Pensamientos de un
barbero.
Acaba de salir el Señor Romualdo,
el frutero del barrio, que viene a arreglarse el pelo desde que abrí el
establecimiento. Es un buen hombre, sencillo, cabal, más bien conservador,
aunque desde que le conozco, ha dado algunos pasos adelante en sus ideas,
aunque muy tranquilamente y sin prisas.
Cuando se sienta en la silla,
charlamos de las más variadas cosas, de lo dura que está la vida en estos
tiempos, de los toros, de lo bien que se conservan algunas señoras, y … de
cosas que llamamos intrascendentes. En la barbería he conseguido, no sin
esfuerzo y aún a costa de algún cliente, imponer una norma: no se habla de
política ni de religión. Yo tengo mis ideas y convicciones, ¡faltaría más!,
mucha gente las conoce porque no las oculto, pero dentro de la peluquería …
cortar y peinar.
El Romualdo me ha sacado el tema
de los votos y me ha pedido consejo. Le he dicho lo único que podía decirle,
que fuera a votar y que eligiera lo que le pareciera. Y nada más.
El voto es un derecho y un deber,
le he recordado. El hombre ha puesto
cara rara porque le parecía que eso de derecho y deber, al mismo tiempo, era
una contradicción.
Se lo tratado de explicar
sencillamente. Derecho supone posibilidad, facultad para hacer algo o exigir
algo, bajo ciertas condiciones. Usted, le he dicho, tiene derecho a elegir el
alcalde de su pueblo si es mayor de edad y reside en él, pero no tiene derecho
a elegir al del pueblo de al lado. Deber es lo mismo que obligación; hay que
hacer algo, de lo contrario se comete una falta.
Ojo, le he insistido, hay que
votar, pero puede usted votar lo que quiera, lo que le parezca mejor, o menos
malo.
El Romualdo me ha mirado a través
del espejo, ha guardado unos segundos de silencio y ha dicho: Sigo sin entenderle:
un derecho puedo ejercerlo o no, un deber hay que cumplirlo. Y ha añadido: me
parece que esa frase grandilocuente de que el voto es un derecho y un deber, en
el fondo, está vacía. Como otras muchas que dicen los políticos para hacernos
creer en cosas grandes e importantes que luego no lo son. Frases vanas.
¡Piénselo, Lamparilla!
Me ha pagado y se ha marchado.
Con el dinero en la mano me he
dicho, para mis adentros. Yo tengo derecho a cobrar mi trabajo; el Romualdo
tiene el deber de pagarme. Está claro, ¡pero las dos cosas al mismo tiempo! …
Lamparilla
(Todo esto es
consecuencia de que no sólo de zarzuelerías vive el hombre).
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