Tomás López Torregrosa (1863-1913) |
Romanzas y Dúos. (El primer reserva, Los falsos dioses, La
pena negra. El amor que huye, El refajo amarillo, El santo de la Isidra, ¡Armas al hombro!,
El recluta, San Juan de Luz, El galleguito, El palacio de cristal, La fiesta de
San Antón, El trabuco y La guardabarrera). Aida Rioja, soprano. José Julián Frontal, barítono. Isabel
Dombriz, piano. Sala Manuel de Falla (SGAE), 6-11-2013.
Al cumplirse ese año el primer
centenario de la muerte del director y compositor Tomás López Torregrosa
(Alicante, 1868–Madrid, 1913), uno de los fundadores de la Sociedad de Autores, la
actual entidad de gestión ha organizado un concierto de recuerdo y homenaje a
este músico muy popular en su tiempo pero hoy prácticamente desconocido.
Alumno de Chapí en el
Conservatorio madrileño y director de la orquesta del Teatro Apolo, escribió
más de un centenar de obras líricas, tanto en solitario como en colaboración
con otros autores, especialmente con Joaquín Valverde Sanjuán, el popular
Quinito, casi todas encuadrables en el género chico. Entre ellas destacaron El santo de la Isidra, El pobre Valbuena,
La fiesta de San Antón y El terrible
Pérez.
El concierto-homenaje ofreció dieciséis
fragmentos de catorce de sus obras, la mayor parte de ellos desconocidos aún
para los especialistas y entendidos, con lo que tuvimos oportunidad de apreciar
la calidad y el tipo de música escrita por este alicantino. Música agradable,
sencilla, de impacto directo, ceñida a formas muy nuestras, pasacalles,
mazurcas, polcas … y alguna página de diseño más lírico como el Dúo de Juana y Félix de La guardabarrera.
Los intérpretes han realizado un
gran esfuerzo preparando un programa muy amplio y totalmente nuevo, lo que es
de agradecer, cuando lo frecuente es que en la mayoría de los recitales
escuchemos las romanzas y dúos de siempre. Aida Rioja, soprano madrileña, cantó
con cierta gracia interpretativa la farruca y la canción de Enriqueta de El amor que huye y los tientos de
Coralina de ¡Armas al hombro!. Por su
parte, José Julián Frontal fue el triunfador de la velada, no solo por su voz
poderosa, timbrada y varonil, sino por la pícara intencionalidad de sus
interpretaciones. Con mesura, pero eficaz humorismo, cantó las coplas del
anuncio de Sansón, y el tango del Hizno (sic. por Himno), de La pena negra, en cuyo texto destaca la
mano incomparable de Carlos Arniches; los cuplés de Canet de El trabuco, un curandero charlatán capaz
de resolver los problemas de la sanidad con su pegamento mágico-sanatorio. Los
dos, por último, cantaron sendos dúos de El
recluta y El galleguito, el picarón
diálogo entre una viuda y un pundonoroso militar, de Los falsos dioses y dos números de El santo de la Isidra
y La fiesta de San Antón, las dos
únicas obras medianamente conocidas en estos tiempos de López Torregrosa,
gracias en buena parte a las antiguas grabaciones discográficas de Argenta.
He de destacar también la labor
de la pianista Isabel Dombriz, no sólo como eficaz acompañante y colaboradora,
sino como solista en los pequeños preludios correspondientes a El primer reserva, El refajo amarillo, San
Juan de Luz y El palacio de cristal, que
mostraron la riqueza de la inspiración melódica del músico homenajeado.
Uno de los dúos de la velada (Foto: Alberto Morales/SGAE) |
Que la música de un compositor
suene y se escuche es el mejor homenaje que puede rendírsele. Por eso hay que
aplaudir sin reservas la iniciativa de la SGAE que, de esta manera, cumple, a mi entender,
una función muy importante: rescatar y dar a conocer músicas que no merecen el
olvido y promover la ampliación del
repertorio de muchos cantantes que creen que la zarzuela se limita al
“No puede ser”, de La tabernera del
puerto, o a la canción del ruiseñor de Doña
Francisquita
Ahora sólo falta que este
concierto pueda escucharse de nuevo (me consta que por lo reducido de la sala
quedó muchas gente fuera), y que SGAE siga adelante con esa forma de celebrar
los aniversarios de sus socios. Y cuando el socio sea un libretista, quizá
puedan ofrecerse, veladas literarias, lecturas dramatizadas seleccionadas… En
fin, algo que recuerde a los pobres libretistas, casi siempre olvidados.
Vidal Hernando,
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