografía escueta
pero sugerente y en una serie de proyecciones audiovisuales. Es un
espectáculo de nuestro tiempo. ¡¡Una zarzuela del siglo XXI!!
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Seb.
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Pero, ¿se ha estrenado ya?
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Hil.
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Sí, señor. El 3 de febrero de 2013, en el Teatro Compac de
la Gran Vía
madrileña.
Me lo contó un tipo lánguido y desvencijado que entró en
la botica buscando un remedio contra el mal de amores. ¡Ay, amigo mío!, le
dije: si yo lo tuviera me haría de oro.
Y entonces me confesó que a él le había pasado lo mismo
que al protagonista de esta nueva zarzuela.
Pero va a reponerse el viernes, 1 de noviembre de este
año, en el Corral de Comedias de Almagro. De manera que hay ocasión de verla.
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Seb.
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¿Y usted cree que puede gustar hoy?
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Hil.
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¿Por qué no? ¿No nos deleitamos con el antiguo teatro
griego? ¿No nos devanamos los sesos con el teatro social de anteguerras,
entreguerras y posguerras? ¿No nos reímos con esas trilladas historias del
marido engañado por su mujer, ignorante del peso que soporta su frente
altiva? ¿No nos desternillamos en el teatro con chistes y bromas más antiguas
que los padres de Matusalén?
¿Por qué no va a emocionarnos y estremecernos la congoja
de quien reconoce a su inconfesado amor al ver pasar un entierro en La venta de los gatos?
No lo dude. En el fondo, el hombre sigue siendo capaz de
turbarse ante el amor, estremecerse ante el terror a la muerte, o emocionarse
ante la belleza. Ya se sabe: aunque la mona se vista de seda …
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Seb.
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No me hable usted de monas y sedas, que si yo le contara …
Hay días que mi tienda parece la casa de fieras: ¡monas, simias, orangutanas
y hasta alguna gorila!.
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